“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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lunes, 29 de marzo de 2010

Las que aún tienen que servir

(Artículo de Isaac Rosa en http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2010/03/28/las-que-aun-tienen-que-servir/)
“El ámbito de la prestación de servicios, el hogar familiar, determina la necesidad de que esta relación se base en la mutua confianza.” -Real Decreto 14/24 de 1985, sobre servicio doméstico-
Tengo una oferta laboral para ustedes, a ver qué les parece. Eso sí, les aviso de las condiciones: trabajarán sin contrato, sólo con un compromiso verbal; verán reducidos sus derechos sociales, que quedarán a voluntad del empleador; todo a cambio de un sueldo escaso, una parte del cual recibirán en especie -cama y comida-, con una jornada laboral sin limite horario, y con disponibilidad total, a cualquier hora. Ya veo: no sólo no aceptan, sino que les parece una oferta disparatada, salida de alguna mente calenturienta de la patronal.

Pues no, no es un sueño de Díaz Ferrán. Hay miles de trabajadores en esa situación en España. Trabajadoras, para hablar con propiedad, pues aquí no vale el genérico. Me refiero a las empleadas de hogar, las trabajadoras del servicio doméstico.

Desde hace décadas sufren un régimen laboral especial que reduce sus derechos, deja sus condiciones a discreción del jefe, y facilita el empleo sumergido y la explotación. Si tienen suerte y dan con un buen empleador –que los hay, por supuesto-, su situación mejora. Pero si alguien quiere aprovecharse de ellas, lo pasarán mal, como les ocurre a muchas inmigrantes. Y ni siquiera podrán esperar la visita salvadora de la inspección laboral, pues el centro de trabajo es un domicilio, inviolable, que escapa así al control.

El de las trabajadoras del hogar ha sido siempre un colectivo maltratado. A su situación de servidumbre –agravada en el caso de las internas, a disposición del señor o la señora las 24 horas- se suma el menosprecio con que las hemos mirado durante años, sin considerarlas del todo trabajadoras, o con un paternalismo que tampoco dignifica.

Pero las trabajadoras están tomando conciencia, no son esas chachas salerosas e ingenuas de las teleseries. Hoy domingo saldrán a la calle en Madrid a mediodía, para exigir la equiparación de derechos laborales con el resto. Algunas, para ejercer su derecho a manifestación, dependen de que en casa les den el día libre. Razón de más para que nos unamos a su protesta.

