“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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martes, 3 de mayo de 2011

Nóbel de la paz ordena ejecución

Coincidiendo con el 2 de mayo, fecha que resuena a fusilamientos, se anuncia la muerte de Bin Laden, antiguo colaborador de la CIA convertido en icono del terrorismo internacional, y declarado enemigo número uno de la humanidad a partir de los terríficos atentados del 11S, que costaron la vida a más de 3.000 personas. Anuncio acompañado de imágenes y declaraciones que festejan la muerte (que bien podríamos denominar asesinato, ejecución extrajudicial,….) como un triunfo de la democracia, de la justicia, de la paz….

Me siento apesadumbrado, creo que cada día soy menos de este mundo. Antes pensaba que los otros eran raros; últimamente tengo la impresión de que soy yo el que es cada vez más raro. No acabo de asumir la idea de que Obama, un premio Nóbel de la paz, ordene una ejecución y se alegre por ello; y que lo haga apoyándose en una declaración unilateral de guerra a Al Qaeda, que auto permite al ejército USA actuar incluso en otro país; no entiendo que los que otrora aprovecharon  los GAL buscando réditos electorales, argumentando que el estado en la lucha antiterrorista debía defender la legalidad, se alegren de una acción que viola todos los principios no entiendo a quienes se opusieron a la guerra de Irak, porque no respetar la legalidad internacional, y que ahora aplauden esta intervención, no entiendo casi nada.

Conforme los informativos machacan la misma noticia, las mismas declaraciones y las mismas muestras de júbilo, bullen en mi mente ideas, conceptos, valores,… que parecen haber quedado hechos añicos en un instante.

Pensaba que la ley del talión representaba una fase primitiva de la justicia, pero veo que no, que la sociedad sigue moviéndose por los mismos instintos prehistóricos; que seguimos viviendo y actuando movidos por la cultura del miedo, fomentada y promovida por esa cultura de la muerte generada por los dioses de la muerte. Hoy, como principales dioses cabe citar a las organizaciones terroristas, a las multinacionales de las armas y a la violencia de la economía. Señores y artífices del terror cuyos intereses se mezclan y confunden; que establecen entre ellos relaciones de amor y de odio, difíciles de entender para los mortales corrientes.

Deplorando los asesinatos terroristas, igual que toda muerte injusta, especialmente de victimas inocentes,  en mi cabeza no para de dar vueltas una idea: la pobreza es la peor de las violencias hechas a los pobres, sin poder olvidar que 1.000 millones de personas padecen hambre a nivel mundial, que cada año mueren 4 millones de niños a causa del hambre y, lo peor de todo, que las estadísticas parecen estar convirtiendo nuestro corazón en piedra.  

Pienso en la Justicia. En primer lugar, que la muerte de Bin Laden no es un acto de justicia. Sino un acto de venganza, una vendetta. Cuando justicia y derecho no caminan de la mano, las bases sobre las que se levanta la sociedad no dejan de ser una mentira al servicio de los poderosos.

Pienso en la manipulación mediática. Una persona resulta ser el enemigo de toda la humanidad, de los poderosos ejércitos armados hasta los dientes,… No puedo abandonar la idea de que este tipo de discursos resultan muy funcionales para quienes quieren manipular la verdad: vivimos en un mundo enfrentado y dividido, pero cuando se quiere ocultar la raíz de estos conflictos nada mejor que buscar enemigos y demonizarlos. La raíz de nuestro miedo, de nuestra inseguridad, de nuestro malestar no el afán de ganancia de unos que convierte a los demás en esclavos, en instrumentos de sus beneficios,  no son las ansias de poder,… Se nos hace creer que los enemigos son los otros… los terroristas, los inmigrantes,…. Es un mecanismo muy antiguo, que ha funcionado en todas las culturas.

Sin duda, Bin Laden era un terrorista, un asesino,… pero ¿porqué no detenerlo?, ¿porqué no juzgarlo? Yo tampoco tengo respuestas, pero no dejo de pensar lo fácil y gratuito que le sal a las grandes potencias recurrir a la violencia para hacer valer sus propios intereses, más aún si logra hacer que gran parte de la población identifique esos intereses como propios. No resultan, pues, extrañas las declaraciones aparecidas en elmundo.es, de un oficial de la Seguridad Nacional norteamericana, “No había intención de capturar vivo a Bin Laden. Era una operación de matar”.

Considero, por otra parte, que una acción de este tipo lejos de ser un paso en la construcción de la paz es un atentado contra la misma. Recordar, como reconoce la UNESCO en su preámbulo que “las guerras comienzan en la mente de los hombres y mujeres, (y) es en la mente de los hombres y mujeres donde hay que construir la defensa de la paz”. En ese sentido, el odio y la muerte no parecen bases adecuadas para una convivencia sana; tampoco parecen compatibles con una democracia que presume de basarse en el respeto a la vida, los derechos humanos y el imperio de la ley

Pienso, finalmente, que el momento elegido, como casi nada en política, es casual: persistencia de la crisis, revueltas en los países árabes, deterioro de la posición de predominio de los Estados Unidos, con un déficit galopante, desprestigio militar en operaciones que se alargan indefinidamente, como Irak, Afganistán,… Demasiados asuntos y demasiado complejos, para entrever que intereses han podido llevar a elegir este momento, pero sin duda se esperan resultados en algunos campos: prestigio militar de EE.UU; incremento de la tensión y del miedo (se esperan reacciones en forma de atentados, en todo el mundo), reforzando las políticas de “seguridad” y el mercado de armamentos; mantenimiento del conflicto entre “nosotros” y “ellos” que ensombrece otros conflictos sociales, etc.

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