“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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miércoles, 3 de octubre de 2018

Los intocables


Rechina que una persona pueda ser declara inviolable, tanto en su acciones públicas como privadas. Es reconocerle carta blanca para delinquir, sin que nada pase. Así declara la Constitución Española al Rey, revistiéndole de un carácter de intocable que echa por tierra cualquiera de los principios de la democracia, y sus tan tatareadas banderas de transparencia, rendición de cuentas….

Si mal está que la constitución reconozca ese carácter al rey en ejercicio, que más bien parece un continuum de aquella aciaga y abominable coletilla de “caudillo de España por la gracia de Dios”, peor aún, que ese derecho se extienda se extienda al rey emérito y su familia, mediante la figura de su aforamiento, y se haga por la puerta de atrás; además, que lo haga un partido salpicado hasta las cejas por casos de corrupción.

Pero estos privilegios no se detienen en una monarquía inexplicable en el siglo XXI, y que como dijera en su día Lluís Maria Xirinacs, es una cuestión de un espermatozoide en busca de un óvulo; si no que se extienden a toda la clase política, bajo la fórmula de aforados y que, como acabamos de ver con el máster de Casado, impide que dichos políticos reciban de la justicia el mismo trato que cualquier ciudadano. Ese trato discriminatorio, por una justicia que es nombrada y rinde pleitesía a los políticos, también a los que juzga, es otro socavón terrible en la esta democracia liberal que ha perdido el oremus. Cabrían muchas referencias a esta connivencia entre el poder ejecutivo (en un sentido amplio) y el poder judicial, a la mentira que se esconde tras la cacareada separación de poderes. Algo de dominio público y sobre lo que no cabe echar más leña al fuego, a fuer de seguir alimentando una apatía e indiferencia de tantos ciudadanos que parece inclinarles a buscar seguridad en opciones que parecen rememorar los fascismos que tan deleznable huella dejaron en la historia reciente.  

Los jueces parecen ser otro de los estamentos tocados por la varita mágica de la "intocabilidad". Sus dictámenes y sentencias injustas e inexplicables (ahí quedan las mujeres y los niños y niñas asesinados por que un / una juez les denegó la protección que demandaban frente a un maltratador; también las extravagancias  y sin sentidos que dan lugar a sentencias como las de "la manada", etc.) ¿Por qué no se les puede pedir cuentas cuando la justicia parece convertirse en un apéndice de su ideología?, ¿por qué no se les puede exigir responsabilidades, como a cualquier personas trabajadora?

Hay castas que en el pasado disfrutaban de un poder casi omnímodo, como los médicos, los clérigos… que empiezan a ver cómo tienen que hacer frente a sus responsabilidades y errores. Sin embargo otros persisten y, todo parece indicar, que lo hacen para proteger a las élites, no sólo a la política, sino sobre todo a la económica, de la que aquella actúa como escudera.

Así las cosas, nuestras sociedades lejos de regirse por las leyes de la democracia, se rige por una ley del embudo, en la que lo estrecho es para la ciudadanía y lo ancho para unos cuantos que son los que se libran de la justicia, de los recortes… Unos se empobrecen, en tanto que otros se enriquecen…

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