jueves, 25 de marzo de 2010

LA CORRUPCIÓN Y EL PODER DE DEFINIR LA REALIDAD

Leo en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International que los países con mayor grado de corrupción son Somalia, Myanmar, Irak, Haiti y Afganistan. Por otra parte, los países con menores niveles de corrupción según este índice son Dinamarca, Suecia, Nueva Zelanda, Singapur y Finlandia. La lógica parece aplastante: a mayor pobreza más corrupción, y además resulta políticamente correcto y tranquilizador (pobreza y corrupción son cosas del atraso, y poco tienen que ver con nosotros).
La estadística me produce inquietud; miro la realidad española y la omnipresencia de la corrupción, pienso en cómo las inversiones militares “civilizadas” sólo se producen cuando hay detrás poderos intereses económicos como el petróleo o los gaseoductos (Irag, Afganistán), materiales estratégicos (coltán en el Congo), … o en cómo se desarrollan las cumbres de “donantes”, pienso en los intereses de las industrias petroleras, farmacéuticas, de armamentos, en las agroalimentarias, o los casos de pagos fraudulentos a los parlamentarios británicos, por no hablar de las operaciones Gürtel en Madrid y Valencia; de la corrupción en Baleares, en Cataluña, … y hay algo que no me cuadra.
Profundizo un poco más y veo que este índice mide, sobre todo, el soborno de empresas a funcionarios, por tanto, identifica la corrupción con esta práctica de incumplimiento de normas legales, y con el resultado de beneficios directos para el político o burócrata correspondiente. Siendo esta una forma de corrupción especialmente grave (recuerdo con dolor como en haiti un 4% de la población posee la casi totalidad de la riqueza) me parece que es una forma de corrupción superficial, cuya gravedad es cebarse en los países más empobrecidos.
Una mirada crítica revela como en nuestras sociedades hay una corrupción más refinada, pero una corrupción más profunda y, que consiste en una corrupción de la política, de su función de búsqueda de bien común y cuyas consecuencias también son terribles, ya que destruyen las bases de nuestra convivencia, abriendo las puertas a la incertidumbre y la violencia, debido a la deslegitimación de los partidos políticos, de las instituciones democráticas y de la propia política, que conllevan.
Esta corrupción más refinada, tiene que ver con el uso fraudulento de la contratación pública o en la concesión de subvenciones (incluida la recalificación de terrenos) para favorecer a empresas o grupos, a cambio de la financiación de los partidos políticos, a menudo con enriquecimiento personal de las personas que ejercen la labor de recaudadores para el partido abusando de puestos públicos. También tiene que ver con al uso de información privilegiada, para favorecer a ciertas empresas; o con el abuso de cargo para obtener ciertos descuentos, regalos, consumiciones gratuitas, o favores futuros, que no permiten descubrir su beneficio inmediato y directo
Incluso hay otra forma de corrupción más profunda, como es la elaboración de leyes, normas, etc. para favorecer a grupos que financian a los partidos o a los gobernantes. Además en las economías avanzadas y globalizadas, resulta muy difícil el control del poder, y las posibilidades de actuar de forma fraudulenta se hacen infinitas. Así vemos como numerosas operaciones y decisiones que implican abuso de poder y beneficio privado pasan desapercibidas y ocultas a los ojos de las mayorías.
Esta forma de corrupción en su versión más refinada consiste en imponer y controlar una concepción de la política basada en la elaboración y aprobación de normas claramente beneficiosas para el corruptor, o en impedir y bloquear aquellas reformas necesarias y urgentes desde el punto de vista del interés general, pero perjudiciales para los grupos de interés corruptores. Pienso si los debates sobre la crisis de las pensiones, la necesidad de planes privados de pensiones, … no tienen que ver con las presiones de la banca que buscan servirse de todo para ampliar su negocio.
Y, todas estas corrupciones, están ligadas con la gran corrupción que, en nuestras sociedades, bajo la forma de competencia, hacen del beneficio privado el motor de la historia, convirtiéndose en esa “fábrica o molino del diablo” que describe Karl Polanyi en “La Gran Transformación” (Ediciones de La Piqueta, Madrid, 1989) y que hoy parece funcionar a pleno rendimiento.

domingo, 21 de marzo de 2010

LA CUARESMA Y LOS POLITICOS. Las tres tentaciones de Jesús y las tentaciones de los políticos.

En la Biblioteca Virtual Amerindia encuentro este interesante artículo de Arnaldo Zenteno S.J. de las Comunidades Eclesiales de Base de Nicaragua

En las Lecturas de Cuaresma el Evangelio nos presenta tres tentaciones que enfrentó y superó Jesús. Eran tentaciones que querían desviarlo de su misión como Mesías al servicio del Pueblo. Y esas mismas tres tentaciones aunque las tenemos todas las personas de modo especial las enfrentan los políticos. ¿Podrán vencerlas?.
1ª tentación: El provecho propio. Si eres Mesías, si eres dirigente, haz que estas piedras se conviertan en pan para saciar no el hambre del Pueblo, sino tu propia hambre. Es la tentación de usar su mesianismo en su propio provecho. No se busca en primer lugar la voluntad de Dios, el Amor y la Justicia, sino que en primer lugar se ven las necesidades personales del dirigente. Jesús multiplicó los panes, pero para el Pueblo y no para él mismo.
Y ¡Cuántos políticos usan su poder en beneficio propio! No ven las necesidades del Pueblo con hambre, sino que ellos que ya están hartos, acumulan más y más bienes, mejores y mejores salarios en dólares.
2ª tentación: El Prestigio. El tentador invita: Si eres el Mesías, tírate de lo alto del Templo. Muéstralo en obras llamativas, prodigiosas, de prestigio. Ese Mesías sería muy distinto del que nos presenta Isaías y encarna Jesús, o sea sería muy distinto del Mesías Servidor Fiel y humilde que está dispuesto a dar la vida.
Pero ¡cuántos políticos lo que buscan es la fama, el prestigio, el renombre, el aparecer en las inauguraciones de los centros de lujo o lo que buscan es que por sus buenas y desinteresadas obras les llamen bienhechores!
3ª tentación: El Poder. Satán promete: te daré la riqueza y el poder sobre las naciones, si postrándose me adoras. La respuesta de Jesús es tajante: solamente al Señor adorarás. Y en la última cena Jesús lava los pies a los discípulos y nos dice que “El no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate. El que quiera ser el primero que se haga el último y el servidor de todos los demás”. Y Jesús nos advierte:” no sean como los reyes que oprimen al Pueblo y todavía quieren que les llamen Bienhechores”
Estas 3 tentaciones son tentaciones de todo dirigente y quizá más de los dirigentes políticos: Usar su puesto, su cargo, su influencia en primer lugar en beneficio propio, buscar la fama y el prestigio antes que el bien del Pueblo, y buscar y sacrificar todo para tener más riquezas y más poder. Y estas tentaciones ¿qué tan vigentes están hoy en Nicaragua? La Cuaresma y en especial la Semana Santa son un llamado de Jesús a convertirnos, a cambiar nuestros pasos y a no caer en la tentación. Y son también un llamado a no ser pasivos o indiferentes cuando los dirigentes sociales, religiosos o políticos caigan en esas tentaciones y opriman al Pueblo.
De caer en esas 3 tentaciones, Líbranos Señor.

