“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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miércoles, 31 de octubre de 2012

Democracia de calidad frente a la crisis

Artículo tomado del blog de Cristianismo y Justicia
 Un gran número de españoles está viviendo la crisis actual como un auténtico fracaso del país en su conjunto. Hace ya más de tres décadas emprendimos una transición política y social que, con sus luces y sombras, como todo en este mundo, se ha convertido en una auténtica referencia para algunos países deseosos de dar el paso de la dictadura a la democracia. El poder político pasó paulatinamente de un partido de centro a partidos de centro-izquierda y centro-derecha, sin más ruido de sables que el del 23-F y sin más mecanismo que el de instituciones políticas y elecciones libres y bien reguladas. Se transformaron las infraestructuras, se modernizaron los medios de comunicación, aumentó el número de estudiantes universitarios, ingresamos en la Unión Europea, construimos un razonable Estado de justicia, creímos haber alcanzado la velocidad de crucero propia de países democráticos, no solo en política y economía, sino también, y sobre todo, en cultura. La disposición al diálogo, el espíritu abierto y tolerante parecían haber sustituido los viejos estilos de vida en una sociedad pluralista.
Pero en 2007 estalló en el nivel global y local esa crisis que había venido gestándose, una crisis que parece ser sobre todo económico-financiera y política, y descubrimos que el rey estaba en buena parte desnudo. Que, por desgracia, nos queda mucho camino por andar.
Para recorrer con bien ese camino importa preguntar qué nos ha pasado, qué ha fallado, y un punto esencial es que no se trata solo de una crisis económica y política, sino también de una crisis ética, que pone de manifiesto las carencias de espíritu cívico. En los últimos años, nos ha faltado un marco ético efectivo, capaz de estimular la responsabilidad social y un buen uso de la libertad.
Con el deseo de aportar algunas sugerencias para la elaboración de ese marco, el Círculo Cívico de Opinión dedica el sexto de los Documentos que ha publicado al tema Democracia de calidad: valores cívicos frente a la crisis, y en él apunta a modo de ejemplo medidas como las siguientes:
Perseguir un bien común. En una democracia que es, a su vez, un Estado de derecho, es preciso perseguir un bien común que amplíe el horizonte de los intereses individuales como los únicos fines de la actividad económica y política. Por legítimos que sean los intereses privados, las instituciones y los ciudadanos se deben también a unos intereses comunes.
La equidad como fin. Sostener la equidad y mejorarla debería ser el principio irrenunciable de un Estado de derecho. En muy poco tiempo, España consiguió poner en pie un Estado de bienestar homologable con el resto de los países de nuestro entorno. Pero el modelo es frágil y no podrá sostenerse si no va acompañado de la voluntad de preservarlo por encima de todo. Hay que repensar el modelo con serenidad y con voluntad de conseguir acuerdos lo más amplios posibles.
Debe cambiar el orden de los valores. Los años de bonanza económica pasados han propiciado una cultura de la irresponsabilidad y del dinero fácil, que ha traído consigo corrupción, evasión de impuestos y un consumismo voraz. Si algo puede enseñar la crisis es que debe cambiar la jerarquía de valores transformando las formas de vida, entendiendo que el bienestar no se nutre solo de bienes materiales y consumibles. Formas de vida que fortalezcan cultural y espiritualmente al individuo y a la sociedad con valores como la solidaridad, la cooperación, la pasión por el saber, el autodominio, la austeridad, la previsión o el trabajo bien hecho.
Decir la verdad. La costumbre de ocultar la verdad por parte de políticos y controladores de la economía de distintos niveles ha sido responsable de la crisis en buena medida. Pero esa costumbre se ha extendido también entre intelectuales y otros agentes de la vida pública, plegados a lo políticamente correcto, sea de un signo o de otro. Entre la incompetencia y la ocultación saber qué pasa y anticipar con probabilidad qué puede pasar es imposible para la gente de a pie.
