“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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sábado, 22 de diciembre de 2012

Pensando en el 2013: del optimismo del PP a las razones para la esperanza del pueblo


Rajoy y el gobierno anuncian que 2013 va a ser mejor. Mientras, a nada que leas el periódico, a pesar de lo escondido que está, ves como sigue incrementándose la lista de despidos, el cierre de empresas, las dificultades de las familias, los desahucios...
Saca pecho el gobierno diciendo que han aumentado las importaciones, y que eso es una buenísima noticia. Pero ocultan que el conjunto de la economía ha caído este año 2012 (se espera que el 1,4% en 2012 y algo más en 2013, el 1,6%, y esto es así porque a pesar de las exportaciones sigue cayendo el consumo de las familias (por la reforma laboral, los recortes…. Y también el consumo público ce las administraciones, embarcadas en una carrera loca de recortes y privatizaciones) ). Por eso hay que recordar que una verdad a media es una mentira, y en este caso una mentida muy gorda. Veamos porqué.
Por más que nos digan, las reformas laborales y muchos de los recortes que se están haciendo tienen por objeto convertir a España en un país competitivo abaratando la mano de obra (reduciendo salarios, endureciendo las condiciones laborales, facilitando el despido, etc.), y aunque se sabe que este tipo de políticas empobrecen a la población del propio país (ahí están las experiencias anteriores de las políticas de ajuste en América del Sur…) se espera que las empresas puedan vender fuera (sobre todo a Alemania). En un comentario a vuela pluma podríamos decir que este modelo, tan impulsado por la CEOE y el PP, también en la última etapa del PSOE,  supone una clara traición al interés común del país, y una sumisión a las potencias extranjeras.

Aparte de eso, esta política supone un fracaso porque no solo no logra compensar con las exportaciones el empobrecimiento general del país, sino que además hipoteca el futuro, y lo hace por diversas vías: la emigración de jóvenes profesionales, que priva de importantes recursos humanos, los recortes en educación e investigación, que agravaran esa pérdida; los recortes en sanidad y servicios sociales, que empujan a la pobreza, la marginación y la muerte (por suicidio, por falta de asistencia, por falta de recursos...
Mienten cuando afirman que 2013 es la última etapa de ese destierro que atraviesan las clases populares del estado,  y que después vislumbraremos el paraíso neoliberal. Y lo hacen porque no hay evidencias de ello: el paro sigue creciendo, el empleo es escaso y de mala calidad, las clases medias en que se apoya este tipo de sociedad ha entrado en un acelerado proceso de empobrecimiento y precarización, que alcanza incluso hasta determinados sectores de la pequeña burguesía; el agujero bancario sigue sin ver fondo, y no existe voluntad política alguna de poner orden en este nido de aves carroñeras; la capacidad política es nula, los grandes partidos han demostrado que están claramente fusionados con el poder económico y financiero, y sus métodos y prácticas solo obedecen a esos intereses, con lo que a medio plazo las políticas de bien común no parecen posibles;.
Tampoco parece que las soluciones a la dramática situación pueda venir de los sindicatos mayoritarios que, a pesar de los discursos oficiales, en la práctica cotidiana siguen más empeñados en conservar los privilegios de una burocracia dirigente (amenazada también por los recortes, y que reacciona con el sálvese quien pueda) que en adoptar una política decidida de defensa de los intereses generales de los trabajadores (y los parados, y los que aun no han podido acceder al mercado laboral,  y los que lo han hecho en pésimas condiciones…) y de la ciudadanía.  A los sindicatos les pasa cada vez más como a la iglesia católica: que ni su mensaje, ni su liturgia (manifestaciones llena de pendones, huelgas generales con objetivos difusos -¿un referéndum?-…) llegan a la gente, porque no se sitúan en el centro de los problemas: las superación del sistema.
Ciertamente, hay signos de esperanza, emergentes, y aunque llenos de significado, todavía pequeños. Por eso habrá que esperar.

Esperar a que esa nueva socialización política de una buena parte de la sociedad española que está suponiendo el 15 M, la lucha contra los desahucios, las mares, la lucha de los afectados por las preferentes, los engañados por la banca… vaya dando sus frutos, con nuevas formas de organización y participación, que convivan y transformen las existentes; con una nueva ley electoral que recoja y exprese mejor el pluralismo social; con nuevos cauces institucionales de participación y control de la sociedad civil,…
Esperar a que esa pérdida de confianza de buena parte del pueblo en las instituciones (pérdida sin duda sana y necesaria) y que queda manifiesta en el desenmascaramiento de los políticos (connivencia con los poderes, corrupción,…); de la banca (la gente ha perdido la confianza en los bancos y cajas de ahorro, en su función de asesoría en el uso de los ahorros), de la iglesia jerárquica (encerrada en sí misma y sus privilegios y que se niega a reconocer la realidad…) comience a dar sus frutos en otras instituciones para regular la vida y las relaciones sociales.
Esperanza en el redescubrimiento de la solidaridad y la gratuidad como forma de construir relaciones sociales más auténticas. Y ahí tenemos multitud de ejemplos. El creciente esfuerzo de millones de personas, ya sea en forma de voluntariado, de ayudas económicas o materiales,  colaborando con organizaciones que se ocupan de los “cuidados paliativos” a tanta persona pobre y marginada (Bancos de alimentos, Caritas, comedores sociales, mercadillos y rastrillo solidarios…). O el esfuerzo y la entrega generosa de tantas personas por apoyar a sus vecinos ante las adversidades, especialmente en el caso de los desahucios, tal vez la flor más hermosa del 15 M, de momento. O el esfuerzo de las familias por ayudar  a las personas más débiles, empezando por los jubilados, que en muchos casos su pensión se convierte en la principal fuente de ingresos y supervivencia…
  Todo ello constituye un impulso ético de primer orden para regenerar no solo la vida social, sino también la política y la económica. Un esfuerzo que demuestra que no sólo otro mundo es posible, sino que ya está abriéndose paso y todos tenemos obligación y responsabilidad en que pueda seguir desarrollándose. 

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