lunes, 8 de marzo de 2010

LA POLÍTICA SOCIAL DEL GOBIERNO Y LA PROPIEDAD. EL CASO DEL “DESAHUCIO EXPRÉS”

Al actual Gobierno se le llena la boca diciendo que no va a permitir una rebaja de las conquistas sociales y que va a defender los derechos de los trabajadores, aunque la práctica parece ir por otro lado, como pone de manifiesto la reciente aprobación del llamado “desahucio exprés”, con el cual ya sólo basta con un mes para que el propietario solicite el desalojo de su inquilino a la primera reincidencia. Y esto en tiempos de crisis, con más de 4 millones de parados, y casi otros tantos con contrato precario.

¿Cuál es la lógica? Qué para fomentar el alquiler de viviendas hay que reforzar el poder del capital (aunque sea inmobiliario no deja de ser un capital). Si llevamos esta lógica a la reforma del mercado de la fuerza de trabajo, habrá que aceptar las propuestas de la patronal: contrato sin cotizaciones, sin seguros, … ya que lo importante es trener contento al capital para que el negocio funcione.

Olvida nuestro gobierno socialista, que el problema de la vivienda en España no es un problema de falta de poder de los propietarios (en algún caso puede suceder alguna situación de abuso, que pone de manifiesto la ineficacia de una administración de justicia, convertida en vaca sagrada). Todas las reformas han ido en la línea de reforzar el poder de la propiedad, y no se ha conseguido fomentar ese forma de acceso a la vivienda. Seguramente, porque el problema es más de tipo cultural que de correlación de fuerza entre propietarios e inquilinos; dado que estos últimos si viven de alquiler lo hacen, mayoritariamente, por su falta de recursos para acceder a una vivienda en propiedad. Una forma de pobreza que suele ir acompañada de otras pobrezas, que los hace todavía más vulnerables frente a los propietarios de vivienda.

Seguramente, el mobbing inmobiliario, basado en motivos especulativos, ha sido mucho más frecuente en estos últimos tiempos de boom inmobiliario, que los problemas de desahucio por impago, sin embargo, ni se les da la misma atención, ni se legisla para atajar ese problema en su raíz.

Además, si lo que se pretende es fomentar la vivienda de alquiler no parece que el reforzamiento de la cultura de la propiedad y las soluciones judiciales sean las formas mejores de hacerlo. Mejor hubiera sido una tarea pedagógica para demostrar que la propiedad no es un absoluto, que el derecho a la vivienda, incluso de las personas con recursos escasos, es anterior al derecho a enriquecerse de algunos propietarios; que el derecho a la vivienda es un derecho básico en la constitución, en la declaración de derechos humanos, … y sin embargo recibe menor protección por parte de las autoridades que el único derecho sacrosanto de nuestra sociedad: la propiedad privada.

No es de extrañar que los albergues estén llenos, que muchas familias trabajadoras tengan que recurrir, en lo que para ellas es una situación vergonzante, a Caritas o a los servicios sociales para poder hacer frente al pago de su vivienda; que el número de desahucios se haya disparado, en esa conjunción de dificultades para pagar hipotecas, y mayores facilidades para echar a inquilinos que sufren la crisis.

Reforma del mercado de trabajo (propietarios del capital productivo), reforma de las pensiones (promovida por los propietarios del capital financiero y especulativo), reformas del sistema sanitario (promovidas por grandes holding de capital que buscan desde construir hospitales a gestionar esos servicios); reformas de los servicios sociales, mediante la subcontración promovida por intereses empresariales… ¿A todas va a aplicar los mismos principios el gobierno: la defensa del capital frente a los trabajadores, usuarios, pacientes,…?

