“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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jueves, 21 de noviembre de 2013

REFLEXIONES ALGO MÁS QUE INDIGNADAS DE DOS AÑOS DE GOBIERNO DEL PP

Cuando un gobierno trabaja para legisla para defender los intereses de los poderosos, miente y se inventa eufemismos para designar las cosas; tomando al pueblo por ignorante y tonto.

Cuando la realidad (el paro, la pobreza, la precariedad…) no se puede cambiar se cambia el lenguaje (brotes verdes, salimos de la crisis…) haciendo gala de absolutismo y totalitarismo. 

Cuando no se tienen argumentos ni razones, se incrementa la represión y la violencia institucional contra los pobres; se ejerce el terror desde los aparatos del estado para intentar amedrentar a los ciudadanos, para quebrar posibles brotes de unidad y de acción liberadora…

Cuando la corrupción campa a sus anchas entre las élites política y económica, se secuestra y prostituye la justicia, se manipula a los cuerpos policiales, se sanciona a los funcionarios que pretenden ejercer su funciones de control, se sustituyen por cargos de confianza…


Cuando los políticos sólo se ocupan de sus intereses y de los de sus amigos poderosos, el pueblo está obligado a organizarse para defender y construir el bien común y la solidaridad, aunque para ello deba defenderse de la violencia que ejerce un poder que, a la vista de sus actuaciones, ha perdido cualquier legitimación que le hubiera podido conceder el voto de los ciudadanos, incluso con una mayoría absoluta…

domingo, 8 de septiembre de 2013

LA ESTRATEGIA DEL PP TRAS EL VERANO

W.I. Thomas, sociólogo norteamericano, afirmaba un teorema básico para las ciencias sociales: “Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales sus consecuencias.” Es la profecía que se autocumple. Y parece ser que es la que ha querido adoptar el Partido Popular a la vuelta de vacaciones, para intentar cambiar el rumbo de su destino, marcado por la corrupción, y porque la ideología que subyace a su proyecto y a sus reformas iba quedando cada vez más desnuda ante los ciudadanos.


Y para ello, todos los líderes del PP, repitiendo la consigna bien aprendida, y asumida en base al principio de jerarquía y mando que preside su vida interna, ha empezado a repetir que vivimos en un país maravilloso, que estamos saliendo de la crisis, que las reformas han sido maravillosas y están dando frutos, incluso que están cumpliendo su programa electoral. No sólo quieren convencernos de que son un partido de éxito, sino que el éxito limpia toda mancha y pecado. 

Y ese es el martilleo que repiten erre que erre. Pero ahí está, para quien quiera verla, la realidad tozuda, tal y como es, tal y como la percibimos: el paro, la precariedad, la pobreza, la miseria, la desesperación…. Y aquí conviene recordar que no hay más ciego que quien no quiere ver; y eso vale tanto para políticos como para los ciudadanos en general. Y esto viene a cuento porque a nadie le gusta que las cosas vayan mal, y a la inmensa mayoría le rechina el tener que tomar decisiones y compromisos para cambiar las cosas; eso lo sabe muy bien el poder. Por ello, la inmensa mayoría tiene la tentación de creerse que las cosas van bien, o irán, y así tranquilizar la conciencia por su no asunción de decisiones y responsabilidades. Un mundo perfecto para que siga avanzando la profunda putrefacción que está corroyendo las bases de nuestra humanidad y de nuestra convivencia. 

Por eso, creo que a la estrategia del PP se le puede catalogar mejor con esa cita que se atribuye a Lenin: "Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad”. Así que han considerado que lo mejor es mentir, que para tapar las mentiras gordas sobre la corrupción no hay mejor estrategia que mentiras más gordas sobre la evolución de la economía.

Pero hete aquí que la realidad siempre da oportunidades para convertirse a la humildad: la derrota de Madrid ante Estambul y Tokio, en la carrera por organizar los Juegos Olímpicos en 2020 (y de paso seguir considerando todo como mercancía), convertida la por el propio PP, en la que estaba en juego nuestra credibilidad, el reconocimiento por el éxito de sus políticas (apelan a las felicitaciones de Obama, del Banco Central Europeo…). Oportunidades que una vez más parece que no se quieren aprovechas: así la elección se califica de tongo; se sigue achacando el fracaso a la política exterior del gobierno del PSOE… en fin, todo menos mirar de frente a los ojos a la realidad desnuda.

miércoles, 31 de julio de 2013

Oración a Dios, de Voltaire, "el ateo"

Ya no es por lo tanto a los hombres a los que me dirijo, es a ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos: si está permitido a unas débiles criaturas perdidas en la inmensidad e imperceptibles al resto del universo osar pedirte algo, a ti que lo has dado todo, a ti cuyos decretos son tan inmutables como eternos, dígnate mirar con piedad los errores inherentes a nuestra naturaleza; que esos errores no sean causantes de nuestras calamidades.

Tú no nos has dado un corazón para que nos odiemos y manos para que nos degollemos; haz que nos ayudemos mutuamente a soportar el fardo de una vida penosa y pasajera; que las pequeñas diferencias entre los vestidos que cubren nuestros débiles cuerpos, entre todos nuestros idiomas insuficientes, entre todas nuestras costumbres ridículas, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras opiniones insensatas, entre todas nuestras condiciones tan desproporcionadas a nuestros ojos y tan semejantes ante ti; que todos esos pequeños matices que distinguen a los átomos llamados hombres no sean señales de odio y persecución; que los que encienden cirios en pleno día para celebrarte soporten a los que se contentan con la luz de tu sol; que aquellos que cubren su traje con una tela blanca para decir que hay que amarte no detesten a los que dicen la misma cosa bajo una capa de lana negra; que dé lo mismo adorarte en una jerga formada de una antigua lengua o en una jerga más moderna; que aquellos cuyas vestiduras están teñidas de rojo o violeta, que mandan en una pequeña parcela de un pequeño montón de barro de este mundo y que poseen algunos fragmentos redondeados de cierto metal, gocen sin orgullo de lo que llaman grandeza y riqueza y que los demás los miren sin envidia: porque Tú sabes que no hay en estas vanidades ni nada que envidiar ni nada de que enorgullecerse.

¡Ojalá todos los hombres se acuerden de que son hermanos!

¡Que odien la tiranía ejercida sobre sus almas como odian el latrocinio que arrebata a la fuerza el fruto del trabajo y de la industria pacífica!

Si los azotes de la guerra son inevitables, no nos odiemos, no nos destrocemos unos a otros en el seno de la paz y empleemos el instante de nuestra existencia en bendecir por igual, en mil lenguas diversas, desde Siam a California, tu bondad que nos ha concedido ese instante.


Voltaire, "Tratado sobre la Tolerancia" capítulo XXIII 

viernes, 28 de junio de 2013

¿Luces al final del túnel?

Esperemos que no sean las que decía el humorista, las del tren que va a arrollarnos.

