El
pasado domingo, 10 de marzo, tuvo lugar en Zaragoza (y en diversas ciudades
españolas) una manifestación convocada por la “cumbre social” bajo el
lema:" Contra el paro, seis millones de razones.
Mi impresión
personal, que es una manifestación de cumplimiento (cumplo y miento) como
muchos de los actos eclesiales. Se trata de guardar las apariencias, sin
implicarse ni complicarse. Una manifestación, como muchas de las que se
convocan desde los sindicatos mayoritarios últimamente, con el objetivo de
aparentar que se está haciendo algo, y que se sigue teniendo capacidad de
movilización. Entiendo que no se cumplió ninguna de estas previsiones. La
desgana con la que se convocó (entre los pocos asistentes había quienes decían
que se habían enterado de casualidad, que nadie les había informado…) Me consta
que al aparato sindical le bastaba con que cada federación sindical
comprometiera un mínimo de asistentes para poder lucir los pendones (como en
las procesiones religiosas) y que personalmente me recuerdan otra liturgia más
peligros: la fascista.
No
cabe duda de que hay una importante diferencia entre las convocatorias de las
mareas y otras organizaciones nacidas a raíz del 15M (stop desahucios…). No
sólo por el número de personas que arrastran, sino por su tipología (no son los
de siempre) y por el carácter, mucho más fresco, festivo y participativo.
La
liturgia sindical huele a rancio, pero porque sus estructuras y funcionamiento
se ha vuelto rancio, y tienen más presentes los intereses corporativos y particulares
que las preocupaciones de los trabajadores
y de los ciudadanos que, al igual que en la esfera política, son reducidos a
sujetos pasivos cuya única participación es votar en las elecciones y asistir a
las manifestaciones que convocan.
Otra
cuestión que merece reflexión es que se trataba de una manifestación convocada por
la cumbre social, pero ¿qué es la cumbre social?, mejor dicho, ¿en que se ha
convertido la cumbre social?
Desde
mi experiencia personal la cumbre social aragonesa nace del seguidismo a las decisiones
de las cúpulas sindicales en Madrid que, bajo el reclamo de la necesidad de
respuestas unitarias -sentimiento compartido por muchas personas especialmente
en un contexto de graves agresiones- tienen otros objetivos más interesados: intentar
lavar su imagen, sometida a profundo desgaste (y no sólo por las críticas desde
la derecha neoliberal) y recuperar una iniciativa social que han perdido en
favor la sociedad civil, ya que el 15M, las mareas, cuentan no solo con la
simpatía, sino también con un importante apoyo de los trabajadores y de los ciudadanos.
Algo que es difícil de digerir desde los
aparatos sindicales, acostumbrados a que todo funcione a “toque de pito”, y que
muchos de cuyos líderes se manifiestan abiertamente anti-asamblearios (nosotros
no somos asamblearios, dicen; pero no explican qué son y cómo funcionan). Por
otra parte, es patrimonio compartido por la cultura sindical mayoritaria el no
dar protagonismo a los grupos minoritarios, que se convierten en sus
principales enemigos, ya que pueden disputarles su clientela. Por tanto, se
trata de desactivarlos cuanto antes y, para ello se usan los mismo métodos que
se usan desde el poder: intentar atraparlos en las propias redes para
inmovilizarlos y, cuando esto no funciona desprestigiarlos.
En
definitiva, nos encontramos ante un dilema importante: ¿cómo gestionar el conflicto
social creciente? Los sindicatos mayoritarios se han acostumbrado a la
negociación y al pacto, y han perdido la lógica del conflicto: han asumido los
mecanismos básicos del sistema y no los cuestionan; no se cuestiona la legitimidad
de la propiedad capitalista, del beneficio y la acumulación. Por otra parte,
los movimientos sociales emergentes nacen con frecuencia como rechazo a la
capacidad de los representantes sindicales para defender sus legítimos derechos
e intereses, fuertemente golpeados, a menudo con el acuerdo sindical que rehúye
de la protesta y el conflicto como camino (Eres, despidos...). Por ello pueden
pecar de ingenuidad, pero apuntan maneras, presentan mecanismos participativos,
respiran un aire más sano. Sin duda, ellos son hoy un referente y sus denuncias
apuntan caminos de regeneración que no podemos ignorar.
Hacía tiempos que no te leía. Tiras con balas del 50 lo menos. Y tienes la razón del profeta. Así que prepárate a recibir hostias.
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