Cultura de la ejemplaridad. Los protagonistas visibles de la vida pública tienen un deber de ejemplaridad, coherente con los valores que dan sentido a las sociedades democráticas. La corrupción, la malversación de bienes públicos, el despilfarro, el desinterés por el sufrimiento de quienes padecen las consecuencias de la crisis, la asignación de sueldos, indemnizaciones y retiros desmesurados producen indignación en ocasiones, pero también modelos que se van copiando con resultados desastrosos.
Rechazar lo inadmisible. Para que una sociedad funcione bien es necesario que las leyes sean claras y que se apliquen, pero también que la ciudadanía rechace las conductas inaceptables. Es verdad que hay que ir con mucho cuidado con eso que se ha llamado la “vergüenza social” y que es una de las formas que tiene una sociedad para desactivar actuaciones que considera reprobables. Esa vergüenza ha causado tanto daño y es tan manipulable, la utilizan tan a menudo unos grupos para desacreditar a otros, que solo puede recurrirse a ella como una cultura, vivida por todos los grupos sociales, de que determinadas conductas no pueden darse por buenas.
Potenciar el esfuerzo. Lo que vale cuesta. Dar a entender que se pueden alcanzar las metas vitales sin trabajo alguno es engañar, condenar a las gentes a ser carne de fracaso y destruir un país. Aprender, por el contrario, que esfuerzo y ocio son dos caras del buen vivir, que ayudan a construir un buen presente y un buen futuro.
Superar la partidización de la vida pública. La partidización de la vida pública es uno de los lastres de nuestra política, que impide agregar voluntades para encontrar salidas efectivas y consensuadas a los problemas que nos agobian. Cuando ante cada uno de los problemas públicos la sociedad se divide siguiendo los argumentarios de los partidos políticos se destruyen la cohesión social y la amistad cívica indispensables para llevar una sociedad adelante.
El sentido de la profesionalidad. La profesionalidad, en todos sus ámbitos de ejercicio, es un valor que no debe medirse solo por la eficiencia y la competencia científica y técnica, siendo ambos valores altamente encomiables. Ser un buen profesional significa incorporar también ideales que hagan de las distintas profesiones un servicio a la sociedad y al interés común. Es buena la gestión estimulada no solo por la obtención de beneficios materiales, sino por un espíritu cívico y de servicio.
Promover la educación. El mejor instrumento de que disponemos para conseguir una sociedad mejor y cambiar el orden de los valores es la educación, entendida como formación de la personalidad y como una tarea de la sociedad en su conjunto. El ideal de autenticidad debe poder conjugarse con los valores propios de la vida democrática.
Recuperar el prestigio. Ni las instituciones ni las personas que ostentan los cargos de mayor responsabilidad han sabido ganarse la reputación y el prestigio imprescindibles para merecer confianza y credibilidad por parte de la ciudadanía. Además del déficit notable de ideas para gestionar y resolver la crisis, se echa de menos un liderazgo compartido por el conjunto de grupos políticos, que actúe con valentía y con prudencia, que corrija los despilfarros de otros tiempos, que sepa discernir la gravedad de cada problema y que tenga visión de futuro y no atienda únicamente al corto plazo.
Construir un marco de valores comunes. Es urgente construir un suelo de valores compartidos, fortalecer los recursos morales que surgen de las buenas prácticas porque solo así se generará confianza. Pero también crear espacios de deliberación que hagan posible construir pueblo, y no masa, que fortalezcan la intersubjetividad y no se disgreguen en la suma de subjetividades. Generar pueblo y sociedad civil tanto en España como en Europa, donde somos y donde queremos estar, es uno de los retos, porque tal vez sea esta una de las claves del fracaso de Europa: no haber intentado reforzar la conciencia de ciudadanía europea, la Europa de los ciudadanos, esa pieza que resulta indispensable para que sean posibles tanto la Europa económica como la política.
Victoria Camps, Adela Cortina y José Luis García Delgado, en representación del Círculo Cívico de Opinión.

