“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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martes, 28 de junio de 2016

Elecciones 26J: estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso al frente

Ni que decir tiene que el resultado electoral supuso un jarro de agua fría, sobre todo por pensar más con los deseos que con la cabeza; por hacer más casos a las encuestas que al pesimismo que anunciaba la razón.

Pasado ese primer trago, y dejando a un lado las reacciones primarias, toca un análisis más sosegado, que no desapasionado. Y, mi primera sensación es que, visto el contexto en que nos movemos, se ha tratado de una gran ocasión pérdida para intentar de poner algo de sensatez en la vida política de nuestro contexto, nacional, europeo e incluso internacional.
No voy a descubrir nada nuevo si señalo que el contexto en que nos movemos está marcado por los coletazos agonizantes de un neoliberalismo que, desde que comenzara la crisis de los 70 viene haciendo estragos, sin que se perciba el fin de esta crisis, que es en realidad una amalgama de crisis: laboral, social política, ecológica, moral, espiritual…. Cuyas drásticas estamos pagando los trabajadores y las clases populares de todos los países.
Esta descomposición progresiva del sistema. Cuyo recambio no adivinamos a percibir tiene, entre otras consecuencias, el auge de la indignación ciudadana; una indignación que está tomando vías diferentes en cada país: en unos, reforzando a la extrema derecha, con manifestaciones xenófobas y racistas y que apuestan por revivir los fascismos de principios de siglo XX, convirtiendo a migrantes y refugiados en chivos expiatorios del malestar en el estado de bienestar.
Otras reacciones son el rechazo de las instituciones, siendo la construcción europea un paradigma clarificador, como puede verse en:

  • las consultas sobre la constitución europea que, aunque en España fue aprobado con una participación mínima, sería rechazado en las consultas en Francia y Países Bajos, lo que acelera la práctica de tomar decisiones sin contar con la opinión de los ciudadanos, considerados incultos e incapaces de decidir por sí mismos su futuro; 
  • los intentos de suscribir acuerdos comerciales que otorgan poderes a las grandes empresas por encima de los estados (el fracasado Acuerdo Multilaterasl de Inversiones, la Directiva Bolkestein, ya aprobada o el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) que supone un asalto de las trasnacionales a las democracias, según el título del libro de Adoración Guamán al respecto.
  • aunque quizás el ejemplo más claro sea el llamado Brexit, y que ha culminado con la decisión en referéndum de la salida del Reino Unido de la Unión Europea y que ha culminado con declaraciones por parte de muchos líderes y burócratas europeos que dejaban bien claro el carácter autoritario del actual proceso europeo, y su sometimiento a los intereses de los intereses económicos financieros.      
Bien podría decirse que la actual fase de construcción europea está significando que Alemania está imponiendo, con la connivencia de los particos de derecha y gran parte de la socialdemocracia europea, aquello que no fue capaz de lograr en dos guerras mundiales: someter bajo su domini a los países europeos, mediante una brutal guerra económica y financiera.
En el resto del mundo globalizado las cosas tampoco pintan bien. El orden internacional está confuso con el prolongado declive del imperio norteamericano, como refleja el declive de su moneda y el caos monetario en que nos movemos; este declive también se manifiesta en el terreno industrial el comercial, en su enorme deuda… sin embargo trata de mantener su liderazgo sirviéndose del eje militar: en ese sentido la proliferación de guerras, el auge del terrorismo… suponen un balón de oxígeno que ralentiza su caída. Por otra parte, ese contexto de terror dificulta la emergencia de un nuevo orden mundial, más multidimensional y democrático, y en el que nuevos países estarían llamados a disputar el poder a las viejas potencias.
 Tampoco los movimientos de liberación parecen acabar de asentarse en Latino América, de conde cabría esperar aire fresco para frenar los estertores del neoliberalismo. Cierto que ha habido intentos interesantes, pero acaban asfixiados por el bloqueo y la intoxicación promovidas por las elites nacionales e internacionales.
En ese contexto, el rumbo tomado por la indignación en España suponía una ráfaga de esperanza: una nueva fuerza política capaz de superar los vicios y límites de la izquierda tradicional, capaz de hacer una lectura actualizada de los problemas básicos de la ciudadanía; la desigualdad y la pobreza fruto de unas políticas laborales y de austeridad impuestas desde los centros de poder neoliberal, y bendecidas pro los partidos tradicionales como única alternativa.
Ciertamente, la posibilidad de intentar algo diferente, aunque fuera simbólico, como está siendo la gestión en los ayuntamientos y comunidades del cambio, era algo enormemente deseable; al tiempo que podría ser un reclamo para reorientar el descontento en otros lugares del mapa.
Junto a esta lectura de haberse abortado una posibilidad real de cambio, hay otra no menos importante: la del violento choque con una sociedad profundamente enferma como pone de manifiesto su obsesión por el dinero y la seguridad que reclaman sus grandes poseedores, y con uno de sus principales síntomas, el colapso moral que nos envuelve y que hace que se justifique la corrupción e incluso las formas mafiosas de ejercer el poder. Produce repugnancia ver cómo hechos tan graves quedan blanqueados por los votos de muchos ciudadanos, sin que se sientan cómplices de esas situaciones que están justificando y propiciando-
Creo que tras el miedo a Unidos-Podemos existe un temor a que se descubran y persigan nuevos casos de corrupción y que se modifique la legislación para penalizar de forma más proporcional al daño causado, al tiempo que se ponen nuevos medios para su investigación y persecución.

