“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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lunes, 20 de diciembre de 2010

El sentido moral del gobierno de Zapatero

Zapatero en la reciente inauguración del AVE Madrid Valencia ha señalado que "sólo un gran país como España puede ponerse a la cabeza mundial de la alta velocidad y tener la visión de futuro necesaria para acometer esta profunda transformación".
Parece que Zapatero, como una inmensa mayoría de gobernantes, ha llegado a ese momento en que, encerrado en sí mismo y en su esfera de poder, comienza a vivir un estado de ensimismamiento que le vuelve ciego e insensible a la realidad social, al tiempo que comienza la obsesión por inmortalizarse, y que se pretende alcanzar a través de grandes obras, como el AVE, de modo similar al intento de los faraones con las pirámides, o de otros muchos gobernantes con arcos de triunfo, como el de Paris, que pretende inmortalizar a Napoleón Bonaparte. Tal vez lo característico de este sueño moderno es su afán de rendir culto a la técnica, convertida en pócima mágica capaz de vencer todos los problemas, y a la competitividad, pretendiendo ser los primeros, los más grandes.
No es un sueño exclusivo del presidente de gobierno, limitado a la política estatal o a una determinada opción política, sino un sueño que comparten la mayoría de virreyes, de toda clase y pelaje, en el ámbito autonómico, local… cuando deciden anteponer a los intereses sociales grandes obras y eventos que los inmortalice, haciéndoles escapar de la fugacidad del ser.
En ese sentido cabe entender la frenética carrera por las líneas de alta velocidad, las exposiciones universales de diverso tipo, los grandes acontecimientos deportivos, con su paquete de grandes obras y todo un conjunto de parafernalias (ciudades de las artes y las ciencias, circuitos de alta velocidad, campos de fútbol, campos de golf, centros de interpretación diversos, polideportivos, piscinas,…) que, con independencia de su utilidad para los ciudadanos, se convierten en objetivos prioritarios de la política en su respectivo nivel. También hay que señalar que, junto a ese interés metafísico, aparecen intereses más materiales, pues dónde están las grandes obras suelen aparecer las grandes comisiones y corrupciones.
No se acaba de entender, por ello, la adhesión entusiasta de muchos ciudadanos a este tipo de actividades, unas veces mediante su aplauso, y otras como voluntarios de ese modelo de ciudad a que se aspira, y en la que bajo el manto de la espectacularidad se esconden las miserias que la realidad, tozuda ella, se empeña en escupirnos a diario: cuatro millones de parados; el 40 por ciento de los ellos viviendo en hogares donde nadie trabaja; 2 millones de personas están prácticamente sin ingresos. Pero como atender menudencias como estas no inmortaliza a nadie, es más fácil suprimir los miserables 426 euros, alargar la edad de jubilación, para incrementar la fila de jóvenes parados,… Al fin y al cabo, nuestros políticos podrán presumir de ser campeones en paro y pobreza.
Tal vez sería conveniente recordarles a nuestros políticos como Cicerón en “El sueño de Escipión”, escrito en pleno derrumbe de la Roma republicana, narra como Escipión el Africano se aparece a uno de sus descendientes para revelarle que la verdadera gloria no consiste en los premios, los halagos y reconocimiento en vida, sino en la virtud; siendo la principal virtud la acción que busca la salvación de la patria... Y a renglón seguido, añadir una nota pragmática recordado lo que se dice que comentó Maquiavelo a propósito de esta obra: que esos grandes hombres que habían fundado y gobernado con acierto estaban en el infierno, pues para llevar a cabo las grandes obras que los inmortalizaron habían tenido que violar las normas de la moral.

1 comentario:

  1. Sin palabras.
    De ahí la disputa de nuestros gobiernos de un tiempo a esta parte: quien se llevará la medalla como campeones del paro y la pobreza.

    Desde luego hay que reconocerles a unos y otros que la persecución de su objetivo dificilmente podríamos haberla hecho mejor...

    Una ceguera elegante; Nos hemos coronao

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