Asistimos aterrorizados a las escenas en las fronteras de algunos
países europeos, donde los refugiados son detenidos, golpeados, maltratados…
todo por huir de una guerra que nuestros países han provocado por razones
geoestratégicas, para defender el bienestar de occidente.
Las imágenes que ofrecen los medios de comunicación evocan
el modelo de persona predominante en el occidente capitalista: un ser sin
conciencia y sin escrúpulos, una piltrafa humana, cuyo único móvil es el
económico.
Esto es lo que queda de la Europa que presumía de defensora
de los las libertades y los derechos. Objetivos éticos a los que Europa ha
renunciado en el proceso de construcción europeo, reducido a un mero trámite
para construir la Europa de los mercados y los mercaderes, al tiempo que se enterraba cualquier vestigio
de humanismo del que tanto presumía.
Europa se ha vendido a sus socios, especialmente a los
últimos, los procedentes de los antiguos países del bloque comunista, meramente
en clave económica; más crecimiento, más riqueza, más bienestar individual… Y
esta mezcla de mercantilismo e individualismo está en la base de la actuación
de unos gobiernos, y de unos ciudadanos, que se oponen a los refugiados: se
tiene miedo de que perdamos esa identidad mercantil europea; quieren
islamizarnos, dicen; o quieren quitarnos nuestro bienestar: no hay trabajo para
todas las personas; las ayudas para los nacionales…
Europa, sumida en la miseria moral del capitalismo, que ha alcanzado
el alma de los ciudadanos, nos va convirtiendo en fieles servidores del dios
dinero.
Estas imágenes evocan el Éxodo, cuando pone en boca de Dios:
yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de (Europa) Egipto
mis señales y mis maravillas (Ex 7, 4). Frase dura, pero que nos señala como en
la pedagogía de la liberación el poder siempre reacciona ejerciendo la
violencia y promoviendo el miedo cuando el pueblo reivindica mejorar sus
condiciones de vida; pero en este recurso a la violencia empieza a demolerse la
fortaleza de los imperios; ya que desenmascara su verdadero rostro y posibilita
que cada vez más ciudadanos se unan al proceso liberador.
Hoy asistimos al endurecimiento de los corazones de los
faraones europeos, los nacionales y los que rigen la propia Europa; en clave
bíblica, se está endureciendo su corazón, porque ya no tiene argumentos; ahora
es el tiempo de la gente decente, de la gente que se conmueve con el dolor y el
sufrimiento de los migrantes y refugiados… Es el tiempo que Dios convoca a su
pueblo para salir de la esclavitud del mercado, y recuperar la dignidad de la
persona, de todas y cada una de las personas.
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