“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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sábado, 2 de marzo de 2013

Privatizaciones: del síntoma al diagnóstico


Hoy muchas personas protestan y se rasgan la vestidura contra los procesos de privatización que, a pesar de ser un fenómeno que viene de lejos, se agrava porque está afectando a los pilares básicos del estado de bienestar: educación, sanidad, servicios sociales… Pero me temo que la ceguera que padecemos, hace que nos quedemos en el diagnóstico de los síntomas, olvidando la patología que padecemos.
Los propios conceptos que utilizamos: "privatización", “externalización”… no son sino eufemismos cuya finalidad no es otra que la encubrir ideológicamente el proceso histórico de "apropiación", o “expropiación” que el marxismo situó, acertadamente, como raíz profunda de la propiedad privada. Es el mimo mecanismo, adaptado a los tiempos, de que se ha servido el capital históricamente para apropiarse de lo que antes era de todos (propiedad del Estado, o propiedad comunal, etc.) o que no era de nadie (por ejemplo las tierras de uso común) o, cuando estos medios no funcionan,  mediante la "expropiación" violenta de lo que antes era de otros.

Esta apropiación afecta también a pequeños y medianos empresarios que son derrotados en esa lucha diaria que exige la competencia, y expulsados del mercado y desterrados del círculo de la burguesía.  
Hoy comprobamos que los ciudadanos estamos siendo expropiados de esos servicios públicos esenciales, gracias a la connivencia entre el poder económico y político, o al secuestro de la política por la economía, el poder  expropiación y apropiación, para que los grandes poderes capitalistas prosigan su proceso de acumulación. Denunciar estos mecanismos tampoco pueden llevarnos a olvidar otra cuestión importante, y es la violencia que está al fondo y que es fundamento de las relaciones sociales en el capitalismo. Una violencia que hoy puede ser mucho más sibilina (terrorismo financiero,…) y que podemos seguir observando en los diversos procesos de privatización, es decir, de conformación, acumulación y concentración de la propiedad privada capitalista.
Este mecanismo de la apropiación/expropiación, es el que está en la base de la creciente desigualdad social, ya que la raíz de la pobreza en nuestra sociedad sigue siendo la falta de propiedad; y hoy, cuando la inmensa mayoría de la sociedad está desposeída y despojada de sus instrumentos de trabajo, se amplía su empobrecimiento con la desposesión de ese capital social que se había ido construyendo, fundamentalmente a través de las luchas obreras en el siglo XX.
Por eso, lejos de pensar que eran erróneas las conclusiones de Marx acerca de la progresiva proletarización de extensas capas sociales y la pauperización creciente del proletariado, que algunos sociólogos se apresuraron a proclamar, por ejemplo el Adiós al proletariado de André Gorz, hoy nos encontramos con una creciente proletarización, que afecta incluso a las clases medias, y que podemos denominar como “Trabajadores precarios. El proletariado del siglo XXI”, utilizando el título de un libro de Rafael Díaz Salazar.  
Ciertamente, la tesis de Marx necesita hoy de una relectura y, por ejemplo, hay que situarla al nivel global que constituye el marco de funcionamiento del sistema hoy; también, antes que renunciar al término proletariado, deberíamos entenderla en relación a los fenómenos que acompañan esa globalización: el empobrecimiento de amplias mayorías en el Tercer Mundo, no sólo clases sociales sino incluso países enteros, y la aparición de nuevas formas de pobreza en los países capitalistas, entre las que destacan los llamados “trabajadores pobres”.
Volviendo al tema de la ceguera ante esta realidad, cabe recordar como este sentido de las relaciones de producción ha desaparecido del pensamiento de la izquierda, que ha renunciado a transformar las relaciones de propiedad. Abandono que ha llevado a fijar la atención y las reivindicaciones en el nivel de las relaciones de distribución, y que ha llevado a convertir al consumo en el aspecto cultural central de la sociedad moderna, que durante mucho tiempo ha sido presentada, ideológicamente  como "sociedad de consumo", por más que sean la producción y la inversión los elementos claves del funcionamiento económico.

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