Si miramos la realidad, y nos fijamos en las políticas que se vienen adoptando, fácilmente podemos deducir que nos encontramos en una situación fuera de control y con unas perspectivas poco propicias; la extensión de la primavera árabe y de los movimientos indignados son un síntoma, que unido a datos macroeconómicos como la desaceleración de la economía china, las turbulencias monetarias que afectan a las monedas de los países emergentes (India, Brasil, Indonesia y Turquía…) la falta de perspectiva de crecimiento en la zona euro, las caídas bursátiles….
Los dioses del crecimiento en que han depositado su fe nuestros político, a pesar de los constantes sacrificios humanos que les ofrecen, no acaban de sonreírnos ni favorecernos. Y aunque lo saben, no dejan de repetir algunos mantras en tanto esperan los favores de sus dioses: al final habrá crecimiento, estamos tocando fondo…
Pero la cosa no tiene visos de arreglo, y lo deja clara su incapacidad (mejor aún, su negativa interesada) para solucionar la situación a que nos han arrastrado en su búsqueda de propiciar el máximo beneficio a los grandes grupos empresariales y financieros, lo que  a su vez está retroalimentando la corrupción mediante una cadena de favores entre elites, que todavía os empobrece más a los ciudadanos.
En este contexto tenemos que entender el pacto suscrito esta semana por algunos partidos parlamentarios españoles: manifestar claramente la impotencia y volver a una especie de políticas de “stop and go”, de “arre y so”, de austeridad y pequeños estímulos. Lo que traducido a términos claros es una política de cuidados paliativos, que acabará asfixiándonos. Se trata de seguir con las políticas de recortes y privatizaciones al servicio de los grandes capitales, salteada con algún pequeño giño a los grandes y graves problemas que están acabando con la esperanza y la vida de los ciudadanos: el paro juvenil, la asfixia financiera de las pymes… Eso sí, dopaje analgésico que se receta tras constatar como esos grandes partidos se ven salpicados por sus propias recetas: constante pérdida de votos en las encuetas de opinión, creciente desafección de los ciudadanos… Y ante esto es lo que reaccionan.
Cuidados paliativos, además, porque en ningún caso pretenden abordar ninguno de los graves y profundos problemas que afectas a nuestra economía (creciente desigualdad, problemas energéticos y ecológicos…) ya que hacerlo supondría entrar en contradicción con ese saqueo por parte de entidades financieras y grandes empresas que se quiere seguir favoreciendo a toda costa. Por tanto, tampoco cabe esperar nada positivo de ellas.  

Si existen luces, esas son las que van apareciendo con las protestas populares, y que dejan traslucir una importante verdad: en la medida en que se van rompiendo las cadenas que nos atan al sistema (consumo, explotación en el trabajo como medio para consumir…) y nos reencontramos con nuestra naturaleza humana pobre y dependiente, una naturaleza social que depende de la colaboración y solidaridad con los otros para sobrevivir, encontramos el camino por el que transitar para superar nuestros graves problemas, caminos que a menudo nos conducen al desierto…. Pero allí encontraremos nuevas luces. 

jueves, 16 de mayo de 2013

Ha ganado la economía


Artículo de Quim Brugué publicado el 14 de mayo de 2013 en Punt Avui, originalmente en catalán con el título Ha guanyat l'economia.
Ya hace tiempo que los economistas dan lecciones a los políticos, que los empresarios regañan los funcionarios y que, en general, la esfera privada impone su superioridad moral sobre el ámbito público. La economía, sin duda, ha ganado la partida a la política. Paradójicamente, después de su victoria, la economía continúa endosando las culpas de todo lo que va mal a la política. La economía manda cada vez más, pero no se siente responsable de las consecuencias. La política, en cambio, asume las consecuencias, aunque -desbordada y desacreditada- cada día manda menos. Los que juegan el partido -los titulares- han conseguido algo fantástico: cuando ganan es mérito suyo y cuando pierden es culpa de los suplentes.
La victoria de la economía es la victoria de una ideología: de un liberalismo de raíces thatcheristas que desmanteló el discurso socialdemócrata, hasta entonces dominante, y construyó una nueva mirada sobre el mundo, la neoliberal. El triunfo de una ideología no se expresa sólo en las urnas sino, sobre todo, en la capacidad para dominar el lenguaje y los referentes con que interpretamos lo que nos pasa y lo que necesitamos. La victoria de una ideología se produce, pues, cuando gana la hegemonía del discurso, cuando sólo somos capaces de entender el mundo a través de sus gafas. Lo podemos ilustrar con tres ejemplos.
El emprendimiento es el marco de referencia y nos conduce a una sociedad cada vez más individualizada y menos solidaria
En primer lugar, el concepto económico del crecimiento se ha impuesto a la idea política de la cohesión. La realidad la define la evolución del PIB, no los índices de pobreza. El objetivo sensato -y que todo el mundo entiende- es el crecimiento, mientras que la cohesión es un concepto abstracto y que, en todo caso, ya llegará si logramos crecer. Todo el mundo tiene claro que hay que estimular el crecimiento, aunque no se discute el destino. Adelante, parece ser la consigna -sin que nadie explique hacia dónde vamos-. En cambio, si alguien menciona que una sociedad cohesionada es una sociedad más feliz, rápidamente se le califica de soñador incapaz de superar los traumas del 68. El crecimiento es el marco de referencia que condiciona nuestra comprensión del mundo y que, desgraciadamente, nos conduce a una especie de carrera suicida hacia la nada.

En segundo lugar, el concepto de individuo emprendedor se ha impuesto al de sociedad solidaria. Así, ante la grave situación que viven muchas personas, no necesitamos intensificar la solidaridad sino estimular el emprendimiento. Se afirma que quien no tiene trabajo debe inventárselo, y nos quedamos tan tranquilos. Se nos dice que la solidaridad territorial se convierte en expolio, y todos asentimos. Se nos explica que la solidaridad favorece las trampas y el fraude, y lo tomamos con naturalidad. La política -comandada por la economía- despliega programas de apoyo a los emprendedores mientras recorta las partidas de la solidaridad . Y, simultáneamente, la política asume las nefastas consecuencias de una sociedad cada vez más desigual y más polarizada. El emprendimiento, en cualquier caso, es el marco de referencia y, desgraciadamente, nos conduce a una sociedad cada vez más individualizada y menos solidaria.

En tercer lugar, el lenguaje empresarial define en términos clientelares las relaciones entre la política y los ciudadanos. Como pagadores de impuestos, esperamos que la administración dé plena satisfacción a nuestras demandas. Y punto. La política, sin embargo, no puede ser nunca clientelar. La política no se dedica a satisfacer demandas sino que siempre frustra expectativas. La política no puede dedicarse a dar respuestas individuales sino que debe construir proyectos colectivos, donde nadie verá satisfechas la totalidad de sus demandas. La política siempre se sitúa en los grises, nunca en el blanco o negro. Pero eso ya no lo entendemos y, por tanto, la política -sometida a la lógica clientelar- se ve abocada a un fracaso anunciado: prometer satisfacciones individuales que no puede ofrecer. Un marco de referencia, de nuevo, que derrota la política incluso antes de salir al terreno de juego y que, desgraciadamente, deja la victoria en manos de aquellos que están más preocupados por sus intereses privados que por siempre intangible interés público. Ha ganado la economía, ha perdido la política... y así nos va.

miércoles, 17 de abril de 2013

El mundo sindical ante el pueblo

Artículo de Antonio Aramayona publicado en el Periódico de Aragón, hoy miércoles 17 de abril de 2013

Me he sentido honrado y enriquecido de poder sumarme a algunas de las actividades de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) tanto a pie de entidad bancaria, mientras algunos intentan negociar con los directivos del banco o de la Caja los términos de un determinado desahucio, como a pie de Juzgados, a raíz de la subasta de una vivienda o un local previamente objetos de desahucio. He visto allí enormes dramas personales y familiares y algunos de los afectados y las afectadas me han contado casos inhumanos y sobrecogedores.

En la PAH hay personas de distintas edades y culturas, pero tienen como denominador común que se sienten fuertemente concernidas por todos y cada uno de los casos de desahucio que van surgiendo, y no solo buscan resolver su propio caso particular, sino que también apoyan los casos de los demás compañeros. La solidaridad existe nítidamente entre ellos, al igual que la voluntad de resistir juntos las arremetidas de las entidades financieras que les van dejando en la calle.
Cada vez que estoy con esa gente (los problemas de los demás donde quedan lesionados derechos humanaos fundamentales son también mis problemas), me acuerdo de otra gente y otras organizaciones, tan necesarias hoy para la ciudadanía, tan ausentes de la intrincada vida real de la ciudadanía: los sindicatos. Recuerdo las luchas sindicales de los trabajadores, por ejemplo, en Laciana o en la mina de La Camocha durante los primeros tiempos de las Comisiones Obreras, recuerdo nuestro “entrismo” en los sindicatos verticales franquistas, recuerdo el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha en 1977 a manos de unos pistoleros de la extrema derecha, recuerdo, en fin, el proceso 1.001 del Tribunal franquista de Orden Público en 1972 donde fueron condenados a cárcel todos los directivos de CCOO. Recuerdo asimismo el apoyo activo de UGT en la revolución de 1934 o su reivindicación militante de pan, tierra y trabajo en la II República, con un alto coste en vidas y sufrimientos de sus militantes.

