“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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lunes, 8 de octubre de 2012

LA BÚSQUEDA DE UNA ALTERNATIVA HUMANISTA (1)


Las próximas entradas (3) las dedico a comentar unas reflexiones de Erich Fromm en 1968. Un gran humanista qué –junto a otros- puede ofrecernos claves para repensar hoy en día la necesidad de una alternativa humanista, y que puede ser de utilidad a la hora de ayudar a concretar hoy compromisos liberadores, superando ese anquilosamiento de la conciencia social que tan caro estamos pagando, ¿Qué podemos hacer? Esa es hoy una cuestión clave a la que hay que encontrar respuestas… y a ello quieren contribuir este y las dos próximas entradas.
En los años en que escribe estas reflexiones (1968, EE.UU)  a Fromm le preocupa poner en marcha un “movimiento” humanista alternativo, y creía que, en ese momento, había una base suficiente entre la población.

a) ¿Adónde vamos?
Inicia su reflexión señalando las causas que exigen esa alternativa, en concreto:
i.            Los peligros que, en ese momento, amenazaban al mundo (y a EE.UU.): la guerra atómica, la brecha cada vez más grande entre los países ricos y los países pobres, la decadencia de nuestras ciudades y el no haber conseguido mejorar la situación de los sectores “subdesarrollados” de la población estadounidense…. Señalando insistiendo en cómo a pesar de saberse todo esto no hay ningún plan, no hay ninguna acción efectiva para variar un rumbo que, abandonados a él, puede llevarnos al hundimiento de la civilización, y quizá a la total aniquilación del hombre.
ii.            La nueva organización social que está apareciendo en los países más industrializados, y que define como “industrialismo totalmente burocratizado[1]”. En esta nueva sociedad (la de la segunda revolución industrial) el individuo desaparece; queda completamente enajenado. Está programado por los principios de la máxima producción, el máximo consumo y el mínimo roce. Y trata de aliviar su aburrimiento con toda clase de consumo, comprendido el consumo de sexualidad y estupefacientes.
A la hora de comprender la adaptación de las personas a este funcionamiento de la megamáquina, hay que tener en cuenta las posibilidades de utilizar la neurología y la fisiología para hacerle cambiar de sentimientos, además de manipular su pensamiento mediante las técnicas de sugestión. Fromm consideraba que esa nueva sociedad a la que nos encaminamos constituye un cambio en la existencia humana, cuya trascendencia es mayor que el paso de la sociedad medieval a la sociedad moderna o las mutaciones las provocadas por las revoluciones francesa y rusa.
Frente a los que aceptan esta evolución como inevitable o como esencialmente beneficiosa dice que no acaban de comprender que la persona no es una “cosa” pasiva, sin vida, y que el estado de crónica esquizofrenia leve (separación entre pensamiento y afecto) y la depresión que se está comenzando a vivir llevaran, o a estallidos de violencia desenfrenada, o al desfallecimiento de tales sociedades por falta de vitalidad.

Tras esa reflexión inicial se planta ¿Qué alternativas hay para escoger? Y señala las siguientes:
iii.            Dejar que las cosas marchen por sí solas y esperar que todo salga bien, Dice que es la que acepta la mayoría, incluso hombres y mujeres de buena voluntad e inteligencia. Esta alternativa puede evitar por el momento noches de insomnio, pero no hará cambiar el rumbo de los acontecimientos que nos llevan a la catástrofe.
iv.            Entender que el sistema va a la catástrofe y que ninguna reforma podrá hacerle cambiar de rumbo; que la única posibilidad de evitar la catástrofe es cambiar el sistema mismo y que este cambio sólo puede conseguirse mediante una revolución a escala internacional.  Cuando todos los países subdesarrollados se vuelvan contra los países industriales, especialmente contra su cabeza, Estados Unidos, podrán derribar el sistema del mismo modo que los campesinos chinos derribaron a sus gobernantes de las ciudades) por eso llamará a esta alternativa “maoísta”).
Dice que este punto de vista tiene mucha lógica y mucha audacia, pero que es una postura de desesperación, mezclada con mucha novelería, fraseología y temeridad. Un ataque mundial a Estados Unidos terminaría por establecer el fascismo en este país y quizá en los demás países industriales, así como las tiranías más despiadadas en el resto del mundo (incluso con ataques nucleares…).
Además, entiende que no hay nada que pudiera llamarse una situación revolucionaria en Estados Unidos, excepto en las fantasías de una minoría y, por consiguiente, el empleo de medios revolucionarios en una situación no revolucionaria es fraseología y temeridad.
v.            ¿Hay una tercera alternativa? Cree que sí, y que esa posibilidad, por mínima que sea, quizá se nos ofrezca ahora por última vez. Como alternativa, sólo será real mientras la sociedad (estadounidense) no haya perdido los elementos fundamentales de una sociedad democrática y mientras haya muchísimas personas que no estén todavía castradas sentimentalmente, que no se hayan convertido en robots y en hombres organizados.
La primera cuestión que hay que estudiar y discutir al hablar de una tercera alternativa es: ¿cuántos jóvenes y mayores forman parte de este grupo que todavía conserva bastante sustancia humana, que sigue guardando bastante de la tradición humanista para que se pueda recurrir a ellos intelectual y sentimentalmente? La cuestión es si hay muchísimas personas, desde conservadoras a radicales, a las que se pueda “mover”. Mover, en el doble sentido de la palabra: “tocados” en sus sentimientos y empujados a la acción.
Creía que este sector era considerable, y que lo que importaba no era si ese sector tenía conciencia clara de los peligros y de las alternativas. Lo que importaba es “que sienten la verdad y se los puede hacer conscientes de lo que sienten sólo oscuramente”. Si la conciencia del peligro de la sociedad megamecánica puede movilizar a conservadores y a radicales será por tratarse de una amenaza tan grave que afecta a los intereses vitales de todos aquellos que no estén todavía completamente enajenados y, en consecuencia, puedan sentir esta alarma.
Continuara...



[1] Sociedad semejante a la que Lewis Mumford denominó la “megamáquina” (1967), o a la que Aldous Huxley en “Un mundo feliz” (1946) definió de manera novelística.

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