viernes, 12 de octubre de 2012

Egoísmo insolidario, ¿nuevo nombre de la paz?




 Hoy se hace público que la Unión Europea recibe el premio nobel de la paz. En 2009 ese mismo premio recayó sobre el presidente Obama. En resumen, la primera potencia del imperialismo mundial, que mueve sus piezas políticas y militares por el globo en defensa de sus intereses (los de las empresas americanas, ya se sabe que lo que es bueno para Coca Cola, General Motors,… es bueno para EE.UU.) se ve recompensada con un premio que no hace sino convertirse en un símbolo de la decadencia e inmundicia del sistema en descomposición. El poder y la fuerza, principales causa de muerte (por hambre, por guerra,…) se identificacn con la paz.

Ahora le toca el premio a Europa, una de las aspirantes a ocupar y/o compartirel trono imperial con el amigo americano. La Europa que sacrifica y condena a la miseria y la pobreza a sus ciudadanos (en Grecia, Portugal, España, Italia…) es condecorada como símbolo de la paz. La autoproclamada presidente (führer) de esa Europa de los capitales dice que elpemio de laz es un reconocimiento al euro… Ciertamente ese es su dios, y esa es la paz que nos prometen: sacrificar al pueblo pobre para que los dioses del mercado se aplaquen.

Pero que la academia sueca,  haya hincado la rodilla ante los dioses del dinero y del poder, ante los nuevos sacerdotes de la burocracia política y los lobbies empresariales y financieros nos habla del grado de decadencia y descomposición de la sociedad. Sin duda una sociedad que, a pesar de su identificación con el becerro de oro, no deja de tener los pies de barro. Y sobre ellos deberemos seguir horadando hasta su derrumbe, a fin de que florezca la paz, frutro de la solidaridad y del amor, pero nunca del egoísmo, el individualismo y la competitividad, rostros de la guerra y la muerte, aunque estas nos lleguen con el beso de la seducción. 

lunes, 8 de octubre de 2012

LA BÚSQUEDA DE UNA ALTERNATIVA HUMANISTA (y 3)

c) La necesidad de un movimiento alternativo

Pero, aunque se “movilizase” un sector considerable del pueblo, aunque ello provocase la realización de muchos estudios debidos a un nuevo interés por las alternativas, eso no bastaría. La realidad es que ni siquiera los mejores ideales y programas ejercen por sí mismos una influencia duradera sobre la persona, a menos que se le ofrezca una oportunidad de actuar, de participar y compartir ideas y propósitos con otros. Si se mueve verdaderamente a unos hombres y mujeres, formarán el núcleo de un “movimiento”, y este movimiento habrá de admitir, en grado diverso, que se coopere en ciertas acciones, se compartan sentimientos, ideas y esperanzas, se hagan sacrificios y se tenga, hasta cierto punto, una comunidad de símbolos y aun de ritos. 

Para ser eficaz, una idea tiene que encarnarse en el sentimiento y en la acción de un grupo. Las ideas que se han hecho influyentes fueron difundidas, como puede mostrarse, por pequeños grupos de adictos que impresionaron a otros por su entusiasmo, por su forma de vida, por sus ideas y porque el espíritu de estas ideas se manifestaba en la misma manera en que se constituían dichos grupos y en su modo de funcionamiento. (Propone algunos ejemplos como los esenios, los cristianos primitivos, los grupos monásticos, la Compañía de Jesús, los cuáqueros, los masones y los primeros grupos socialistas y anarquistas.)

Sugiere que quienes crean seriamente, jóvenes y adultos, en la necesidad de una alternativa se organicen en grupos. Resalta el valor y la función histórica de estos pequeños grupos: “Las pequeñas organizaciones, en apariencia impotentes, pero que están bien cohesionadas y tienen un espíritu propio, han resultado a la larga más eficaces para vencer el poder arbitrario que las mayores unidades militares, aunque sólo fuese por ser tan difíciles de manejar y abordar”.

Estos grupos debieran ser relativamente pequeños, grupos con no más de cien miembros cada uno. A fin de prevenir una jefatura demagógica y la formación de una ideología, no debiera haber una autoridad central que los dirija (en este sentido, los cuáqueros son un buen ejemplo). Deben tener una idea común, la de buscar la “alternativa humanista”, y deben discutir qué caminos hay hacia esta meta. 