Habría muchas más razones, pero creo que queda claro porque estas elecciones representan una ocasión fallida. No creo que su pérdida sea sólo culpa de los electores, sometidos a modernas esclavitudes que impone el neoliberalismo y sus acólitos, principalmente los medios de comunicación, sino que también es necesario hacer autocrítica, de los mensajes en campaña, de la relación y el papel con los movimientos sociales, sobre la necesidad de nuevas formas de liderazgo comunitario… Esperemos que próxima si se pueda. 

martes, 14 de junio de 2016

Campaña electoral. Temas de los que poco oirás hablar.

Tras el esperado, y fallido, debate electoral a cuatro (fallido por un formato encorsetado, sin apenas posibilidades para el debate y en el que, como comentó Cristina Almeida, los candidatos asemejaban opositores recitando su examen ante el tribunal) veo la necesidad de abordar “otros” temas, esos que no salen y sobre los que los candidatos guardan silencio, al igual que el Ebro a su paso por el Pilar.
El primer tema, comunicación y política, lo ponen sobre el tapete los trabajadores de Radio Televisión Española que aprovecharon el debate a cuatro, entre los candidatos a la presidencia del gobierno, para protestar contra la censura y la manipulación en los informativos.

Y no es de extrañar, pues a las tentaciones neoliberales del gobierno entre las que cabe señalar la tentación de imponer el poder económico sobre la decisión democrática -lo que solemos denunciar como secuestro de la política por los poderes económicos- y el intento de querer contrarrestar el carácter antipopular de las políticas de austeridad y recortes recogidas en sus programas neoliberales, a través de un férreo control de los medios, a fin de someterlos a su propaganda política, y que llega hasta querer aniquilar cualquier espacio de información y comunicación no sometido a los poderes dominantes. Eso es lo que se desprende, en el caso de España,  de la Ley mordaza y otras medidas en la misma dirección. A ello cabría añadir el recurso de determinados medios a la calumnia y el desprestigio que tratan de influir o condicionar el voto de los ciudadanos, desde unas clara voluntad de servir a determinados poderes e intereses de las elites dominantes.
Agudizando un poco más nuestra mirada, cabe señalar que a esos poderes no les basta con proteger sus intereses a través del control monopólico de los medios, sino que además ejercen una política activa para combatir cualquier atisbo democratizador de la información y la comunicación.

En el actual contexto social y político podemos hablar de un importante ataque al derecho a la información que tienen los ciudadanos, así como al de informar libremente que debe asistir a los periodistas. Recorte de derechos que, en el caso de la democracia española, todavía no están suficientemente asumidos y, en consecuencia, aceptamos con resignación y no los defendemos. Por ello, puede que a las razones anteriores debamos añadir una nueva, relacionada con la “herencia recibida”, en este caso de la dictadura, y según la cual el partido que gana las elecciones, ya sea a nivel nacional o autonómico,  parece seguir teniendo derecho a ejercer una especie de derecho de pernada sobre la televisión pública.

Entiendo que esta forma de ataque a la libertad de expresión y al derecho a la comunicación representa otra forma de corrupción, que agrava el estado de nuestras sociedades, afectadas por la metástasis que representa la corrupción económica.
Por ello, me resulta particularmente curioso que en debate de los candidatos a presidente, en el que alguno de ellos son tan proclives a utilizar la realidad venezolana, no hicieran referencia a dos países cercanos, sometidos a las presiones de ese tipo de dictadura mediática del que venimos hablando. Me refiero a Brasil y Argentina. En Brasil, donde acabamos de asistir a un golpe palaciego, propiciado por una connivencia de intereses de los poderes fácticos -empresariales, mediáticos, sectores judiciales, policiales- y de la derecha parlamentaria, con el obsceno silencio de nuestras autoridades, tan proclives a denunciar la violación de derechos humanos en otros países. Resultan especialmente significativos, en el contexto de nuestra reflexión, los intentos del presidente interino, Michel Temer, para cerrar el Ministerio de Cultura y para intervenir ilegalmente la Empresa Brasileña de Comunicación, organismo creado en 2007 para gestionar las emisoras públicas de radio y televisión. Más curioso es como se ha denominado a la campaña, acompasada desde los medios de comunicación, para este golpe: Partido de la Prensa Golpista.  


Por su parte, en Argentina, nada más ser elegido presidente Mauricio Macri decide, vía decreto ejecutivo, reformar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual a fin de proteger y privilegiar a los monopolios mediáticos que facilitaron su elección. Una ley que había sido aprobada en 2009 tras un laborioso proceso de participación ciudadana, con la participación de una multiplicidad de sectores sociales y políticos. Sin duda reformas que tratará de utilizar para ocultar su relación con los papeles de Panamá como titular de dos sociedades offshore en paraísos fiscales.


Bueno, sirvan estas reflexiones para alertar de las amenazas y peligros a los que deberá hacer frente cualquier intento de profundizar la democracia, de ampliar la participación y el control de poder político, pero también económico y financiero, por parte de los ciudadanos.  Sirva también para resaltar la importancia de la información y de la comunicación como cauces para lograrlo y, por ello, convertidos hoy en ámbitos en los que el conflicto socia se torna más arduo.