Durante muchos años, esos sindicatos, aún autodenominados hoy “de clase” y “mayoritarios”, se sintieron y estuvieron concernidos por los problemas del pueblo a pie de mina, fábrica, calle, cortijo o trinchera. Sin embargo, hoy el pueblo los ve distantes y alejados de sus problemas. No se trata de descalificar masivamente la razón de ser y el funcionamiento de las organizaciones sindicales españolas (de eso ya se encarga la acorazada mediática de la derechona hispana), pero sí de señalar el hecho de que no ha sido gratuito o casual que las organizaciones sindicales hayan sido, de hecho, sustituidas ante los ojos de la ciudadanía por otras organizaciones cívicas y sociales, que recogen verazmente las reivindicaciones y las denuncias del pueblo. Y no solo es cuestión de señalar hechos, sino también de preguntarse por sus causas.

Los sindicatos deberían estar, codo con codo, combativamente en cada protesta obrera, con las organizaciones cívicas y sociales alternativas, los movimientos defensores de los derechos humanos fundamentales, incluidos los laborales. Ya no basta sumarse o convocar a una manifestación, organizar una concentración o pertenecer críticamente a órganos oficiales o institucionales. Ya no basta ofrecer a los socios servicios jurídicos, facilidades en determinados comercios y servicios o chapas y banderas identificativas en las convocatorias. Si se me apura, ya no basta con la convocatoria de una huelga general, a no ser que la misma tuviere carácter indefinido. Corren tiempos de urgencia, donde la clase capitalista adormece a la ciudadanía, convertida por decreto en meros peones consumidores, y machaca al pueblo mediante recortes, desempleo y bombardeo mediático alienante.


El mundo sindical parece compartir ese adormecimiento, estar sumido en la anestesia de su adscripción institucional a los engranajes del sistema, emplear mucho más las palabras que las acciones directas y reales para denunciar y combatir el golpe de Estado capitalista que van perpetrando diariamente desde la ideología ultraneoliberal. El pueblo desearía ver alguna vez a sus sindicalistas, especialmente a los profesionales, dirigentes y liberados del sindicalismo, detenidos, multados, lesionados o sancionados por defender los derechos del pueblo en la calle, al lado del pueblo. El pueblo desearía verlos menos veces sentados con los patronos y los gobernantes, tras romper la baraja con esa parte del empresariado tramposo y fulero que echa a la calle a sus trabajadores amparándose en leyes y reformas laborales que los sindicatos no solo deberían rechazar, sino sobre todo combatir por todos los medios noviolentos. De verlo diariamente, el pueblo volverá a confiar en ellos.

El pueblo necesita dirigentes concernidos en cuerpo y alma por los problemas de quienes más padecen esta estafa planetaria, llamada eufemísticamente “crisis”. Y solo comprobará ese compromiso si los ve resistiendo y combatiendo, más allá de los documentos y las declaraciones, con el pueblo, dentro del que los sindicatos deberán volver a ser reconocidos.

viernes, 29 de marzo de 2013

Troleros, tahúres y trileros


Tres términos que definen lo que ha sido y está siendo la política del PP en esta legislatura.

Troleros: por que el gobierno del PP accede al gobierno mintiendo descaradamente acerca de sus propósitos y de las políticas a aplicar, haciendo realidad ese principio de que “en campaña todo vale” si sirve para conseguir el poder. Comportamiento que anunciaba ya una catadura moral que es la que estamos viendo cómo se desarrolla día a día, y que tanto dolor y sufrimiento está provocando en el pueblo español.

Tahúres. Porque la política que está desarrollando está siendo fullera, tramposaventajista. Acusan permanentemente al gobierno anterior para justificar sus medidas; no han cumplido nada de lo prometido, pero lo venden como que no han tenido otro remedio, que es lo único posible; manipulan sistemáticamente el lenguaje para negar la realidad de las barbaries que están cometiendo con los recortes en educación, sanidad, servicios sociales. La misma actitud que mantienen cuando tienen que dar cuenta de su relación con los imputados por corrupción: los Bárcenas, Sepúlvedas y ese largo etcétera… que primero nos mienten diciendo que ya no están en el partido, que no mantienen relación alguna…; luego nos enteramos que siguen contratados por el partido, recibiendo importantes emolumentos sin saber a qué responden (asesorías, ese vago término que sirve para camuflar enchufismos…); luego nos dicen que no se pueden despedir porque son funcionarios del partido, luego se desmienten así mismos y dicen que no era un salario sino una “indemnización que se pactó fue en diferido y como fue una indemnización en diferido, en forma efectivamente de simulación..., de simulación o de lo que hubiera sido en partes de una... de lo que antes era una retribución...”. Y aquí no pasa nada, la falta de catadura moral impregna todo (por no hablar de Ana Mato, y sus increíbles explicaciones de su relación con la trama Gurtel; o Fátima Bañez y sus permanentes insultos a la dignidad de los trabajadores; o el ministro de justicia; o las conexiones de varios ministros con importantes grupos de poder económico, con lo cual son los propios ministros lobbies dentro del gobierno…)

Trileros. Pero no son sólo fullerías, sus actuaciones son tramposas y estafadoras, como el querer manejar las cifras del déficit público, y que las autoridades europeas han tenido que desmentir (primero el hecho de que habían manipulado la realidad para intentar cuadrar sus cuentas –y así evitar una mentira más-, y luego tienen que aclarar que ese engaño no se debe a un cambio de criterio en Europa, sino a la acción manipuladora del gobierno. Pero más grave aún es la actitud del PP con la corrupción, y el uso de todos los recursos del poder para protegerse: ahí está el PP como acusación particular en un caso (el de Bárcenas, Gurtel…) en el que ya claramente se ha establecido que existen indicios fundamentados de financiación ilegal del PP; cuando no se han dado explicaciones suficientemente claras de las implicaciones que revelaban los papeles de Bárcenas..

Pero ahí estamos, quietos en la mata, escandalizados por que los miembros de la PAH o los estafados por las preferentes quieran presionar a los políticos para que sus problemas no se pierdan en la agenda política; pensando que esto es una pesadilla que se va a pasar; esperando que no se sabe quien venga a salvarnos, eso sin, sin mojarnos ni significarnos, por si acaso. Al final va a resultar verdad eso de que cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece. 

lunes, 25 de marzo de 2013

¿Chipre es diferente?

