Hoy muchas personas protestan y se rasgan la vestidura contra los procesos
de privatización que, a pesar de ser un fenómeno que viene de lejos, se agrava
porque está afectando a los pilares básicos del estado de bienestar: educación,
sanidad, servicios sociales… Pero me temo que la ceguera que padecemos, hace
que nos quedemos en el diagnóstico de los síntomas, olvidando la patología que
padecemos.
Los propios conceptos que utilizamos: "privatización", “externalización”…
no son sino eufemismos cuya finalidad no es otra que la encubrir
ideológicamente el proceso histórico de "apropiación", o “expropiación”
que el marxismo situó, acertadamente, como raíz profunda de la propiedad
privada. Es el mimo mecanismo, adaptado a los tiempos, de que se ha servido el
capital históricamente para apropiarse de lo que antes era de todos (propiedad
del Estado, o propiedad comunal, etc.) o que no era de nadie (por ejemplo las
tierras de uso común) o, cuando estos medios no funcionan, mediante la "expropiación" violenta
de lo que antes era de otros.
Esta
apropiación afecta también a pequeños y medianos empresarios que son derrotados
en esa lucha diaria que exige la competencia, y expulsados del mercado y
desterrados del círculo de la burguesía.
Hoy comprobamos
que los ciudadanos estamos siendo expropiados de esos servicios públicos
esenciales, gracias a la connivencia entre el poder económico y político, o al
secuestro de la política por la economía, el poder expropiación y apropiación, para que los
grandes poderes capitalistas prosigan su proceso de acumulación. Denunciar
estos mecanismos tampoco pueden llevarnos a olvidar otra cuestión importante, y
es la violencia que está al fondo y que es fundamento de las relaciones
sociales en el capitalismo. Una violencia que hoy puede ser mucho más sibilina
(terrorismo financiero,…) y que podemos seguir observando en los diversos
procesos de privatización, es decir, de conformación, acumulación y concentración
de la propiedad privada capitalista.
Este
mecanismo de la apropiación/expropiación, es el que está en la base de la
creciente desigualdad social, ya que la raíz de la pobreza en nuestra sociedad
sigue siendo la falta de propiedad; y hoy, cuando la inmensa mayoría de la
sociedad está desposeída y despojada de sus instrumentos de trabajo, se amplía
su empobrecimiento con la desposesión de ese capital social que se había ido construyendo,
fundamentalmente a través de las luchas obreras en el siglo XX.
Por eso,
lejos de pensar que eran erróneas las conclusiones de Marx acerca de la
progresiva proletarización de extensas capas sociales y la pauperización
creciente del proletariado, que algunos sociólogos se apresuraron a proclamar,
por ejemplo el Adiós al proletariado de André Gorz, hoy nos encontramos con una
creciente proletarización, que afecta incluso a las clases medias, y que
podemos denominar como “Trabajadores precarios. El proletariado del siglo XXI”,
utilizando el título de un libro de Rafael Díaz Salazar.
Ciertamente,
la tesis de Marx necesita hoy de una relectura y, por ejemplo, hay que situarla
al nivel global que constituye el marco de funcionamiento del sistema hoy;
también, antes que renunciar al término proletariado, deberíamos entenderla en
relación a los fenómenos que acompañan esa globalización: el empobrecimiento de
amplias mayorías en el Tercer Mundo, no sólo clases sociales sino incluso países
enteros, y la aparición de nuevas formas de pobreza en los países capitalistas,
entre las que destacan los llamados “trabajadores pobres”.
Volviendo al
tema de la ceguera ante esta realidad, cabe recordar como este sentido de las
relaciones de producción ha desaparecido del pensamiento de la izquierda, que
ha renunciado a transformar las relaciones de propiedad. Abandono que ha
llevado a fijar la atención y las reivindicaciones en el nivel de las
relaciones de distribución, y que ha llevado a convertir al consumo en el aspecto
cultural central de la sociedad moderna, que durante mucho tiempo ha sido presentada, ideológicamente como "sociedad de consumo", por más que sean la
producción y la inversión los elementos claves del funcionamiento económico.
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