“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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viernes, 14 de diciembre de 2012

Adviento y víctimas de los desahucios: ¿tiempo de esperanza?


Al comienzo del Adviento el Evangelio de Lucas (21, 25 y ss) anunciaba señales de esperanza que es necesario discernir. En concreto hablaba de “En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados ... Los hombres desfallecerán de miedo, aguardando lo que se le echa encima al mundo … Cuando comience a suceder todo eso, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación… Poned atención, que no se os embote la mente”


Y ciertamente, encontramos pueblos angustiados y desconcertados. Baste recordar la situación en Grecia, embarcad en un destino galopante hacia la pobreza, la violencia policial contra los trabajadores y ciudadanos que protestan por la pérdida de su trabajo, de sus derechos de su dignidad; la violencia contra los emigrantes ejercidas por grupos de un renaciente fascismo, y lo que es más grave, consentidas y legalizadas por el poder político griego, por las instituciones europeas que no intervienen… Pero la situación en España no está lejana, pérdida de trabajo, recortes, crecimiento de la xenofobia, el racismo y el fascismo, buena parte incrustada el Partito Popular en el poder, que la utiliza sin escrúpulos ya sea para aptar votos, ya sea para difuminar su nefasta política… Tampoco Portugal y otros países pobres de Europa están mejor. Incluso Francia, Alemania y otros países ricos de Europa empiezan a sentir las consecuencias de ese yugo que han impuesto sobre el resto de países defendiendo los intereses de sus grupos de poder financieros e industriales.

Y ello por no mirar a Egipto, a Siria, a Irán… o por no hablar de los tambores de guerra que suenan ya en el planeta y que nos muestra esa multitud de pueblos angustiados y desconcertados.

También nos dice ese evangelista que los hombres (y mujeres) desfallecerán de miedo. Pienso que el miedo es el arma que utilizan los poderosos para someter a los pueblos cuando ha dejado de funcionarles la seducción y el engaño. Cuando ha quedado al descubierto la mentira del sistema que prometía la felicidad a base de un consumo creciente y de aparentar a través de signos externos, que también eran comprados en el mercado… entonces adoptan el camino del miedo y la violencia. El paro, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, la degradación de las condiciones laborales, los recortes en los servicios sociales, en los servicios esenciales a los ciudadanos y la represión violenta de todo intento de protesta…. Una violencia que adopta ya tintes trágicos, y que va dejando un reguero de víctimas inocentes:


Estas víctimas me provocan un montón de sentimientos. En primer lugar la indignación, la rabia y la impotencia. Y en seguida me asalta la imagen de los victimarios, de las personas que están ejerciendo esa violencia: banqueros que nos han arrastrado a esta catástrofe y se siguen enriqueciendo a nuestra costa; que están apropiándose de todos nuestros impuestos para salvaguardar su egoísmo e ineptitud, mientras quedamos totalmente desprotegidos e indefensos; en los políticos que hace tiempo han renunciado al bien común, y aceptan gustosos su servilismo ante los poderes económicos y financieros… Son los victimarios que producen todas esas víctimas inocentes…

Pero tampoco puedo dejar de pensar en nuestro fracaso como seres humanos. Esas, y otro montón de víctimas inocentes denotan que hemos sido incapaces de ejercer nuestra humanidad, mostrando nuestra cercanía a las personas y familias más afectadas y castigadas por esta crisis; para acompañarlas en su angustia y darles esperanza; para hacerles ver que no están (estaban) solas ni condenadas a ese triste destino. 

