“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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domingo, 21 de febrero de 2010

TRASFONDOS EN LA NEGOCIACIÓN DE LOS DESPIDOS EN OPEL

Asistimos estos días a la negociación de las condiciones para hacer efectivo el “éxito” del Gobierno de Aragón y los sindicatos en Opel España, al conseguir que “sólo” se despidieran a 900 trabajadores. Ahora se trata de que se vayan un poquito mejor que otros parados, al fin y al cabo se trata de despedidos de marca y no de vulgares parados.
Este humor negro tiene que ver con las persistentes muestras de ceguera y dejación de responsabilidades de Gobierno y sindicatos ante la tendencia que se adivinaba para la industria del automóvil y que se confirmaron con los inicios de la crisis.
Esas tendencias tienen que ver con los importantes retos a los que el sector de la automoción debía hacer frente: unos “tradicionales” debidos sobre todo a la fuerte competencia de los países emergentes; otros relacionados con la necesidad de importantes cambios tecnológicos para encontrar respuestas a la crisis de las energías procedentes de los combustibles fósiles.
La confirmación por la crisis se produce con uno de sus momentos más paradigmáticos: la quiebra de General Motors que, en cierto modo, se convierte en expresión de la quiebra del capitalismo imperial que representaba. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Hemos de tener en cuenta que en el automóvil se ha construido un marco de relaciones particular basado en un doble eje:
1. Trato privilegiado, por parte de las administraciones, con constantes inyecciones de dinero público para afrontar problemas recurrentes (deslocalización, despidos…) y que han posibilitado un chantaje permanente por parte de las grandes empresas.
2. Presencia sindical excesivamente dócil: Por una parte, se ha priorizado el mantenimiento de la actividad de la empresa a largo plazo sobre los efectos de las condiciones de trabajo de los trabajadores (apenas se ha ofrecido resistencia a los procesos de subcontratación, de flexibilidad, precariedad, a los despidos, etc.). Por otra, se ha basado excesivamente en suplicas al gobierno para que concediese más subsidios a una producción que se estaba hundiendo. Docilidad que da pié a pensar en determinadas contrapartidas, no siempre confesables (el caso de Toyota puede ser significativo, cuando se denuncian despidos que no afectan a los afiliados de los sindicatos firmantes de los pactos).
Este modelo de relaciones laborales “esclavas” ha dado lugar a un espectacular incremento de la producción y ventas. Pero ha limitado, desde la lógica del capital, las reformas estructurales y las inversiones en investigación modelos menos contaminantes. Por otra parte, ha permitido aumentar los beneficios, pero ha dado lugar a pocas mejoras significativas para los trabajadores. Y si los trabajadores ya fueron los paganos durante los 10/15 años de espectacular crecimiento, ahora con la crisis se empeora su situación, ya que su posición de fuerza se ve permanentemente debilitada. Y eso sin hablar (pero sin olvidar) de otros trabajadores más parias, los de las empresas auxiliares.
Signo de esta subordinación de gobiernos y sindicatos a las multinacionales son las ayudas al sector automóvil: ¿Es coherente que los estados ofrezcan miles de millones de euros de ayuda a la patronal para que mande a la gente al paro a la vez que mantiene una producción nociva para el clima? Una política que no se aplica a otros sectores y que rompe cualquier coherencia con la política y compromisos medioambientales.
¿Se puede hacer otra cosa?
Entiendo que no estamos derrotados y que es posible otra política y otra acción sindical, aunque hacen falta convencimiento y valentía.
Tal vez lo primero es aprender a leer la crisis: no verla como catástrofe, sino como oportunidad. Si no es sostenible ni beneficioso continuar produciendo coches, la crisis nos ofrece una oportunidad: reconvertir la producción automóvil en productos útiles a la sociedad y duraderos a largo plazo, y que creen empleo. Ello implica abordar otro tipo de problemas como, por ejemplo, la mentalidad individualista en la movilidad y en el uso coche, el consumismo. Es necesario y posible salvar a la vez los empleos y el clima.
La existencia de importantes ayudas públicas abre otras posibilidades: formas de control público de la industria automóvil; apuestas por una reconversión de la producción haciéndola ecológicamente útil (tranvías, autobuses ecológicos, trenes, etc. ), que mantengan los empleos.
Estas alternativas precisan un requisito: mayor implicación y participación de los trabajadores, a través de un sindicalismo renovado, si es posible, o a través de otras formas de organización obrera que la posibiliten y haga posible. Lo que está pasando es algo muy serio, para dejarlo en manos de empresarios, políticos profesionales o burocracias sindicales. Esa participación de los trabajadores es, además, la que puede abrir las puertas a otras iniciativas creadoras:
• Reducir el tiempo de trabajo para evitar el que unos trabajen cada vez más duramente y más tiempo mientras que otros van al paro. Utilizar dinero para preservar y crear empleos para todos, con menos horas por persona.
• Disminución y limitación de los grandes salarios de ejecutivos, directivos, .. No es difícil y so supone perdida de “competitividad” para las empresas.
• Plantearse la utilización de los recursos y capacidades técnicas de los obreros del automóvil para otros tipos de produ
cción.
...

1 comentario:

  1. Recibo un comentario de un amigo que trabaja en Opel:
    Estoy de acuerdo con todo el artículo. Decir que la crisis del sector del automóvil estaba ya planteada en Europa en sus actuales términos a finales del siglo pasado: saturación
    de mercados, deslocalización y precarización del empleo del sector. La crisis actual la agrava.
    En cuanto al aspecto sindical, aparte de cesiones en el sector, donde han fallado sobre todo los sindicatos ha sido en configurar un
    “entorno” fuera de las grandes empresas ( no sólo las automovilísticas) con un nivel de logros lejanamente similar. Me refiero a la
    precarización en general: temporalidad, condiciones de trabajo, mileurismo, abuso de la inmigración de los jóvenes y mujeres... Solamente se salvaría el sector público y con muchas salvedades.
    Esto conlleva que ahora, cuando en la Opel estamos en permanente degradación se nos pueda decir: “Yo estoy peor”.
    También aludes a ello, pero en la creación de este “entorno”, no podemos cargar sólo en los sindicatos la responsabilidad: también y
    sobre todo, hay que hablar de la política, en especial de la izquierda. Pero esto es otra historia.

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