Ciertamente, la derecha todavía puede ser más feroz en la defensa de la propiedad, pero eso no justifica la renuncia a otras formas de fomentar y defender el acceso a los bienes y servicios básicos para la vida humana, y si un partido socialista renuncia a su búsqueda e impulso, reduce su socialismo a la socialización de las perdidas entere los trabajadores y los beneficios entre los propietarios.

sábado, 6 de marzo de 2010

Nuevos Parias: MISERIA SOBRE MISERIAS

H. es un joven inmigrante sin papeles. Últimamente trabajaba cuidando a una persona mayor, por las noches, en un hospital; una ocupación que había obtenido mediante el apoyo de la Delegación de Migraciones y otras redes de apoyo a personas “sin papeles”.
Una mañana, cuando se disponía a salir del hospital, fue abordado por dos mujeres, también inmigrantes latinas, que empezaron a llamar a los guardias de seguridad, diciendo que el joven las había agredido. Los de seguridad empezaron a pedirle la documentación y se disponían a llamar a la policía.
Casualmente, una persona de la Delegación de Migraciones, que iba a visitar a su madre ingresada en el hospital, vio la escena y reconoció al joven. Se acercó y dijo que ella daba fe de esa persona, que la conocía y era incapaz de hacer daño a nadie. Ante esta intervención le dejaron en paz.
¿Qué había detrás de esta actuación? Sencillamente las pequeñas mafias que tratan de controlar estos empleos. En concreto, en ese hospital, estas hermanas tenían a algunas personas que colocaban carteles de “se cuidan enfermos. Llamar a xxxxxxx” También se ocupaban de retirar carteles que colocaban otras personas. Una vez recibían las llamadas se ocupaban de comunicárselo a otras personas inmigrantes, a las que les cobraban una parte de los ingresos.
No quisiera quedarme en la superficie de este comportamiento, sin duda deleznable y que constituye una forma de explotación de los más débiles e indefensos. Me gustaría llamar la atención sobre las cegueras e indiferencias que lo hacen posible:
La administración, incapaz de detectar estas situaciones, o de no querer hacerlo, dado que le supone un ahorro: si el cuidado queda en manos privadas (familiares, o personas obligadas a trabajar en una forma de economía sumergida), son necesarias menas jornadas en el turno de noche.
Los propios trabajadores y trabajadoras de estos servicios sanitarios, que ven en esta práctica una forma de tener jornadas de trabajo más ligeras; se pueden despreocupar de los goteros, medicaciones, …. Aunque no se den cuenta que con su actuación están contribuyendo al desprestigio y privatización del servicio público de la salud.
La actuación de los sindicatos en la administración pública, que olvidan su carácter de sindicatos “sociales” y “políticos” y, por tanto, que se acción debe ir más allá que la defensa de intereses salariales y corporativos de los trabajadores que defienden, velando por que sea un servicio público que realmente funciones y dé el servicio público requerido por la sociedad, con los mejores niveles de calidad posible.
En esa lista de complicidades con esta situación no podemos olvidar esa cultura tan extendida entre los ciudadanos basad en ese individualismo que nos lleva a la búsqueda de respuestas individuales a nuestros problemas, rechazando la implicación en respuestas colectivas y solidarias.

jueves, 4 de marzo de 2010

TESTIMONIOS DE FE O COMPROMISO

Reproduzco un artículo de Pilar de la Vega, publicado en Heraldo de Aragón, pues como señalaba otro amigo, es "profundo, vivencial, rescata referencias de experiencias muy especiales… es signo de esperanza".

Mucho se ha hablado estos últimos días del texto Bíblico que el Presidente del Gobierno leyó en el desayuno de oración del día 4 de febrero. Ha sido muy valorada su elección, hecho que sorprende pues últimamente parece que el Presidente no hace nada bien, aunque se ha criticado su presencia por no ser creyente. Se nos suele olvidar que Europa se asienta sobre tres colinas: la de la Acrópolis (esquemas aristotélicos según los cuales pensamos), la del Capitolio (Derecho romano según el cual funcionamos), y la del Gólgota (la tradición judeo-cristiana ha aportado a Europa el básico patrimonio común de derechos fundamentales). Los derechos del hombre no comienzan con la Revolución Francesa, sino que hunden sus raíces en aquella mezcla de hebraísmo y cristianismo que configura el rostro psicológico y social de Europa. La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que el Tratado de Lisboa convierte en vinculante, hace depender lo que llama el “patrimonio espiritual y moral”… “de los valores indivisibles y universales de dignidad humana, de libertad, de igualdad y de solidaridad”. Fue el cristianismo el primero que enseñó la igualdad de naturaleza de todos los hombres.