Deben atravesar todas las confesiones religiosas y políticas y no deben poner como condición para pertenecer a ellos ninguna manera particular de ver las cosas. 

Los participantes deberían obligarse a llevar una vida que exija sacrificios. Son sugerencias en este sentido que los miembros se abstengan de satisfacer deseos de aparatos innecesarios y enajenantes, que contribuyan con el diez por ciento de sus ingresos para fines que promuevan los objetivos del movimiento, que se creen una nueva forma de vida, una forma de franqueza, veracidad y realismo, que dediquen parte de su tiempo al estudio y a la propagación activa de los objetivos del movimiento entre las personas con las que tengan relación social y con las que trabajen; que demuestren objetividad y falta de fanatismo y, a la vez, valor y firmeza en todos sus comportamientos. 

Esto quiere decir, por ejemplo, que hoy manifestarían, inequívocamente y de acuerdo con la conciencia de cada cual, su protesta contra la la política de recortes y la corrupción política; contra la agresión, la xenofobia o el racismo contra los inmigrantes ….

Deberían tener también siquiera un mínimo de símbolos y ritos comunes. Se nos ocurre que entre estas manifestaciones “rituales” podrían contarse unos períodos de silencio y meditación en común. Los miembros deben aplicar su vida a practicar la solidaridad y a superar el fanatismo y el egoísmo. Todas estas ideas no son más que ensayos de sugerencias para indicar solamente el tipo de actividad a la que me refiero. La elaboración de un programa detallado y válido para la vida de grupo debe ser materia de discusión seria y prolongada entre los que quieran participar. Se espera que estos grupos constituyan el núcleo activo de un movimiento, pero que atraigan a muchos simpatizantes, influidos por su dedicación y su seriedad, así como por sus sugerencias y propuestas concretas. Deberían unírseles algunos intelectuales mayores, pero no como “jefes”, y deben ser tan sensibles a la situación de los miembros jóvenes como éstos a los mayores con más experiencia.

LA BÚSQUEDA DE UNA ALTERNATIVA HUMANISTA (2)



b) Condiciones para una alternativa de activismo humanista

i.   Hacernos conscientes del sistema
La primera condición es hacernos conscientes, algo distinto a estar simplemente de acuerdo con las ideas que oímos. Ser conscientes significa despertar a algo que hemos sentido o presentido sin pensarlo, creyendo, no obstante, que siempre lo hemos sabido. Es una evolución que tiene un efecto vitalizador y fortificante, porque es una evolución interior activa, no un hecho pasivo de escuchar y dar o negar nuestro acuerdo.
Aparte de la necesidad de hacernos conscientes, esta conciencia tiene que referirse al sistema en su conjunto, no a facetas aisladas y fragmentarias. No basta ser conscientes de que la guerra del Vietnam es absurda, inmoral y peligrosa; de que la violencia negra es consecuencia necesaria de la miseria en los suburbios negros; ni de que el aumento del consumo, el uso de más aparatos, no aumenta la felicidad, sino que sólo sirven de anestésico para el aburrimiento. Debemos hacernos conscientes de que todas estas características forman parte de un sistema que produce inevitablemente todos estos síntomas; y por tanto, de que no conseguiremos nada combatiendo los síntomas aislados, sino que debemos reformar el sistema en que arraigan.
Lo cual quiere decir hacernos conscientes de la índole de un sistema industrial cada vez más burocratizado, orientado por las metas del poder, del prestigio y de la diversión, y programado por los principios de la máxima producción y del mínimo roce.
Debemos hacernos conscientes de que este sistema en su conjunto deshumaniza a la persona y de que esta persona ha dejado de ser, como lo era en el siglo XIX, la dueña de sus máquinas y ahora está dominada por ellas, tanto el obrero como el directivo.
Por último, debemos hacernos conscientes de que este sistema funciona sólo con nuestro consentimiento y ayuda, y de que, si nosotros queremos cambiarlo, podemos cambiarlo mientras siga habiendo democracia.