Fuera manos de Chipre

Después de largas negociaciones (trapicheos) el acuerdo alcanzado para “salvar” Chipre presenta notables diferencias con los acuerdos aplicados en España, Grecia, Portugal, Irlanda…y que fundamentalmente consiste en que en el caso de Chipre buena parte de los costes serán trasladados a los accionistas y a las grandes fortunas (aquí nos acordamos de los afectados por las preferentes) y grandes empresas que evaden impuestos en el país, mientras que en los otros casos la mayor parte del coste ha sido trasladada íntegramente al ciudadano de renta media y baja.
¿Acaso es que han cambiado de opinión los líderes europeos y les ha entrado algo de conciencia? Pues va a ser que no, que este distinto comportamiento tiene que ver con la diferente nacionalidad de los acreedores en un caso y en otro. Así, mientras que en el caso de España, Portugal Grecia e Irlanda los acreedores eran fundamentalmente bancos alemanes y franceses, en el caso de Chipre los acreedores son básicamente empresas y fortunas extracomunitarias, destacando las prevenientes de Rusia. Si unimos esta constatación al hecho de que sean los dirigentes alemanes y franceses los que llevan la voz cantante en la troika, se comprende mucho mejor el tratamiento desigual en la crisis chipriota.
Queda claro, por tanto, que no es verdad eso de que se ha hecho lo que había que hacer, que no queda otro remedio,… Nuestros gobernantes reducidos como vasallos de los grandes capitales alemanes y franceses (los mismos a los que se les llena la boca con la patria y esas cosas). También nuestros medios de comunicación, como evidenció ayer el País al censurar y retirar un artículo de Juan Torres López que se titulaba “Alemania contra Europa”, 

Economía de la Salvación: fuera de los Pobres no hay Salvación


La cercanía y el compartir con los pobres (desde experiencias diversas en el Tercer Mundo, en acogidas de Cáritas, en la opción por vivir en un barrio obrero, desde el contacto con ancianos en residencias, transeúntes….) descubrimos un rostro nuevo, de los pobres y de la pobreza.

Los pobres nos interpelan. Sin caer en idealismos, descubrimos en la vida los pobres importantes interpelaciones: en su mayor capacidad para compartir, en su mayor apertura, su  mayor “naturalidad” a la hora de afrontar sus problemas (al rico le cuesta más mostrar sus problemas y los oculta, le preocupa más la imagen), su visión el mundo, su sentido de libertad… y nos enseñan que se puede vivir con menos y con más austeridad; que con pocas cosas se puede vivir bien y ser feliz. Nos ayudan a cuestionarnos acerca de nuestro nivel de consumo:¿realmente necesito esto?, ¿de verdad es una necesidad?
Y, sobre todo, nos interpelan a través de la  conciencia de su propia dignidad, por eso, lo que más valoran es que se respete su dignidad, y lo que más les duele es que se les humille en su dignidad, que se les desprecie, ya que quedan reducidos a un don nadie, a gente sobrante.
Por eso, la presencia de los pobres es necesaria en la iglesia y en la sociedad. Pero más aún, es necesario su protagonismo, pues son ellos quienes pueden liberarnos, ya que no solo nos interpelan, sino que los pobres nos hacen cambiar, y nos enseñan algo fundamental y que es el culmen de la salvación: que todo lo que tenemos es pura gracia; que el comienzo de nuestra vida, así como el de nuestra salvación, nos ha sido dado gratis. Y aprendemos con ellos que el principio de esta salvación no es la propiedad, ni el derecho… si no el aprender a recibir, algo que cuesta, porque implica sentirnos necesitados, sentirnos pobres…
Esto es, implica ir a contracorriente de lo que es habitual en nuestra sociedad, donde el ser se confunde con el tener; donde la felicidad se identifica con el consumo… Una sociedad en la que el dinero tiene un gran poder de seducción, y que repite hasta la saciedad: si tienes más será más y podrás ayudar más…; incluso en los ambientes  eclesiales se afirma que con más recursos evangelizaremos mejor, olvidando que se trastoca de manera sustancial la relación con el pobre.  Todas estas promesas del dinero sólo impone una limitación: no criticarás al dios dinero.
Una gran tentación que no es fácil discernir, pues está totalmente incardinada en nuestra vida cotidiana, en la que el dinero invade y contamina casi todo: la promoción humana se interpreta como ganar dinero y como más responsabilidad y más participación; una profesión buena es la que se gana mucho dinero, y no en la que se ejerce como vocación de servicio;… Una vida que permanentemente nos empuja al enriquecimiento y a situarnos al lado de los ricos, alejándonos de los pobres, vistos como fracaso. Esto es, nuestra vida cotidiana está llena de llamadas a hacer alianzas con el dios dinero, un dios que es irreconciliable con el Dios cristiano.
Conviene recordar que cuando falla la seducción, el miedo y la violencia son las otras grandes armas del sistema al servicio del dios dinero. Cuando no te dejas seducir se recurre a hacerte la vida imposible, negándote los derechos, privándote de recursos, incluso de la libertad.
Y no es extraño que el dios dinero y sus apóstoles tengan miedo a la gracia. Pues si descubrimos que lo que tenemos nos es dado, entonces no tiene sentido el derecho a la propiedad privada; el sentido de nuestras vidas será el de ser buenos administradores de todo lo que hemos recibido. Si yo tengo más cualidades, es para ponerlas al servicio de los demás, no para aprovecharme, enriquecerme o trepar a costa de los demás… Tendrá que cuidad de la vida, de la propia y de la de todos, de la naturaleza… Todo lo que tenemos es recibido y lo contrario es vivir en la mentira y el engaño.
Desde esta clave, hacemos una nueva lectura de la realidad actual y, cuando vemos las grandes diferencias, por ejemplo de salarios, de oportunidades… tenemos que concluir que es un robo, a la sociedad, a los demás. San Ambrosio decía que lo que te sobra no te pertenece: “el pan que tú guardas pertenece al hambriento. Los vestidos que tienes en tu cofre, al desnudo. El calzado que se pudre en tu casa, al descalzo. El dinero que atesoras, al necesitado” (San Basilio, Homilía sexta, PG 31, 277). Y esto es así porque Dios ha dispuesto que el progreso humano haga posible en cada época que todo hombre tenga, a partir del trabajo y la naturaleza, lo necesario para una vida digna. Pero el acaparamiento excesivo, lo superfluo, y el dispendio tienen siempre razón de injusticia.
Por eso, tenemos que aprender a prevenir y evitar la enfermedad del rico, consistente en acumular y no compartir lo que se tiene (sea poco o mucho) y por la que los ricos y poderosos se aprovechan de lo que no es suyo; y la forma de lograrlo es asumir como actitud básica el no aferrarse a nada de esta vida.
Y para lograr resistir a esa feroz seducción del dinero sólo hay una solución, la que nos enseña S. Francisco de Asís: dejarse seducir por el crucificado, y aunque no es fácil, podemos seguir el camino que nos enseñó el propio Jesús: ir a los pobres sin superioridad, sin complejo de salvadores… ir a estar, a recibir la fuerza de los pobres, desde el crucificado. Así podremos vencer también nosotros las grandes tentaciones que, a menudo, se esconcen detrás de ese complejo de salvadores y liberadores, que tan peligroso resulta; ya que el proceso es justo al revés, de los pobres recibimos luz y salvación. 

jueves, 21 de marzo de 2013

Hipocresía suma.


El incremento de la presión sobre los políticos, para que temas objeto de grave preocupación por la ciudadanía, como los desahucios o las preferentes, son denunciados por la sociedad biempensante como acoso, como presión ilegal para cambar la opinión de los diputados, concejales… Ayer apelaba a ello el señor Pons,  o al ministro de justicia Gallardón señalando, con rostro angelical,  que esas acciones son presiones para hacerles cambiar el voto; como si el voto personal de los diputados valiera de algo, y no supiéramos que obedecen ciegamente a la disciplina de voto; como si sistemáticamente no vendieran su alma al diablo, cerrando los ojos  para seguir proclamando su inocencia; tapando sus narices, para evitar el hedor de las políticas que ejecutan.
Ya está bien de mentiras e hipocresías. Resulta que cuando el pueblo tan solo dispone de sus manos y su voz para defenderse de las mentiras y los abusos del poder, mediante carteles y consignas coreadas, se criminaliza.

