“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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jueves, 16 de junio de 2011

No se enteran de nada: Políticos y periodistas se enrocan en su autismo, revestidos de privilegios religiosos

Miles de personas, muchas de ellas pertenecientes a los movimientos de protesta que últimamente están surgiendo en nuestro país (15-M, Democracia Real Ya,…) se reunieron ante el Parlament catalán, con ocasión del debate y aprobación de unos presupuestos que significan una vuelta de tuerca más en los recortes que vienen sufriendo los ciudadanos y, de modo particular los más débiles.  Algunas de estas personas increparon a los diputados, y se produjeron pequeñas agresiones (dos diputados sufrieron los impactos de espráis de pintura). Hechos graves, pero que en ningún momento pueden empañar la trayectoria y el porvenir de unos movimientos que basan buena parte de su éxito y su poder en la no violencia, en el respeto a la pluralidad y la diversidad,… Hechos, por otra parte, que se producen en multitud de ocasiones con mucha mayor gravedad con ocasión de acontecimientos deportivos, sin que los medios les dediquen apenas atención.
Pero, ¡oh¡ desdicha, los afectados son nuestro políticos electos, y sus señorías no pueden asemejarse al resto de los mortales; por eso, cuando ellos sufren las consecuencias de estos grupos incontrolados, ya no son desmanes casuales, son ataque organizados, secuestro de la voluntad popular, terrorismo,…. Los medios de comunicación, sus opinadores profesionales a sueldo, los tertulianos “para todo”,… ponen el grito en el cielo, y nos muestran su verdadero rostro: han constituido un orden sagrado, similar al de la edad media, y han revestido a los políticos, y a ellos mismos, de un velo sagrado que los separa del resto del pueblo. Los parlamentos son sus nuevas catedrales; sus plenos, las nuevas liturgias, a menudo ocultas a los ojos de los ciudadanos,…
Por supuesto que no justifico la violencia, pero me parece que magnificar unos hechos y utilizarlos políticamente es otra forma de violencia.
Asistí atónito no sólo a esa defensa de privilegios feudales de los nuevos políticos (dicen ser expresión de la voluntad popular pero tienen que quedar al margen del pueblo), sino que alucinaba con las lecciones de democracia de sus voceros: que si ese movimiento no tenía rostros que los representarán, que cada vez elegían a unos, y no se sabía quiénes eran sus representantes (supongo que a personas acostumbradas al culto a los “superiores” esto les resulta inconcebible); decían cuánto tenían que durar sus reivindicaciones (según ellos, ya no tenía sentido que siguieran en la calle, pues los políticas ya habían tomado nota de sus reivindicaciones); otros se empeñaban en juzgarlos por las apariencias (ya no se ven los mismos rostros que al principio, … decían: claro, están tan acostumbrados a políticos que usan traje oscuro y corbata como maquillaje para ocultar sus rasgos corruptos, que cualquier rasta les parece signo de delincuencia; incluso los hay que van más lejos, y denuncia a todo aquel que usa ropa sin cuello (vamos, que en vez de camisa usa camiseta) como gentes de mal vivir.
Curioso también resulta el análisis que hacen de las motivaciones de las personas que participan en las acampadas o en las movilizaciones: indignados por razones individuales: están en paro, han perdió su vivienda,… Incapaces de salir de la lógica del sistema no entienden que pueda existir una solidaridad o un compromiso gratuito, que no sea preocuparse exclusivamente  por lo mío. En resumidas cuentas, no se enteran. No se dan cuenta que lo que se cuestiona es la misma base de un sistema construido sobre la mentira y las apariencias. Qué respeto se puede tener a unos políticos que han sido acusados de cobrar comisiones (el famoso 3%) y lo único que hacen es echar tierra por encima; a políticos para los que todo es lícito para obtener el mayor poder posible (apoyar alcaldes xenófobos, etc.); a políticos que basan sus campañas en su lucha contra el nacionalismo y luego pactan con los nacionalistas, … Al final, el único motivo es el ropaje religioso del que son revestido, incluidos los que reclaman una sociedad laica.
No entienden que lo que se cuestiona, aparte de mentira que supone la primacía del dinero, del poder por encima de las personas, como por ejemplo, se utilice el dinero público para incrementar el poder de unas instituciones financieras que se han mostrado como enemigo número uno del empleo, de la vivienda; se cuestiona una forma de hacer política, en la que cada vez más personas no se sienten representadas, aunque voten; no entienden que lo que se cuestiona son unas normas y reglas de funcionamiento que actúan como un corsé que protege y defiende su statu quo…No entienden que este sistema económico y político ha quedado al descubierto, que ya no puede seguir ocultando sus vergüenzas, y que es necesario construir un orden alternativo y, como siempre ocurre en la historia, construirlo contra los intereses de quienes intentan mantener y prolongar sus privilegios, aunque sean políticos que se consideran encarnación  de alguna divinidad.
No entienden que lo que revela a tantas personas, ocupadas o paradas, jóvenes o aduiltas, hombres o mujeres,… es el haber sido reducidas a mercancías, el haber convertido los valores del mercado en valores universales, que pretenden gobernar todas las necesidades y relaciones de las personas; lo que cabrea a la gente es que sus necesidades básicas queden supeditadas a los intereses de los poderosos que manejan los mercados, o que nuestro políticos, secuestrados o seducidos por esos poderes no crean que existan valores humanos o justicia social. Para ellos todo es mercado, para los indignados, todo es utopía, todo es gracia.
Democracia real ya, implica no sólo maquillar nuestras instituciones, leyes, prácticas,… implica un cambio profundo, y no es fácil, pues todos los mecanismos de poder, incluido el monopolio legal de la violencia, están en manos de ese poder que se pretende superar.

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