“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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domingo, 5 de diciembre de 2010

Pensar para ser libres

Hannah Arendt, apoyada en su experiencia personal en unos momentos difíciles (p.e. su amante, Heidegger, considerado uno de los más grandes filósofos del siglo XX, se afilió al partido nazi y se convirtió en rector de la universidad de Friburgo, en un momento en que las leyes raciales que impedían a los judíos acceder a los estudios universitarios,...) formuló algunas ideas que hoy nos pueden ayudar a situarnos en el presente:

Ser intelectual o profesor universitario no es garantía suficiente para practicar un pensamiento crítico, sino que pensar –esa reflexión por la que uno dialoga consigo mismo, se plantea cuestiones y trata de resolverlas- es una actividad distribuida a lo largo y a lo ancho de las distintas capas sociales.

Así, frente a esa visión mítica tan extendida en nuestro tiempo de que los técnicos, los intelectuales,... pueden resolver nuestros problemas, esta pensadora nos recuerda que ser intelectual o profesor universitario no es garantía suficiente para practicar un pensamiento crítico. Y que el pensar (entendido como esa reflexión por la que uno dialoga consigo mismo, se plantea cuestiones y trata de resolverlas) es una actividad distribuida a lo largo y a lo ancho de las distintas capas sociales.

Esta visión le lleva a una conclusión, no menos importante, como la de que independientemente del grado de cultura, siempre hay personas que piensan por sí mismas y que en el momento decisivo no se comportan de un modo sumiso, obediente o crédulo frente a la realidad. Ella se refería al horror del totalitarismo, pero podemos ampliarlo a otras situaciones de nuestra realidad: el totalitarismo de los mercados; la perversión de la política, sometida a los intereses de esos mercados, frente a las causas y consecuencias de una crisis que destruye la vida de tantas personas,...

Conviene, por tanto, no olvidar en estos momentos de búsqueda esas enseñanzas de Hannah Arendt: que la incapacidad para pensar la podemos encontrar en gente considerada muy inteligente, mientras que podemos encontrarla entre la gente sencilla y humilde; entre las buenas personas, capaces de oír a su conciencia porque están habituadas a pensar por sí mismas, y que no son necesariamente personas educadas o cultas.

De esta visión podemos, además, extraer otras enseñanzas interesantes. Por ejemplo, que no debemos confundir pensar con ideología, ya que con frecuencia las ideologías quedan reducidas a sistemas de conceptos ya hechos, que ofrecen respuestas generales a circunstancias siempre cambiantes y particulares; esto es, las ideologías se convierten en lo opuesto a pensar.

Por tanto, más que rechazar la ideología, lo que critica es la adscripción acrítica a la misma, o el convertirla en un refugio seguro que nos libera del pensar. El aprendizaje que podemos extraer tiene que ver con el sentido del acto de pensar, que implica conciencia personal, reflexión en soledad y silencio y el juicio que atiende a lo particular. Cuando se niega esta forma de pensar, lo que se niega es la libertad.

Otro mito que atenta contra el pensar es la supervaloración de la teoría científica, y que abre otra cuestión no menos interesante, la relación entre verdad y libertad. Y, para ejemplificar lo que quiere decir pone un ejemplo que sigue siendo perfectamente válido: “si una teoría demostrara la superioridad de una raza sobre otra, habría que rechazarla por muchas demostraciones que aportara, por mucha erudición con la que contara, porque no se puede aceptar que una doctrina niegue la posibilidad de una amistad entre dos seres humanos de raza diferente”.

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