Cuando estudié a los estructuralistas franceses comprendí que todo tiene que ver con todo, que no hay una separación estricta entre los textos que conforman el relato del mundo. Por ello traigo hoy aquí otros testimonios, no tan divulgados. Están llenos de vida, de fe, de compromiso, de esperanza. No suelo leer testimonios como estos frecuentemente. Han causado en mí un fuerte impacto, que no es sólo emocional, es algo más profundo, quizá porque vivimos indiferentes a nuestra realidad espiritual. Sus palabras reflejan una manera distinta de ver y comprender realidades cercanas a todos nosotros.

El primero de ellos es de una persona de nuestra ciudad: “La Iglesia y con ella Caritas tiene alma de mujer. Así lo he sentido a lo largo de tantos años de vida querida y compartida en esta Iglesia nuestra de Zaragoza. La ternura, el afecto, la cercanía, el roce…son características tan femeninas de las que los hombres, sin duda, deberíamos aprender, y creedme que yo lo intento, aunque no siempre lo consigo…Pero así me he sentido siempre en esta Iglesia, acogido, y en ocasiones recogido, por esta Madre que ha sido para mí la Iglesia”. Nunca había leído una definición tan llena de vida, de sensibilidad de Caritas.

“Ya estoy fuera, mi corazón roto se empieza a recomponer con vuestros gestos de cercanía y calidez…” “Hoy hace un día lluvioso y frío, y esta mañana al venir a Caritas he sentido el aire entre mis manos, entre mis dedos, y reconozco ese tacto, reconozco tu mano, Te reconozco, es la misma mano que hace tres años me trajo hasta aquí, hasta esta puerta, y ahora, como no podía ser de otra manera vienes a buscarme para llevarme de nuevo de la mano, hacia otros proyectos, otras aventuras. De Ti me fío, siempre lo he hecho y no puedo dejar de hacerlo. A-Dios gracias.” Carlos Piñeyroa Sierra. Ha sido tres años Secretario General de Caritas. Hace tiempo que no leía un testimonio tan cercano y explicito de fe, de perdón, de esperanza. Pienso que cada vez hay más personas en nuestra sociedad que desean esta espiritualidad o trascendencia, porque vivimos condicionados por los prejuicios, normas de convivencia, estereotipos y de espaldas a ésta.

Más lejos en el espacio, pero cerca de los que tenemos la fortuna de poder leerle (ventajas de la Red y de tener amigas, que sí lo pueden escuchar) he recibido otro testimonio desde Tánger: “Durante muchos años así lo enseñé a mis alumnos de teología: cuando prediquéis, vuestra homilía ha de ser necesariamente política. Tiene razón quien pide a su Arzobispo que en la homilía “se dedique a predicar el Evangelio”. Si lo hacemos, si anunciamos a Cristo, si nos ocupamos de aquellos por quienes el Hijo de Dios se hizo hombre, entonces, sin remedio, nuestra predicación deviene subversiva, el anuncio se hace revolucionario, nuestra suerte queda ligada a la suerte de los pobres, y la homilía resultará escandalosamente política. El Evangelio, hoy como ayer, es una propuesta de Dios para cojos, ciegos, mudos, leprosos, viudas, ladrones, prostitutas, hombres y mujeres de la tierra, humanidad cautiva y oprimida, herida y maltrecha, humanidad innumerable que en todo tiempo los salteadores van dejando tirada al borde de los caminos. El cristiano es un hombre, una mujer, que se compromete responsablemente en la lucha por el bien de la sociedad. Y la predicación, ajena a bisbiseos de quejumbres y jaculatorias, se propone iluminar actitudes y comportamientos del creyente. Predicación y política son inseparables, como lo son el Evangelio y la vida”.(+ Fr. Santiago Agrelo Martínez. Arzobispo de Tánger).

