“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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jueves, 4 de marzo de 2010

TESTIMONIOS DE FE O COMPROMISO

Reproduzco un artículo de Pilar de la Vega, publicado en Heraldo de Aragón, pues como señalaba otro amigo, es "profundo, vivencial, rescata referencias de experiencias muy especiales… es signo de esperanza".

Mucho se ha hablado estos últimos días del texto Bíblico que el Presidente del Gobierno leyó en el desayuno de oración del día 4 de febrero. Ha sido muy valorada su elección, hecho que sorprende pues últimamente parece que el Presidente no hace nada bien, aunque se ha criticado su presencia por no ser creyente. Se nos suele olvidar que Europa se asienta sobre tres colinas: la de la Acrópolis (esquemas aristotélicos según los cuales pensamos), la del Capitolio (Derecho romano según el cual funcionamos), y la del Gólgota (la tradición judeo-cristiana ha aportado a Europa el básico patrimonio común de derechos fundamentales). Los derechos del hombre no comienzan con la Revolución Francesa, sino que hunden sus raíces en aquella mezcla de hebraísmo y cristianismo que configura el rostro psicológico y social de Europa. La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que el Tratado de Lisboa convierte en vinculante, hace depender lo que llama el “patrimonio espiritual y moral”… “de los valores indivisibles y universales de dignidad humana, de libertad, de igualdad y de solidaridad”. Fue el cristianismo el primero que enseñó la igualdad de naturaleza de todos los hombres.

Cuando estudié a los estructuralistas franceses comprendí que todo tiene que ver con todo, que no hay una separación estricta entre los textos que conforman el relato del mundo. Por ello traigo hoy aquí otros testimonios, no tan divulgados. Están llenos de vida, de fe, de compromiso, de esperanza. No suelo leer testimonios como estos frecuentemente. Han causado en mí un fuerte impacto, que no es sólo emocional, es algo más profundo, quizá porque vivimos indiferentes a nuestra realidad espiritual. Sus palabras reflejan una manera distinta de ver y comprender realidades cercanas a todos nosotros.

El primero de ellos es de una persona de nuestra ciudad: “La Iglesia y con ella Caritas tiene alma de mujer. Así lo he sentido a lo largo de tantos años de vida querida y compartida en esta Iglesia nuestra de Zaragoza. La ternura, el afecto, la cercanía, el roce…son características tan femeninas de las que los hombres, sin duda, deberíamos aprender, y creedme que yo lo intento, aunque no siempre lo consigo…Pero así me he sentido siempre en esta Iglesia, acogido, y en ocasiones recogido, por esta Madre que ha sido para mí la Iglesia”. Nunca había leído una definición tan llena de vida, de sensibilidad de Caritas.

“Ya estoy fuera, mi corazón roto se empieza a recomponer con vuestros gestos de cercanía y calidez…” “Hoy hace un día lluvioso y frío, y esta mañana al venir a Caritas he sentido el aire entre mis manos, entre mis dedos, y reconozco ese tacto, reconozco tu mano, Te reconozco, es la misma mano que hace tres años me trajo hasta aquí, hasta esta puerta, y ahora, como no podía ser de otra manera vienes a buscarme para llevarme de nuevo de la mano, hacia otros proyectos, otras aventuras. De Ti me fío, siempre lo he hecho y no puedo dejar de hacerlo. A-Dios gracias.” Carlos Piñeyroa Sierra. Ha sido tres años Secretario General de Caritas. Hace tiempo que no leía un testimonio tan cercano y explicito de fe, de perdón, de esperanza. Pienso que cada vez hay más personas en nuestra sociedad que desean esta espiritualidad o trascendencia, porque vivimos condicionados por los prejuicios, normas de convivencia, estereotipos y de espaldas a ésta.

Más lejos en el espacio, pero cerca de los que tenemos la fortuna de poder leerle (ventajas de la Red y de tener amigas, que sí lo pueden escuchar) he recibido otro testimonio desde Tánger: “Durante muchos años así lo enseñé a mis alumnos de teología: cuando prediquéis, vuestra homilía ha de ser necesariamente política. Tiene razón quien pide a su Arzobispo que en la homilía “se dedique a predicar el Evangelio”. Si lo hacemos, si anunciamos a Cristo, si nos ocupamos de aquellos por quienes el Hijo de Dios se hizo hombre, entonces, sin remedio, nuestra predicación deviene subversiva, el anuncio se hace revolucionario, nuestra suerte queda ligada a la suerte de los pobres, y la homilía resultará escandalosamente política. El Evangelio, hoy como ayer, es una propuesta de Dios para cojos, ciegos, mudos, leprosos, viudas, ladrones, prostitutas, hombres y mujeres de la tierra, humanidad cautiva y oprimida, herida y maltrecha, humanidad innumerable que en todo tiempo los salteadores van dejando tirada al borde de los caminos. El cristiano es un hombre, una mujer, que se compromete responsablemente en la lucha por el bien de la sociedad. Y la predicación, ajena a bisbiseos de quejumbres y jaculatorias, se propone iluminar actitudes y comportamientos del creyente. Predicación y política son inseparables, como lo son el Evangelio y la vida”.(+ Fr. Santiago Agrelo Martínez. Arzobispo de Tánger).

Pilar de la Vega. Heraldo de Aragón. 3 de marzo de 2010

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