“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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miércoles, 25 de mayo de 2011

Freire y el 15M: TRANSITANDO POR LA DIALÉCTICA LIBERACIÓN-OPRESIÓN (iii)


¿Qué es ates la conciencia o la práctica liberadora?, ¿la conciencia es reflejo de la realidad?, ¿las condiciones objetivas de la realidad son las que marcan las posibilidades de la acción?,...  

Muchas preguntas que han surgido y surgen. Pero vaya por delante, ni la liberación ni la opresión no se nos presentan como algo inexorable. Si nuestra práctica política se basa en una concepción mecanicista y determinista de la historia, difícilmente podrá contribuir a disminuir los riesgos de deshumanización de los hombres y mujeres.

Descubrir las posibilidades de liberación implica mirarnos y reconocernos en la historia como pueblo, como especie en camino. Así, es conveniente reconocer que “inventamos la posibilidad de liberarnos en la medida en que nos hicimos capaces de percibirnos como seres inconclusos, limitados, condicionados, históricos... A ese autodescubrimiento tenemos que sumarle la lucha política por la transformación del mundo. La liberación sólo adquiere profunda significación cuando se alcanza la transformación de la sociedad.

Ya se que estos momentos de primacía de la espontaneidad no son los más adecuados para la reflexión, menos aún para pensarnos como sujetos de la acciones. Pero me parece que plantearse el papel de la subjetividad en el proceso de transformación de la realidad puede ser una de las claves que nos ayude a descubrir las claves de la permanencia en la lucha. Reflexión que ha de incluir, además, las relaciones inseparables entre subjetividad y objetividad;  entre conciencia y mundo.

La experiencia actual nos muestra cuán difícil es transitar la historia, no importa si “tomando distancia” de la práctica para teorizarla o comprometiéndonos en ella, sin caer en la tentación de sobreestimar la objetividad, reduciendo la conciencia a ella, a ver y entender la conciencia como  la todopoderosa y arbitraria hacedora y rehacedora del mundo.

En realidad, sólo en una perspectiva dialéctica podemos entender el papel de la conciencia en la historia, libre de toda distorsión que ya exagera su importancia, ya la anula o la niega. Visión dialéctica incompatible con la idea de un mañana inexorable. Y, en ese sentido, da igual que el mañana sea visto como pura repetición del hoy (o con meros cambios adverbiales) o algo predeterminado o “progreso irremediable”. Ambas posturas, reaccionaria y revolucionaria, implican una visión fatalista de la historia, donde no hay lugar para la auténtica esperanza.

En la percepción dialéctica el futuro con el que soñamos no es inexorable. No va a venir como un regalo de la historia. Tenemos que hacerlo, que producirlo, o no vendrá, más o menos en la forma como lo queríamos. Y al hacerlo, tenemos que hacernos a nosotros mismos.

Hermosa tarea y hermoso sueño.

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