Pilar de la Vega. Heraldo de Aragón. 3 de marzo de 2010

lunes, 1 de marzo de 2010

SINDICATOS. ÉRASE QUE SE ERA

Desde la afiliación y la experiencia sindical, y desde la defensa de la necesidad de un compromiso en los ámbitos de trabajo, basado en una afiliación y una militancia sindical crítica, que posibilite el protagonismo de los trabajadores y un trabajo colectivo en la mejora de las condiciones de vida y trabajo, realizo estas reflexiones (subjetivas, desde una experiencia que reconozco limitada) con el propósito de dialogar acerca de una herramienta tan necesaria en estos momentos, y que parece no responder de forma adecuada.
Un sindicato reivindicativo frente a un sindicato de negociación.
Tras la transición, a medida que se consolidaba el modelo de democracia representativa, la presión y la reivindicación fueron cediendo paso a favor de la negociación. Es más, a medida que se perdía la visión del sindicato como agente de cambio y transformación social, que se abandonaba el horizonte utópico de una sociedad distinta al capitalismo, se consolidaba un sindicato de negociación.


Pero en un sindicato de negociación chirriaba la figura de militantes sindicales formados en los ideales de cambio; fraguados en enfrentamientos y luchas con la patronal, con un sentido de la dignidad, pues valía “morir de pié (despidos, sanciones, …) que vivir de rodillas”.

La nueva realidad sindical era terreno abonado para técnicos y burócratas. Así, que poco a poco comenzó una transformación de los protagonistas sindicales, que empezaban a ser personas que apenas conocían ni la memoria ni la conciencia obrera. Hubo antiguos militantes sindicales que se convirtieron a la “modernidad”, abandonando las asambleas de fábrica por un sillón en el despacho, y un puesto en las mesas de negociación. Por otra parte, una nueva cohorte de sindicalistas iba apareciendo: jóvenes con experiencia laboral, a veces con alguna titulación afín a las tares sindicales (graduado social, relaciones laborales, derecho,…) iban ocupando posiciones: asesores en las mesas de negociación, “visitadores” de empresas, técnicos de los servicios de empleo,… Personas sin apenas práctica laboral, sin experiencia de las situaciones de explotación y humillación inherentes a las relaciones laborales, empezaban a acumular poder en el aparato sindical, hasta llegar, en algunos caso, a convertirse en miembros de la dirección del sindicato.

Se trata de un proceso “funcional”; este sindicalismo de negociación requiere de personas con, al menos, una doble característica: ciertos conocimientos técnicos y normas de negociación (lo “políticamente correcto”) y, tragaderas suficientes para asumir sin grandes problemas de conciencia los “sapos” que hay que tragarse.

Claro que, un sindicalismo de este corte tiene efectos “colaterales”. Primero, una desmovilización del sindicato y una pérdida de actividad “reivindicativa”. Se trata de dejar las manos libres a quiénes llevan el peso de la negociación. Lógicamente, esto no entusiasma a nadie, no motiva a afiliarse, a participar en el sindicato. Por otra parte, acentúa los conflictos con los militantes sindicales resistentes, vistos cada vez más como un vestigio del pasado.

El problema es que nuestro modelo sindical se basa en los resultados de las elecciones sindicales y, para concurrir a ellas, hay que presentar algún tipo de méritos entre los trabajadores; demostrar alguna utilidad, por una parte para la cuota que pagan los afiliados, por otra, para el voto de los trabajadores.

Esa necesidad de “validarse”, de aportar valor ha dado lugar a que se desarrollen otras de las características del actual sindicalismo: los servicios, las alianzas con las empresas.
- Los servicios ocupan, cada vez más, un lugar importante en el sindicato, al menos como fuente de financiación y como banderín de enganche para lograr afiliados. En este esquema la Formación ha llegado a convertirse en un servicio básico, no una formación orientada a crear conciencia sindical, sino una formación meramente profesional y aséptica, orientada a aumentar las posibilidades de empleabilidad de las personas, cuando no una formación típicamente bancaria, en términos de Paulo Freire, orientada a acumular ya ni siquiera conocimientos, sino méritos para promocionarse en el empleo, fundamentalmente entre los funcionarios del sector público.
Otros servicios como la construcción de viviendas, el fomento de vacaciones, junto a una retahíla de otros servicios como dentista, óptica, ginecólogo,…