Resulta que la sociedad biempensante y políticamente correcta no son violencia los lobbies financieros, los de las eléctricas, las farmacéuticas, las constructoras… No son violencia los múltiples casos de corrupción que han salpicado hasta las cúpulas más altas de los principales partidos; no es violencia el control de la judicatura por el poder político, sobre todo para protegerse cuando esos casos de corrupción saltan a la palestra; no es violencia el secuestro de la política por los intereses económicos (basta mirar los intereses personales de buena parte de los ministros, sus complicidades con grupos y sectores empresariales….
Solo consideran violencia la acción del pueblo cuando decide levantar su voz y ocupar el espacio público para ejercer un control sobre unos políticos que han accedido al poder mintiendo al pueblo, y se mantienen mintiendo y engañando. Cuando el pueblo decide recuperar su soberanía popular constantemente prostituida por una clase política inmoral y servil ante los grandes poderes.
Sabemos lo que da de sí y a dónde nos ha llevado la política de buenos modales para alejar al pueblo de cualquier forma de control, de que quiera arrogarse más poder que el ejercicio del voto cada cuatro años. Se criminalizó a los movimientos antiglobalización, al 15M, a stop desahucios… se les acusa de antisistema, se les persigue y detiene, aunque no exista base jurídica, y los jueces contradigan a los políticos en el poder, que alientan esta criminalización, algo de lo que en el PP son especialistas.
Vimos como criminalizaron el movimiento “rodea el congreso”; hoy mismo detienen a treinta activista por ocupar un banco malo en protesta por los desahucios, y se les acusa de ocupar un espacio abierto al público. Una vez más, atemorizar, intentar amedrentar a la población., y hacerlo a unísono en todos los medios de comunicación, asemejando a las personas que protestan con terroristas….
Cada vez toma más fuerza y realidad el “no nos representan”, slogan que cada vez atañe a más instituciones que las políticas (medios de comunicación, patronales, incluso buna parte dlas cúpulas sindicales) que actúan como cinturón de seguridad de este sistema corrupto y corrompido al que no lo quedan más que los últimos estertores. No sabemos cuál será la alternativa que se imponga, pero sin duda tendrá que tener en cuenta todas esas necesidades populares que hoy hay que defender incluso con el riesgo de ser desprestigiados y privados de libertad.
Responsabilizamos a muchos de esos biempensante, pues no hay más sordo que el que no quiere oír, ni ciego que el que no quiere ver, y de esos hay muchos.   

miércoles, 13 de marzo de 2013

Liturgia sindical, cada día más similar a la eclesial


El pasado domingo, 10 de marzo, tuvo lugar en Zaragoza (y en diversas ciudades españolas) una manifestación convocada por la “cumbre social” bajo el lema:" Contra el paro, seis millones de razones.
Mi impresión personal, que es una manifestación de cumplimiento (cumplo y miento) como muchos de los actos eclesiales. Se trata de guardar las apariencias, sin implicarse ni complicarse. Una manifestación, como muchas de las que se convocan desde los sindicatos mayoritarios últimamente, con el objetivo de aparentar que se está haciendo algo, y que se sigue teniendo capacidad de movilización. Entiendo que no se cumplió ninguna de estas previsiones. La desgana con la que se convocó (entre los pocos asistentes había quienes decían que se habían enterado de casualidad, que nadie les había informado…) Me consta que al aparato sindical le bastaba con que cada federación sindical comprometiera un mínimo de asistentes para poder lucir los pendones (como en las procesiones religiosas) y que personalmente me recuerdan otra liturgia más peligros: la fascista.
No cabe duda de que hay una importante diferencia entre las convocatorias de las mareas y otras organizaciones nacidas a raíz del 15M (stop desahucios…). No sólo por el número de personas que arrastran, sino por su tipología (no son los de siempre) y por el carácter, mucho más fresco, festivo y participativo.
La liturgia sindical huele a rancio, pero porque sus estructuras y funcionamiento se ha vuelto rancio, y tienen más presentes los intereses corporativos y particulares  que las preocupaciones de los trabajadores y de los ciudadanos que, al igual que en la esfera política, son reducidos a sujetos pasivos cuya única participación es votar en las elecciones y asistir a las manifestaciones que convocan.
Otra cuestión que merece reflexión es que se trataba de una manifestación convocada por la cumbre social, pero ¿qué es la cumbre social?, mejor dicho, ¿en que se ha convertido la cumbre social?
Desde mi experiencia personal la cumbre social aragonesa nace del seguidismo a las decisiones de las cúpulas sindicales en Madrid que, bajo el reclamo de la necesidad de respuestas unitarias -sentimiento compartido por muchas personas especialmente en un contexto de graves agresiones- tienen otros objetivos más interesados: intentar lavar su imagen, sometida a profundo desgaste (y no sólo por las críticas desde la derecha neoliberal) y recuperar una iniciativa social que han perdido en favor la sociedad civil, ya que el 15M, las mareas, cuentan no solo con la simpatía, sino también con un importante apoyo de los trabajadores y de los ciudadanos.  Algo que es difícil de digerir desde los aparatos sindicales, acostumbrados a que todo funcione a “toque de pito”, y que muchos de cuyos líderes se manifiestan abiertamente anti-asamblearios (nosotros no somos asamblearios, dicen; pero no explican qué son y cómo funcionan). Por otra parte, es patrimonio compartido por la cultura sindical mayoritaria el no dar protagonismo a los grupos minoritarios, que se convierten en sus principales enemigos, ya que pueden disputarles su clientela. Por tanto, se trata de desactivarlos cuanto antes y, para ello se usan los mismo métodos que se usan desde el poder: intentar atraparlos en las propias redes para inmovilizarlos y, cuando esto no funciona desprestigiarlos.
En definitiva, nos encontramos ante un dilema importante: ¿cómo gestionar el conflicto social creciente? Los sindicatos mayoritarios se han acostumbrado a la negociación y al pacto, y han perdido la lógica del conflicto: han asumido los mecanismos básicos del sistema y no los cuestionan; no se cuestiona la legitimidad de la propiedad capitalista, del beneficio y la acumulación. Por otra parte, los movimientos sociales emergentes nacen con frecuencia como rechazo a la capacidad de los representantes sindicales para defender sus legítimos derechos e intereses, fuertemente golpeados, a menudo con el acuerdo sindical que rehúye de la protesta y el conflicto como camino (Eres, despidos...). Por ello pueden pecar de ingenuidad, pero apuntan maneras, presentan mecanismos participativos, respiran un aire más sano. Sin duda, ellos son hoy un referente y sus denuncias apuntan caminos de regeneración que no podemos ignorar.

sábado, 2 de marzo de 2013

Privatizaciones: del síntoma al diagnóstico


Hoy muchas personas protestan y se rasgan la vestidura contra los procesos de privatización que, a pesar de ser un fenómeno que viene de lejos, se agrava porque está afectando a los pilares básicos del estado de bienestar: educación, sanidad, servicios sociales… Pero me temo que la ceguera que padecemos, hace que nos quedemos en el diagnóstico de los síntomas, olvidando la patología que padecemos.
Los propios conceptos que utilizamos: "privatización", “externalización”… no son sino eufemismos cuya finalidad no es otra que la encubrir ideológicamente el proceso histórico de "apropiación", o “expropiación” que el marxismo situó, acertadamente, como raíz profunda de la propiedad privada. Es el mimo mecanismo, adaptado a los tiempos, de que se ha servido el capital históricamente para apropiarse de lo que antes era de todos (propiedad del Estado, o propiedad comunal, etc.) o que no era de nadie (por ejemplo las tierras de uso común) o, cuando estos medios no funcionan,  mediante la "expropiación" violenta de lo que antes era de otros.

