“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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jueves, 19 de junio de 2014

¿Casa o comida? El dilema de los trabajadores pobres

Los gobiernos de derecha han relanzado su ofensiva contra la pobreza; ahora se quiere censar a los mendigos y sin techo para expulsarlos, de momento en Tarragona, pero el populismo xenófobo no tiene barreras; es una forma de fanatismo que su única salida es la destrucción y la muerte: basta mirar la historia para caer en la cuenta. Bajo el pretexto de liberar a sus conciencias de sentimientos de culpa, adoptan decisiones sin medir sus graves consecuencias; decisiones que en la mayoría de los casos solo atienden a su posible rendimiento en votos.

Mientras, nuestros políticos nacionales, los del establishment o la casta, miran para otro lado, encantados de nuevos señuelos que distraigan al personal y eviten que sus miradas se centren en su incapacidad (por no hablar de falta de voluntad) para llevar adelante políticas que resuelvan los auténticos y graves problemas de los ciudadanos y se orienten a la búsqueda del bien común.

La gestión d la crisis ha sido un continuo atraco para los intereses de las clases populares: desempleo masivo, empleos precarios, caída permanente de los salarios, deterioro de los servicios públicos y sociales… Estas políticas que se presentaban como las únicas posibles, suponían un atraco a los ciudadanos, un atraco que se basaba en la fórmula habitual de los cacos: ¿la bolsa o la vida?

Pero la persistencia de la crisis, y de los efectos de las políticas adoptadas, y las que se espera que adopten esos gobiernos del establishment o la casta, están situando a millones de personas en un dilema grave y amargo, que afecta a su propia supervivencia: ¿casa o comida? La persistente caída de ingresos, y los acelerados recortes en los gastos sociales frente a las crecientes necesidades, está situando a millones de familias en ese disparadero; forzándolas a sobrevivir a base de arriesgados cálculos: el salario social, o la pensión del abuelo, o… para ir trampeando los plazos del alquiler o la hipoteca y así no nos echan a la calle; comer de los comedores sociales, la mendicidad, la rebusca en los cubos de los supermercados… y ello mientras las fuerzas no nos fallen y eviten que nos abandonemos a la desesperación, la depresión, el suicidio… El chiste del roto, en toda su crudeza, refleja una realidad vitas que se extiende entre las capas populares.

Pero es igual, España va bien. Las cifras macroeconómicas, aunque sea a golpe de varitas de magos, o de guantes de tahúres, mejoran; los ricos siguen creciendo sus riquezas; los bancos siguen recibiendo ayudas para ser salvados…


Eso sí, al final va a resultar que los responsables son Podemos y quienes osan votarles y apoyarles, y que se dejan seducir por los cantos de sirena bolivarianos que llegan de Latinoamérica, especialmente de Venezula, y cuyo pecado original radica en intentar otras políticas que borren esa diferencia entre quienes pueden dar la vida por supuesto cada día (cada vez menos gente) y esa mayoría que cada día ha de luchar por sobrevivir, no frente a los tiburones de la bolsa, sino a la satisfacción de las necesidades más básicas.