- Con las “alianzas” se hace referencia a una de las historias más negras del actual sindicalismo, estrechamente relacionada con varios fenómenos interrelacionados entre sí: pérdida de presencia militante en el marco de las empresas, externalización o subcontratación, aparición de empresas vinculadas a los partidos políticos y/o sindicatos, especialmente en el terreno de subcontratas de la administración (servicios sociales, limpieza, recogida de basuras, seguridad,…).
Resulta lógico que una de las consecuencias más inmediata de la desmovilización sea la de un espectacular aumento del poder de las empresas, frente a los trabajadores, en el marco de las relaciones laborales. Incremento de poder que se manifiesta, en primer lugar, en la represión de aquellos sindicalistas o trabajadores cuya actividad resulta molesta a los intereses de la empresa. En segundo lugar, aunque la “negociación colectiva” se consigan acuerdos más o menos favorables a los trabadores (salud laboral, conciliación de la vida laboral y familiar, reducciones de jornada,…) en la práctica cotidiana el poder de las empresas los deja descafeinados. Por el contrario, se fomenta un tipo de relaciones laborales basadas en la fidelidad individual de los trabajadores, a cambio de un buen trato por parte de la empresa. En resumidas cuentas, se renuncia a la libertad, en aras de una seguridad que promete la empresa (no queriendo ver la mentira de que a la empresa sólo le interesan los trabadores como fuente de beneficio).
En las subcontratas, dónde las empresas compiten bajando los precios, estos beneficios sólo se consiguen aumentando la explotación de forma directa (pagando a los trabajadores por debajo de lo que les correspondería, no cubriendo las bajas, no cubriendo todas las jornadas, utilizando productos de peor calidad y más perjudiciales para los trabajadores, etc.).
En este contexto, ¿cuál puede ser el papel del sindicato, teniendo en cuenta que debe obtener una rentabilidad en forma de votos en las elecciones sindicales? Pues en muchas ocasiones, lo que vemos son sindicatos que establecen alianzas con las empresas, de forma que “garantizan la paz social”, a cambio de poder tener cierto poder a la hora de colocar a sus afiliados o personas cercanas. Esto es, se llega a un sindicalismo clientelista, que no deja de suponer una vuelta más en esa pérdida de dignidad de los trabajadores.
Particular mención merecen algunas empresas, con frecuencia encuadradas en el tercer sector, y nacidas bojo los auspicios de algunos partidos y sindicatos con la intención de prestar unos servicios necesarios, a un precio más barato que lo hace la administración, incluso las empresas privadas. Por lo general, con el devenir del tiempo, estas empresas se convierten en una forma de obtener contratos públicos poco transparentes, proporcionando buenos beneficios,, al tiempo que se incrementa la explotación laboral de las personas subcontratadas.

Sin duda, la negociación colectiva, y la participación de los sindicatos en grandes pactos, autonómicos o estatales, puede suponer un avance. Pero si esto se quedara aquí, estaríamos llegando a un momento en el que surge la necesidad de otras formas de organización que complementen ese necesario, pero insuficiente, trabajo sindical, y superen esos efectos colaterales que tan perniciosos pueden ser para el conjunto de los trabajadores. Organizaciones que mantengan el horizonte utópico de cambio; comprometidas con la concientización y la defensa de la dignidad de cada trabajador y trabajadora; con una acción basada en la acción y el protagonismo de los trabajadores, no en su reducción a clientes que consumen servicios y, de vez en cuando, demandan asesoría y defensa legal. También resulta necesario ir tejiendo una red de organizaciones que de respuesta, desde la complementariedad, que no desde una pretendida unidad, a la multiplicidad de contradicciones que se presentan hoy en el mundo obrero: nacionales/extranjeros, ocupados/parados, fijos/precarios, etc.; por ejemplo mediante asambleas de parados o sin papeles, plataformas contra la precariedad, consumo solidario,... que haciéndose eco la de voz de estos parias actuales, sean cauce para su protagonismo, impidiendo que su liberación quede en mano de no se sabe que salvadores.

Mientras tanto, y sin contradicción con el impulso de estas formas organizativas, sigue siendo necesaria la afiliación y militancia sindical, desde una perspectiva y crítica y, siempre y cuando sea posible mantener unos mínimos éticos; una militancia orientada a la defensa de los derechos, que no privilegios, de trabajadores y trabajadora, de todos y no sólo de los de una determinada sección sindical, empresa, administración,…, en el marco de una tensión permanente entre el realismo (pragmatismo) que imponen las condiciones en cada momento, y la necesidad de ir creando condiciones para hacer posible lo que hoy parece imposible.