Releo
el capítulo “Luchadores de clase” del libro de Owen Jones: “Chavs la
demonización de la clase obrera”, con la vista puesta en las políticas que
viene desarrollando el Partido Popular en España, y que bajo la excusa de
combatir la crisis están suponiendo un gravísimo ataque a la clase obrera y a
la mayoría de los sectores populares, unas políticas que se legitiman en la
mayoría absoluta del Partido Popular obtenida, sin duda, con importantes apoyos
de los trabajadores y los sectores que hoy más sufren las consecuencias. Y al
hacerlo me bullen multitud de interrogantes, entre los que destaca uno: ¿cómo
obtiene el PP votos de las clases trabajadoras?
Las
repuestas frecuentes, la nefasta gestión de la crisis del gobierno Zapatero;
las mentiras del PP… aunque puedan explicar parte de esos votos, no me parecen
un factor sufrientemente explicativo. Y no me lo parece porque al fin y
al cabo los particos conservadores modernos son, y vienen actuando, como
coaliciones de intereses privilegiados cuyo principal propósito es la defensa
de esos intereses, como declaró un importante conservador inglés añadiendo,
además, que ganaban las elecciones dando lo justo al número justo de personas.
La
sinceridad de estas declaraciones nos permite acercarnos a uno de los quid de
la cuestión: la necesidad de obtener votos de las clases trabajadoras para
poder ejercer una política de privilegios elitistas, y hacerlo con la
racionalidad capitalista, con el mínimo coste posible, con las menores
concesiones posibles y al menor número der personas.
Cabe
pensar que esta mentalidad, totalmente arraigada en los partidos conservadores,
encuentra sus orígenes cercanos en los años 70, con el crecimiento de las
críticas al pacto de consenso social en que se había basado la economía y el
estado de bienestar. Tras los estrepitosos fracasos del neoliberalismo de
finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que además en un enorme
empobrecimiento dio lugar a dos guerras mundiales, las fuerzas conservadoras no
tuvieron más remedio que aceptar las políticas socialdemócratas de
progresividad fiscal, redistribución dela renta, protección social…. Pero
a la primera oportunidad, los síntomas de crisis a finales de los sesenta,
volvieron a sus viejas ideas de un trasnochado liberalismo librecambista, esta
vez de la mano de la Escuela de Chicago, capitaneada por Milton Friedman, que
había encontrado en Pinochet y en Chile un laboratorio perfecto para sus ideas.
Recordemos, Pinochet con apoyo de los Estados Unidos (militar, de las grandes
corporaciones….) derroca a Salvador Allende y poner en marcha una d las
dictaduras más sangrientas… Allí empiezan a experimentarse las ideas y
conceptos que ahora están en la base de las políticas conservadoras para
combatir la crisis. Resalto el interés de Pinochet de eliminar a la clase
trabajadora, declarando que quería convertir Chile en un país no de
proletarios, sino de emprendedores.
El
experimento, que se completaba con el resto del recetario neoliberal
(restringir el poder sindical, venta/privatización de las empresas nacionales,
vuelta a los principios del librecambismo clásico…) pasaría a aplicarse en
Inglaterra, especialmente con el gobierno de Margaret Thatcher. Ésta también
quería acabar con el concepto de clase, que consideraba “un término comunista”;
quería acabar con la idea de que la gente podía mejorar su vida con la acción
colectiva más que con el enriquecimiento personal. Su respuesta era que la
gente debía salir adelante con su propio esfuerzo (y el reverso, si estaba en
situación de pobreza… era fruto de sus propias decisiones). Además, afirma “no
existe una cosa llamada sociedad; hay hombres y mujeres individuales y hay
familias”. Sólo existe una moral individual, y no existe la conciencia
colectiva, la justicia social, la responsabilidad social….
Tras
estas creencias existe un temor al concepto de clase, miedo que radica en que
evoca la noción de un bloque organizado, con poder político y económico, que
podría declarar la guerra contra la riqueza y los privilegios… Y más que al
concepto de clase se teme a la conciencia de clase. Así señala un documento del
partido conservador inglés de 1976: “no es la existencia de clases lo que
amenaza… sino la existencia del sentimiento de clase”.
Así
Thatcher, como Reagan en EEUU, tendrán como ejes de su
política el combate a los sindicatos, el desplazamiento de la carga
fiscal de los ricos a los trabajadores y los pobres, el desmantelamiento de los
servicios públicos, la eliminación de las regulaciones estatales de los
negocios… Y lo hacen conscientes de que están librando una batalla de
clase, así un líder inglés afirmará: somos guerreros de clase y esperamos salir
victoriosos”.
Parece
que son los mismos ejes que sigue el PP, los mismos ensayos que se
experimentaron en el laboratorio del Chile de Pinochet. Una diferencia, ellos
salieron, nosotros nos estamos asfixiando en los vapores tóxicos que despiden.
Parece que son los mismos miedos que impulsan medidas como la "ley
mordaza" de Gallardón...