“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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martes, 5 de junio de 2018

¿Ética en la economía y las finanzas?

Rafa Nogués nos brinda una breve e interesante reflexión sobre el documento "Oeconomicae et pecuniariae quaestiones” (Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero)", publicado el 17 de mayo de 2018. Sin duda, un tema que merece la pena plantearnos y reflexionar.
El 7 de mayo la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano presentaron el documento “Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero”.
Aborda una cuestión que no es habitual en los documentos de esta Congregación: la ética en el sistema financiero. Pero no por eso, deja de ser muy oportuno. Y como otros textos de la Iglesia, no va dirigido sólo a la comunidad cristiana, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Con estas líneas no se pretende realizar un análisis de todo el documento. Pues no se va a valorar la tercera parte, en la que se lleva a cabo un detallado desglose de diferentes elementos, productos, comportamientos,… que están presentes en el funcionamiento del sistema económico-financiero. Donde para cada uno de ellos, se realiza una crítica razonada y formula propuestas de actuación.
En la primera parte formula dos criterios que orientan la interpretación del documento. Uno de carácter ético: “ningún espacio en el que el hombre actúa puede legítimamente pretender estar exento o permanecer impermeable a una ética basada en la libertad, la verdad, la justicia y la solidaridad”; y otro para poner en evidencia la causa que ha provocado la deriva que el sistema económico y financiero ha tenido: “Es cada vez más claro que el egoísmo a largo plazo no da frutos y hace pagar a todos un precio demasiado alto; por lo tanto, si queremos el bien real del hombre verdadero para los hombres, "¡el dinero debe servir y no gobernar!"”
La segunda parte: “Consideraciones básicas de fondo”, apunta los principios que desde la antropología y doctrina cristiana deberían estar presentes en el funcionamiento del sistema. Tras reconocer que “no hay recetas económicas válidas universalmente y para siempre”; afirma: “toda actividad humana es positiva, si respeta la dignidad humana y se orienta al bien común”.
El texto se extiende en explicar que la visión adecuada del ser humano parte de su comprensión como un ser relacionado, y por lo tanto orientado a llevar una vida comunitaria. Estado necesario para lograr su completa realización.
Este recorrido por los fundamentos antropológicos los concluye afirmando: “Ningún beneficio es legítimo cuando se pierde el horizonte de la promoción integral de la persona humana, el destino universal de los bienes y la opción preferencial por los pobres”
Sobre los mercados apunta dos ideas. Una en positivo: son admisibles si no están dirigidos contra la dignidad de la persona y tienen en cuenta el bien común. Y otra de denuncia: son incapaces de regularse por sí mismos; como demuestra enumerando diversas limitaciones.

A continuación realiza una oportuna crítica a lo que denomina “industria financiera”. Afirma que “tiene un potencial sin igual para causar daño a la comunidad”, poniendo como ejemplo la inmoralidad de comercializar productos financieros “en situación de asimetría”. Calificando esta práctica de “violación de la honestidad relacional” y de “grave infracción desde el punto de vista técnico”.
Una consideración fundamental más la inicia con una afirmación que en estos tiempos parece haberse olvidado: “el dinero es en sí mismo un instrumento bueno”. Para denunciar a continuación cómo en los últimos decenios se ha vuelto contra las personas fundamentalmente por el proceso que conocemos como financiarización.
Pero la crítica más certera y oportuna la realiza cuando analiza el papel que tienen, hoy en día, el dinero y el trabajo en el sistema económico-financiero: “en esa inversión de orden entre medios y fines, en virtud del cual el trabajo, de bien, se convierte en “instrumento” y el dinero, de medio, se convierte en “fin”, encuentra terreno fértil esa “cultura del descarte”, temeraria y amoral, que ha marginado a grandes masas de población, privándoles de trabajo decente y convirtiéndoles en sujetos “sin horizontes, sin salida””.
Hay esperanza. En la cuarta y última parte, que consta de un único punto, se propone que “cada uno de nosotros puede hacer mucho, especialmente si no se queda solo”. Y en esta línea reconoce la existencia de muchas asociaciones de origen civil que basan su acción en la búsqueda del bien común y se fundamentan sobre sólidos principios de solidaridad y subsidiariedad.
Anima a que participemos a pesar de que podamos considerar insignificante o irrelevante nuestra acción: “Cada gesto de nuestra libertad, aunque pueda parecer frágil e insignificante, si orienta realmente al auténtico bien, se apoya en Aquel que es Señor bueno de la historia, y se convierte en parte de una positividad, que va más allá de nuestras pobres fuerzas, uniendo indisolublemente todos los actos de buena voluntad en una red que une el cielo con la tierra, verdadero instrumento de humanización del hombre y del mundo. Esto es lo que necesitamos para vivir bien y nutrir una esperanza que esté a la altura de nuestra dignidad de personas humanas”.


3 de junio de 2018
Rafa Nogués

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