Pienso que en Adviento y veo a esas personas que han decidido quitarse la vida por que el sistema les ha quitado todo lo que tenían, incluso su dignidad, como seres que han perdido toda esperanza. Y me viene a la mente el profeta Ezequiel (37, 1), a quien el Señor dejó “en un valle todo lleno de huesos… todos ellos resecos”. Y resuena en mí la pregunta al profeta: “¿podrán revivir esos huesos?”. Y a la vez me interrogó: qué conjuro, qué opciones, qué compromisos son necesarios para que esos huesos no permanezcan ahí resecándose, gritándonos: “Nuestros huesos están calcinados, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos”.
Estas víctimas, tienen que ser el revulsivo para reavivar nuestro compromiso con la liberación del pueblo. Pero cómo. Los mismos textos de Adviento nos dan claves que más que sufrientes para situarnos, recuerdo algunas:


  • Como ya enseñaba Juan Bautista, y luego profundizará Jesús de Nazaret, lo que nos salvará de la esta crisis de humanidad en la que estamos inmersos será una economía de comunión y una sociedad a la altura de los últimos, como frutos maduros de una justicia solidaria. “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo” (Lc 3,11) 
  • El propio Bautista indica, además, nos enseña que nuestra adhesión las falsas teorías y doctrinas impide dar “frutos” y es causa del “castido”(Lc 3, 7-8; se refiere a la adhesión a la interpretación que hacen de la ley de Abrahán de les llevó a pensar que el castigo no caería sobre ellos, con lo cual se desentendían de sus responsabilidades). Hoy tendremos que preguntarnos cuáles son esas falsas doctrinas (sobre la crisis, la sociedad, la economía, las relaciones sociales…) que nos han llevado a esa situación (que produce víctimas concretas e inocentes) y qué es lo que hce que nos resitamos tanto a abandonarlas. 


Estas reflexiones sobre pueblos derrotados, personas desfallecidas de miedo, con tanta víctima fruto de una sociedad tremendamente desigual e injusta me llevan a pensar en María, la Madre de los Pobres. Particularmente en algunos pasajes que creo que nos aportan claves para situarnos en este duro y difícil contexto.
  • En la Anunciación y en el encuentro entre María e Isabel (la Visitación). En estos gestos María nos enseña el sentido profundo de nuestra misión: Primero, acoger el don de la esperanza en nuestras vidas (acoger a quién es nuestra esperanza, en nuestro caso Jesús, el hijo de Dios) e, inmediatamente transformar esa esperanza en servicio, convertirnos en esperanza concreta para los demás, en signo y anuncio de la Esperanza de Dios, que no se desentiende de nuestros sufrimientos, sino que viene en nuestra ayuda. Y hacerlo a través del arte de la visita, del encuentro entre personas, y de éstas con Dios, para hacer presente la realidad de la salvación
  • El otro es en el Magnificat, el gran canto de esperanza, y que nos llama a mirar la realidad con los ojos de la fe, y nos ayuda a descubrir realidades grandes en cosas pequeñas, a reconoce en los más insignificantes signos el poder de Dios, que no abandona a s pueblo, a los débiles e indefensos, sino que toma partido en contra de los poderosos de este mundo. 
En estos tiempos tan duros el Adviento alcanza más urgencia y necesidad que nunca. Ojala que este tiempo de Adviento sea un semillero de iniciativas y gestos concretos de amor y ayuda fraterna; un tiempo para recibir, en todas esas personas que sufren y padecen la crisis a nuestro Dios que “siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de enriqueceros con su pobreza” (2 Co 8, 9) y así convertirnos en esperanza cierta para el prójimo y para toda la sociedad.

Para concluir. No podemos olvidar que este tiempo de Adviento también está enmarcado en el Año de la Fe y la Nueva Evangelización. No sería necesario, antes de embarcarnos en aventuras en dejar claro el sentido de esa fe que estos días se nos va a revelar, y que si es necesaria una nueva evangelización es por que la anterior a fracasado estrepitosamente. No por el laicismo, secularismo... sino porque nuestro mundo en nada se parece al Reino de dios proclamado por Jesús, y además ha optado por su gran enemigo: el dinero. "Un empleado no puede estar al servicio de dos señores: pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero" (Lc 13, 13). Y parece que nuestra sociedad adora sobre todo al euro, el dólar... Algo habremos hecho mal y será necesario tomar nota. Sin esa conversión tampoco habrá esperanza para nuestro mundo, para las víctimas de la crisis.

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