Esta apropiación afecta también a pequeños y medianos empresarios que son derrotados en esa lucha diaria que exige la competencia, y expulsados del mercado y desterrados del círculo de la burguesía.  
Hoy comprobamos que los ciudadanos estamos siendo expropiados de esos servicios públicos esenciales, gracias a la connivencia entre el poder económico y político, o al secuestro de la política por la economía, el poder  expropiación y apropiación, para que los grandes poderes capitalistas prosigan su proceso de acumulación. Denunciar estos mecanismos tampoco pueden llevarnos a olvidar otra cuestión importante, y es la violencia que está al fondo y que es fundamento de las relaciones sociales en el capitalismo. Una violencia que hoy puede ser mucho más sibilina (terrorismo financiero,…) y que podemos seguir observando en los diversos procesos de privatización, es decir, de conformación, acumulación y concentración de la propiedad privada capitalista.
Este mecanismo de la apropiación/expropiación, es el que está en la base de la creciente desigualdad social, ya que la raíz de la pobreza en nuestra sociedad sigue siendo la falta de propiedad; y hoy, cuando la inmensa mayoría de la sociedad está desposeída y despojada de sus instrumentos de trabajo, se amplía su empobrecimiento con la desposesión de ese capital social que se había ido construyendo, fundamentalmente a través de las luchas obreras en el siglo XX.
Por eso, lejos de pensar que eran erróneas las conclusiones de Marx acerca de la progresiva proletarización de extensas capas sociales y la pauperización creciente del proletariado, que algunos sociólogos se apresuraron a proclamar, por ejemplo el Adiós al proletariado de André Gorz, hoy nos encontramos con una creciente proletarización, que afecta incluso a las clases medias, y que podemos denominar como “Trabajadores precarios. El proletariado del siglo XXI”, utilizando el título de un libro de Rafael Díaz Salazar.  
Ciertamente, la tesis de Marx necesita hoy de una relectura y, por ejemplo, hay que situarla al nivel global que constituye el marco de funcionamiento del sistema hoy; también, antes que renunciar al término proletariado, deberíamos entenderla en relación a los fenómenos que acompañan esa globalización: el empobrecimiento de amplias mayorías en el Tercer Mundo, no sólo clases sociales sino incluso países enteros, y la aparición de nuevas formas de pobreza en los países capitalistas, entre las que destacan los llamados “trabajadores pobres”.
Volviendo al tema de la ceguera ante esta realidad, cabe recordar como este sentido de las relaciones de producción ha desaparecido del pensamiento de la izquierda, que ha renunciado a transformar las relaciones de propiedad. Abandono que ha llevado a fijar la atención y las reivindicaciones en el nivel de las relaciones de distribución, y que ha llevado a convertir al consumo en el aspecto cultural central de la sociedad moderna, que durante mucho tiempo ha sido presentada, ideológicamente  como "sociedad de consumo", por más que sean la producción y la inversión los elementos claves del funcionamiento económico.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Qué responsabilidades debe asunir la política en esta crisis


Tras el encuentro reseñado en la anterior entrada, surgieron una serie de interrogantes compartidos, y que se convierten en un estimulo para la reflexión personal, en un primer momento, que es el que comparto ahora en estas entradas y, posteriormente, a nuevos intercambios de ideas y debates enriquecedores.


Respecto a qué responsabilidades debe cargar la política en esta crisis? entiendo que todas dado que si la política es ese arte de organizar la convivencia, o si, utilizando palabras de Quin Brugé, la política es aquello que nos permite vivir juntos siendo diferentes y, dada la existencia de proyectos y puntos de vista que mantienen a la sociedad en tensión, su papel es transformar el peligro destructivo de los conflictos en potencial creativo, apostando por usar el diálogo como mecanismo para alcanzar respuestas y posiciones de síntesis, entonces asistimos al fracaso de la política. Ello no impide reconocer que, con la democracia liberal se han conseguido logros importantes, que ahora desaparecen o están amenazados. 

Volviendo al libro de Quim, propone como causa de ese fracaso que la política ha sido colonizada por la economía. Compartiendo la afirmación, me surgen interrogantes acerca del alcance y significado de esta colonización: 

  • Vuelta al viejo liberalismo económico del laisser-faire. 
  • Repliegue del Estado y disminución de su intervencionismo. 
  • Intromisión de los intereses mercantiles en el sector público. 
  • Una nueva lógica (normativa) que afecta a todos los terrenos de la acción pública y a todos los aspectos de los ámbitos social e individual. 
  • Uso sistemático de la política favorable siempre a los más ricos (Robin Hood moderno), destruyendo las instituciones y dispositivos de solidaridad y redistribución instaurados al finalizar la IIª Guerra Mundial 
  • Etc. 

Tiendo a creer, espero que lejos de teorías conspirativas, que esa colonización es resultado de un proyecto político neoliberal, basado en una antropología del sujeto económico, que pretende la eliminación del sujeto democrático / ciudadano[1], referente de la democracia liberal, para sustituirlo por el sujeto individual, calculador, consumidor y emprendedor, que persigue finalidades exclusivamente privadas en un marco general de reglas que organizan la competencia entre todos los individuos. 

Podríamos decir, a título ilustrativo, que el individuo pasa a ser considerado como una empresa, al acecho siempre de cualquier oportunidad de negocio en un contexto de absoluta y constante competitividad. 

Este cambio implica, por otra parte, una reducción del sujeto moral y político a mero calculador obligado a elegir en función de sus intereses propios; algo dramático para la “buena política” y que empieza a percibirse es aspectos como: 

  • la reducción del sujeto a consumidor, y no a actor político 
  • la invitación permanente a expresarse como tal, deseoso de no dar más de lo que recibe (por ejemplo, los impuestos en relación a la educación, la sanidad…) 
  • disminución de las libertades individuales y colectivas, pues desde este punto de vista resultan un coste excesivo, cuando no un lujo 

El reducir todo al prisma económico tiene otras consecuencias, como la progresiva desaparición del equilibrio social basado en la división de poderes, lo que incluía una pluralidad de principios reguladores de la vida social. Aunque esta lógica no puede considerarse como nueva, y los gobiernos neoliberales / neoconservadores siempre han intentado acabar con la autonomía relativa de ciertas instituciones (justicia, sistema electoral, policía, administración pública) subordinándolas a sus intereses y al mercado (oligarquías económicas y financieras) no se había logrado tal grado de subordinación de las diferentes lógicas a la del interés hasta finales del siglo XX, lo que supuesto la quiebra del frágil y tenso equilibro entre economía capitalista y política liberal en que se basó el desarrollo del Estado de Bienestar. 

Con esto, me parece que el problema que afrontamos es más grave, pues no se trata sólo de conceder mayor espacio a un mercado supuestamente natural, reduciendo el terreno ocupado por el Estado y las regulaciones legales; lo que pretende ese proyecto neoliberal es construir una realidad institucional y unas relaciones sociales enteramente organizadas según los principios del cálculo económico de tipo mercantil. Y la clave del éxito es convertir a las personas (al mayor número) en clientes, en entes maximizadores de su utilidad. A ello, y parece que con buen éxito, se han dedicado en los últimos años ingentes esfuerzo; primero a través de la seducción (la propaganda, el consumo, las promesas…) y, cuando ha dejado de funcionar, con el recurso al miedo (ahí están las políticas neoliberales “activas”: privatización de servicios públicos, recortes…) como medio para la consecución de ese sujeto “calculador”, “responsable” y “emprendedor en la vida”, que cada día es empujado a aplicar la racionalidad económica en todos los ámbitos sociales: salud, educación, justicia, política… Pero tras la seducción y el miedo aún queda otra bala en la recamara neoliberal, a la que históricamente no ha dudado en recurrir, la violencia.





[1] Ciudadano: aquel que, junto a otros ciudadanos iguales en derechos, expresa cierta voluntad común, y determina con su voto las decisiones colectivas y define lo que ha de ser el bien público.

viernes, 15 de febrero de 2013

Reivindicar la política. ¡Es la política idiotas!


Recientemente el profesor Quim Brugué ha escrito És la política, idiotes![1] libro que, en estos tiempos que corren, se atreve a reivindicar la política, algo que no sólo significa remar contra corriente, sino que para más de uno resultará una locura, cuando no una provocación. Sin embargo, entiendo que se trata de un ejercicio no sólo necesario, sino totalmente recomendable para no dejarnos arrastrar por esa corriente de destrucción de toda forma de política.

