b)
Condiciones para una alternativa de activismo humanista
i. Hacernos conscientes del sistema
La primera condición es hacernos
conscientes, algo distinto a estar simplemente de acuerdo con las ideas
que oímos. Ser conscientes significa despertar a algo que hemos sentido o
presentido sin pensarlo, creyendo, no obstante, que siempre lo hemos sabido. Es
una evolución que tiene un efecto vitalizador y fortificante, porque es una
evolución interior activa, no un hecho pasivo de escuchar y dar o negar nuestro
acuerdo.
Aparte de la necesidad de hacernos
conscientes, esta conciencia tiene que referirse al sistema en su conjunto,
no a facetas aisladas y fragmentarias. No basta ser conscientes de que la
guerra del Vietnam es absurda, inmoral y peligrosa; de que la violencia negra es
consecuencia necesaria de la miseria en los suburbios negros; ni de que el
aumento del consumo, el uso de más aparatos, no aumenta la felicidad, sino que
sólo sirven de anestésico para el aburrimiento. Debemos hacernos conscientes de
que todas
estas características forman parte de un sistema que produce inevitablemente
todos estos síntomas; y por tanto, de que no conseguiremos nada combatiendo
los síntomas aislados, sino que debemos reformar el sistema en que arraigan.
Lo cual quiere decir hacernos
conscientes de la índole de un sistema industrial cada vez más burocratizado, orientado
por las metas del poder, del prestigio y de la diversión, y programado por los
principios de la máxima producción y del mínimo roce.
Debemos hacernos conscientes de que
este sistema en su conjunto deshumaniza a la persona y de que esta persona ha
dejado de ser, como lo era en el siglo XIX, la dueña de sus máquinas y ahora
está dominada por ellas, tanto el obrero como el directivo.
Por último, debemos hacernos
conscientes de que este sistema funciona sólo con nuestro consentimiento y
ayuda, y de que, si nosotros queremos cambiarlo, podemos cambiarlo mientras
siga habiendo democracia.
ii. Vislumbrar alternativas
Pero no basta con hacernos conscientes
del sistema. Tenemos que ver alternativas. En efecto, uno de los principales
obstáculos a la acción adecuada y racional está en que, o no se ven
alternativas al statu quo, o se nos proponen unas alternativas falsas y
demagógicas sólo para demostrarnos mejor que no hay alternativas verdaderas.
Una de estas alternativas engañosas es: o regresar a la era preindustrial, o
avanzar hacia la sociedad de la megamáquina. Y otra, en el terreno político, es
el derrumbamiento de Estados Unidos de acuerdo con la teoría del dominó, o
continuar la guerra del Vietnam hasta conseguir la destrucción de todo el país,
aunque Estados Unidos sufra graves pérdidas materiales y morales.
Otra alternativa engañosa es:
expropiación de toda propiedad, o sociedad de totalitarismo empresarial. Y
otra: o religión teísta (cristianismo), o materialismo desalmado, idolátrico.
Pero la más básica de las alternativas erróneas será probablemente la que se plantea
entre un supuesto “realismo”, entendido como una automatización no regulada por
decisiones basadas en estimaciones humanas, y un utopismo entendido como una
persecución de objetivos inciertos e irrealistas, sólo porque no se han
realizado todavía.
Lo que más importa es despertarnos a
la realidad de que hay alternativas verdaderas, es decir, posibilidades reales que
no son ni lo viejo ni lo ficticiamente contrario. La alternativa real en el terreno de
la organización social es la de un industrialismo humanista, medidas
tales como la descentralización, la autogestión y la actividad individual
responsable en todos los ámbitos. Lo cual quiere decir, no expropiación de la
propiedad, sino regulación de su administración, orientada por los principios
del óptimo valor para el desarrollo del hombre.
En el ámbito psicoespiritual, tenemos la nueva alternativa
de un marco de referencia común al teísta y al no teísta. En este
marco de referencia, el fin de la vida es el pleno desarrollo de las facultades
humanas, especialmente las de razón y amor, la superación de la mezquinidad del
propio ego y el desarrollo de la capacidad de entrega; la plena afirmación de
la vida y de todo lo viviente, contra la adoración de lo mecánico y de lo
muerto.
Por último, la alternativa verdadera a
realismo y “utopismo” nace de un conjunto de fenómenos (pensamiento,
conocimiento, imaginación y esperanza), que capacitan a las personas para ver
unas posibilidades reales que ya apuntan. Si falta un solo elemento de ese conjunto
será difícil descubrir nuevas alternativas. La alternativa real que propone
Fromm es la de efectuar unas reformas radicales a través de los procedimientos democráticos
“movilizando” un amplio sector del pueblo que prefiera estas reformas radicales
a la muerte física y mental.
Señala que muchas de las críticas, así
como las alternativas, se hacen en términos generales, y eso no basta. Especialmente
en lo que se refiere a las alternativas, hacen falta muchísimos estudios y
experimentos para convertir ideas generales en sugerencias precisas. Lo cual es
aplicable a la cuestión de la descentralización, de la autogestión, el carácter
de las posibilidades humanas racionales frente a las irracionales, los
incentivos al trabajo, la cuestión de actividad frente a pasividad, la de una
filosofía humanista radical, y otras muchas. Entre ellas, uno de los problemas principales
será el decidir si debe reducirse o modificarse el empleo de computadoras
electrónicas, la cibernética y la automatización, etc., para facilitar que la
personas pueda recuperar el dominio sobre las máquinas.
Una característica esencial ha de ser la
premisa de que la persona es la categoría esencial en todo plan y en toda
previsión. No basta con tratar de posibilidades técnicas más o menos previsibles,
olvidando al hombre y la mujer en cuanto son afectados por los cambios técnicos
y sociales, o de los cambios de la persona que afectan a la organización social.
No pueden olvidarse los juicios que debe formarse las personas para decidir si
prefiere el máximo consumo y, por tanto, la máxima enajenación, o un nivel
inferior de consumo, esto es, un consumo como medio para una vida humanamente
más rica, y conservado en las dimensiones ajustadas a la realidad humana.
Recuerda que hoy se ha puesto de moda entre
muchos sociólogos un estilo enajenado, casi esquizofrénico, que propone
eliminar del análisis social al hombre como un ser que siente, vive, sufre y
piensa.
Continuara....
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