Con ese motivo recientemente he tenido la oportunidad, junto a un grupo de amigos, de escuchar a Quim exponer las principales ideas y tesis de su libro, y de compartir un amplio, pero inacabado, dialogo acerca tantas cuestiones tan presentes en nuestra cotidianeidad, y que el libro ayuda a resituar y redimensionar. Una experiencia sumamente gratificante que espero de pié a varias entradas en el blog.

Como frontispicio a su introducción Quim señala que la recuperación del crédito de la política pasa por denunciar todas las prácticas corruptas y perversas de la política actual, sin paños calientes, pero que siendo condición necesaria esta crítica no es suficiente para regenera la política, pues además requiere la puesta en valor que la política como algo positivo.

En ese sentido, cabe recordar que la política es algo totalmente necesario que nos posibilita vivir juntos, que es una fuerza civilizadora y, por el contrario, que la no-política es algo que siempre ha favorecido y favorece a los poderosos. En estos tiempos es frecuente referimos a la política como una selva, aunque en realidad es al revés: vivir sin política es vivir en la selva, sometidos a la ley del más fuerte.

Tras el título del libro, “Es la política, idiotas,” late una doble finalidad. Una, parafrasear aquel conocido eslogan que pusieron de moda los asesores de Clinton, “Es la política, estúpido” y denunciarlo como representación y punto álgido en ese movimiento de negación de  la política unido al auge neoliberal, sin olvidar que, precisamente la falta de política, o la renuncia de los políticos a hacer política, ha sido, y sigue siendo, uno de los agravantes de la dramática situación en que nos encontramos.

Otra, el término idiota como reivindicación de su significado clásico, cuando los griegos la utilizaban para referirse a aquel que no se ocupa de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados. Idiota, por tanto, indica no solo lo opuesto a ciudadano, al que se ocupa de la cosa pública,  sino que además designaría una persona incapacitada.

Bueno, podríamos recordar a Gabriel Celaya y su poema La poesía es un arma cargada de futuro, a aplicárselo a la política. 


Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Bueno, dejamos para otra entrada posterior que clase de política (poesía) es la que hoy es necesaria


[1] Joaquim Brugué Torruella: És la política, idiotes! Accent Editorial, noviembre 2012 (escrito en catalán)

martes, 5 de febrero de 2013

Poema Ímpetu


La poesía de Blas de Otero es una poesía que encaja en estos tiempos; una poesía para leer en voz alta y ronca; que no casa con voces tenues y melosas; unos versos que nos contagian en su búsqueda de respuesta, en su desolación ante el silencio, en su celebración de la vida... En concreto, este Poema Ímpetu nos transmite  entusiasmo ánimo para encarar al mundo. 

Mas no todo ha de ser ruina y vacío.
No todo desescombro ni deshielo.
Encima de este hombro llevo el cielo,
y encima de este otro, un ancho río

de entusiasmo. Y, en medio, el cuerpo mío,
árbol de luz gritando desde el suelo.
Y, entre raíz mortal, fronda de anhelo,
mi corazón en pie, rayo sombrío.

Sólo el ansia me vence. Pero avanzo
sin dudar, sobre abismos infinitos,
con la mano tendida: si no alcanzo

con la mano, ¡ya alcanzaré con gritos!
y sigo, siempre, en pie, y así, me lanzo
al mar, desde una fronda de apetitos.

Blas de Otero
De “Ángel fieramente humano” 1950

sábado, 2 de febrero de 2013

LA CORRUPCIÓN PÚBLICA (II): La regeneración democrática demanda más y mejor política


Mariano Berges, profesor de filosofíaArtículo aparecido en “El Periódico de Aragón” en fecha 2-2-13

Ahora más que nunca se generaliza la impresión de que es todo el sistema político el que está afectado, que la corrupción forma parte de la cultura política del país y que, por tanto, la desafección ciudadana está más que justificada. Si a ello añadimos el contexto de crisis y sufrimiento, la corrupción es un barril de dinamita que puede hacer estallar al propio sistema democrático que tanto esfuerzo ha costado a este país.

Posiblemente el principal problema de la corrupción en España es que no está reconocida con la gravedad penal y con la trascendencia social que debiera. Tiene más ruido mediático que consecuencias para los delincuentes. He leído en algún sitio que un fiscal afirmaba que “la corrupción política es crimen organizado”, y realmente tiene muchas de sus características: actuación en grupo, gravedad de la acción, blanqueo de dinero, influencia política… Y como tal hay que atacarla hasta extirparla,  especialmente en sus dos campos fundamentales: el urbanismo y la contratación pública de obras. Por ejemplo, acabar con el abuso del concurso frente a la subasta en los contratos de obras, con el pretexto de criterios cualitativos en la elección. La corrupción es mucho más grave de lo que pensamos. Ya hace muchos años, el pensador y periodista francés J.F. Revel explicaba en su ensayo “El conocimiento inútil” que la causa del retraso de los países africanos  no era el colonialismo ni las multinacionales explotadoras ni la falta de instrucción de sus habitantes, sino la enorme corrupción y opacidad de sus élites gobernantes (por cierto, todos ellos graduados en las mejores universidades del mundo), que posibilitaban y se aliaban con los corruptores para su propio beneficio.

Muchas son las causas de la corrupción en España y todas sobradamente conocidas: desde la deficiente y opaca ley de financiación de los partidos hasta la irresponsabilidad en la gestión de los recursos públicos. Casi nunca se suele citar la incompetencia, que también es otra forma de corrupción. Ocupar un cargo público sin tener capacidad es grave responsabilidad de quien lo pone y del que lo acepta. Y va a posibilitar, aunque sea inconscientemente, todo tipo de errores y corruptelas.

Pero también en la lucha contra la corrupción hay que matizar. Hay que ser menos categóricos y más eficaces. En todos los sistemas políticos hay corrupción, ya que es algo consustancial con la política. Que la corrupción ocupe mucho espacio en los medios y genere gran rechazo social es positivo, pues significa una mayor sensibilidad social y una mayor movilización en contra. Pero esto solo no es suficiente sino que hay que elaborar leyes que regulen la actividad interna de las instituciones y de los partidos políticos. Lo que causa más rechazo no es tanto los distintos casos que afloran en los medios sino los pocos indicios que se observan en su neutralización. ¿Para cuándo una ley de Transparencia realmente eficaz? Debería ser objetivo urgente de todos los partidos políticos. ¿Para cuándo una ley de Partidos Políticos que les obligue realmente a ser democráticos y transparentes, interior y exteriormente? El sistema actual no se va a regenerar de manera endógena. ¿Quién se hace el harakiri voluntariamente? Actualmente, la opacidad y cooptación son instrumentos fundamentales de los partidos, y sus dirigentes constituyen una barrera difícil de traspasar. Debe ser la presión social y la de los propios militantes la que obligue a los dirigentes a ser más democráticos. Porque la corrupción es eso, déficit democrático. Y ser militante de un partido no debe equivaler a ser un “hooligan”.

En España sabemos lo que ha pasado. No es cierto que estemos secuestrados por la corrupción, como algunos proclaman. Es cierto que existe un alto grado de corrupción entre las élites de todo tipo que dirigen este país. Eso es indiscutible. Pero sabemos cuál es el origen: la especulación inmobiliaria, la “necesidad” de los partidos para financiarse y el ansia de enriquecimiento desmedido de algunos dirigentes. Es eso lo que hay que destruir y no a la clase política en su conjunto. El momento actual de deterioro en España me recuerda mucho a la Italia de los años ochenta y noventa (Tangentopoli se llamaba en el argot periodístico), que acabó con el Partido Socialista Italiano y la Democracia Cristiana. Con una diferencia: en Italia las cárceles estaban llenas de políticos y mafiosos, en España no. Pero, cuidado con el populismo, luego aterrizó Berlusconi, puro populismo hortera, mafioso e ineficiente. La regeneración democrática demanda más y mejor política.

Mariano Berges, profesor de filosofía

viernes, 1 de febrero de 2013

El paro y la degradación de las condiciones de trabajo agudizan las desigualdades en España


Fernando Rodrigo. Publicado en la revista “porExperiencia” nº 58, editada por el ISTAS, Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud.

5.693.100 personas sin trabajo en el pasado mes de junio: el 24,63% de la población activa, una de cada cuatro personas está en paro. El letal cóctel de recortes presupuestarios, recesión y reforma laboral han llevado al récord histórico de desempleo en España. En el periodo de junio 2011 a junio 2012 se han destruido más de 885.000 puestos de trabajo y estas cifras siguen creciendo.

A finales de este año vamos a alcanzar los 6 millones de parados, ya ni el Gobierno se toma la molestia de desmentirlo. Se destruye empleo en todos los sectores y colectivos. En el sector privado, pero también –y cada vez más– en el sector público, que hasta 2011 no lo hacía –solo en el trimestre abriljunio más de 65.000 empleos perdidos y eso que aún no se contabilizan todos los empleos públicos no renovados en septiembre: profesores (decenas de miles), sanitarios, trabajadores sociales, despedidos por ERE en televisiones públicas, fundaciones, empresas, etc–. Un 5% menos de asalariados en las Administraciones Públicas, pero un 11% en los ayuntamientos. Solo el último día de agosto se produjo una caída de afiliados a la Seguridad Social de 194.970 personas, una cifra espectacular y sin antecedentes en meses similares de otros años. Lo que presagia muy malas expectativas de empresas y empleos definitivamente perdidos con el final del verano.

Entre enero y agosto, la cifra de personas apuntadas a las listas del paro se ha incrementado en 494.707 personas, un 11,98%. Pierden su trabajo las personas con contrato temporal, pero también las que tienen contratos indefinidos. La destrucción de los llamados empleos fijos es ya generalizada. Para esto se hizo la reforma laboral, para abaratar los despidos y facilitarlos, sobre todo para los que tenían contratos indefinidos. Se trataba de forzar una devaluación de costes salariales al precio social que fuera, con el desgarro que se hiciera necesario y así está sucediendo.

Hay un deterioro sin precedentes de nuestro mercado de trabajo que tiene efectos sociales inmensos, todos ellos tremendamente negativos para las personas y para la sociedad en su conjunto. No son solo los más de tres millones y medio de empleos destruidos en cinco años y la falta de horizonte que hoy existe sobre cuándo remitirá la actual situación, ni los jóvenes sin esperanza de encontrar un empleo digno de tal nombre, es también el aumento forzoso de los empleos a tiempo parcial debido a la imposibilidad de encontrar otros mejores. Hoy trabajan a tiempo parcial 1.457.000 personas, el doble que antes de la crisis. Estos empleos concentran todos los parámetros de la precariedad: temporalidad, salario bajo, inseguridad, escasa previsibilidad y certidumbre, dificultad para hacer una mínima carrera laboral ascendente.

Más trabajadores por cuenta propia –un total de 3.012.300– frente a la fuerte disminución que experimentan los trabajadores asalariados, que ya alcanzan las cifras de antes de la crisis. Muchos son los llamados trabajadores independientes –en su mayoría, falsos autónomos o personas que se ven obligadas a precarizarse a sí mismas para sobrevivir– y que constituyen una buena expresión de la crisis que atraviesa el trabajo asalariado y la falta de expectativas presentes y futuras. La economía sumergida y el empleo informal –por más deteriorado y precario que sea– están en crecimiento y suponen una válvula de escape en la hoya social de la actual situación, por lo que no es combatido de manera convincente por los gobiernos de turno. Ahí tenemos el 20% de nuestra economía sin aflorar y a una parte significativa de personas trabajando sin condiciones sociales ni laborales dignas de tal nombre.

Hay más de 1.700.000 hogares en los que todos sus miembros están en paro, un 27% de aumento con respecto al año pasado. O sea, en clara situación de pobreza o de amenaza de pobreza y de exclusión social. Aumenta también el paro de larga duración, el que supera el año, que ya afecta a casi tres millones de personas. Por tanto, las situaciones que vivimos tienden a convertirse en estructurales y así debieran de ser consideradas desde las políticas públicas. Pero desgraciadamente no se hace. El mercado de trabajo de nuestro país presenta unas características distintas al de la mayor parte de los países de la Unión Europea. Desempleo masivo muy superior a la media de la UE (24% frente a 11%), desigualdad territorial entre las comunidades autónomas (más del 33% en las del sur, Andalucía y Extremadura, frente a menos del 15% en las del norte, País Vasco y Navarra), el doble de empleo temporal y paro juvenil masivo. La temporalidad afecta más a las mujeres, a los jóvenes, a los mayores, a los inmigrantes y a las personas de menor nivel educativo. En general más a las actividades manuales no cualificadas que a las no manuales cualificadas. Factores todos ellos que abundan en la generación e incremento de desigualdades sociales.

La reforma laboral no solo no ha corregido ninguno de estos problemas, sino que ha venido a agravar todos y cada uno de ellos. Hoy tenemos un mercado de trabajo igual de dual –23% de contratos temporales– pero más precarizado, con empleos más amenazados y con más personas vulnerables; tanto en los em pleos fijos como en los temporales, en las categorías de trabajo manual y en las no manuales, entre los cualificados y los no cualificados, en los hombres y las mujeres y entre los jóvenes y los mayores. La precariedad –el precariado– entendida como situación de inseguridad y vulnerabilidad, bajos salarios, escasa protección social e incapacidad práctica para defender los derechos, alcanza a más del 50% de la población laboral, distribuyéndose de manera desigual según sexo, edad, ocupación y procedencia nacional, de forma que los trabajadores que forman el llamado precariado son mayoritariamente mujeres, jóvenes, trabajadores manuales y no manuales no cualificados e inmigrantes.

Ya no hay categorías, ni actividades ni colectivos al margen de la crisis ni del riesgo de sufrir el desempleo. La crisis y la reforma laboral nos están homogeneizando –a peor– a la fuerza. Solo 6 de cada 100 contratos que se hacen son indefinidos. La reforma laboral nos la trataron de vender diciendo que era para favorecer la contratación y fija y frenar la temporal, y lo que vemos es una destrucción de empleo generalizada y la utilización de las modalidades más precarias de contrato –temporales y a tiempo parcial– que no solo no se reducen de manera significativa, sino que aumentan, especialmente estas últimas. Frente a una destrucción de empleos a tiempo completo de 110.000 en el 2º trimestre de este año, se ha producido un aumento del empleo a tiempo parcial de 94.300 puestos de trabajo. El paro juvenil –menores de 25 años– asciende al 53,28%. La expectativa de encontrar un empleo para los jóvenes, en general, es muy baja y cuando lo logran, es con contratos de gran precariedad y salarios miserables. Para los universitarios, que hasta hace dos años encontraban trabajo con relativa facilidad, es cada día más débil –están abandonando nuestro país a marchas aceleradas–, dado que el sector público era el principal demandador de empleo para estas cualificaciones y perfiles profesionales, ya fuera en la educación, la sanidad, la judicatura, los cuerpos de inspección, la administración general, etc.

Menos empleos, de peor calidad y con condiciones de trabajo cada día más penosas. Los que hasta hoy mantienen el empleo, manifiestan cada vez más el temor a perderlo. Se les presiona para devaluar sus condiciones de trabajo bajo la amenaza de poner en riesgo su trabajo. Ello implica en muchos casos aceptar rebajas de salarios y/o categorías, aumento de horarios y modificaciones unilaterales, hacer horas extras sin cobrarlas, aumentar los ritmos, renunciar a días de vacaciones, etc. En definitiva, una degradación general y en todos los sectores de las condiciones laborales que no se producía en España en todo el periodo democrático