ii.    Vislumbrar alternativas
Pero no basta con hacernos conscientes del sistema. Tenemos que ver alternativas. En efecto, uno de los principales obstáculos a la acción adecuada y racional está en que, o no se ven alternativas al statu quo, o se nos proponen unas alternativas falsas y demagógicas sólo para demostrarnos mejor que no hay alternativas verdaderas. Una de estas alternativas engañosas es: o regresar a la era preindustrial, o avanzar hacia la sociedad de la megamáquina. Y otra, en el terreno político, es el derrumbamiento de Estados Unidos de acuerdo con la teoría del dominó, o continuar la guerra del Vietnam hasta conseguir la destrucción de todo el país, aunque Estados Unidos sufra graves pérdidas materiales y morales.
Otra alternativa engañosa es: expropiación de toda propiedad, o sociedad de totalitarismo empresarial. Y otra: o religión teísta (cristianismo), o materialismo desalmado, idolátrico. Pero la más básica de las alternativas erróneas será probablemente la que se plantea entre un supuesto “realismo”, entendido como una automatización no regulada por decisiones basadas en estimaciones humanas, y un utopismo entendido como una persecución de objetivos inciertos e irrealistas, sólo porque no se han realizado todavía.
Lo que más importa es despertarnos a la realidad de que hay alternativas verdaderas, es decir, posibilidades reales que no son ni lo viejo ni lo ficticiamente contrario. La alternativa real en el terreno de la organización social es la de un industrialismo humanista, medidas tales como la descentralización, la autogestión y la actividad individual responsable en todos los ámbitos. Lo cual quiere decir, no expropiación de la propiedad, sino regulación de su administración, orientada por los principios del óptimo valor para el desarrollo del hombre.
En el ámbito psicoespiritual, tenemos la nueva alternativa de un marco de referencia común al teísta y al no teísta. En este marco de referencia, el fin de la vida es el pleno desarrollo de las facultades humanas, especialmente las de razón y amor, la superación de la mezquinidad del propio ego y el desarrollo de la capacidad de entrega; la plena afirmación de la vida y de todo lo viviente, contra la adoración de lo mecánico y de lo muerto.
Por último, la alternativa verdadera a realismo y “utopismo” nace de un conjunto de fenómenos (pensamiento, conocimiento, imaginación y esperanza), que capacitan a las personas para ver unas posibilidades reales que ya apuntan. Si falta un solo elemento de ese conjunto será difícil descubrir nuevas alternativas. La alternativa real que propone Fromm es la de efectuar unas reformas radicales a través de los procedimientos democráticos “movilizando” un amplio sector del pueblo que prefiera estas reformas radicales a la muerte física y mental.
Señala que muchas de las críticas, así como las alternativas, se hacen en términos generales, y eso no basta. Especialmente en lo que se refiere a las alternativas, hacen falta muchísimos estudios y experimentos para convertir ideas generales en sugerencias precisas. Lo cual es aplicable a la cuestión de la descentralización, de la autogestión, el carácter de las posibilidades humanas racionales frente a las irracionales, los incentivos al trabajo, la cuestión de actividad frente a pasividad, la de una filosofía humanista radical, y otras muchas. Entre ellas, uno de los problemas principales será el decidir si debe reducirse o modificarse el empleo de computadoras electrónicas, la cibernética y la automatización, etc., para facilitar que la personas pueda recuperar el dominio sobre las máquinas.
Una característica esencial ha de ser la premisa de que la persona es la categoría esencial en todo plan y en toda previsión. No basta con tratar de posibilidades técnicas más o menos previsibles, olvidando al hombre y la mujer en cuanto son afectados por los cambios técnicos y sociales, o de los cambios de la persona que afectan a la organización social. No pueden olvidarse los juicios que debe formarse las personas para decidir si prefiere el máximo consumo y, por tanto, la máxima enajenación, o un nivel inferior de consumo, esto es, un consumo como medio para una vida humanamente más rica, y conservado en las dimensiones ajustadas a la realidad humana.
Recuerda que hoy se ha puesto de moda entre muchos sociólogos un estilo enajenado, casi esquizofrénico, que propone eliminar del análisis social al hombre como un ser que siente, vive, sufre y piensa.
Continuara....

LA BÚSQUEDA DE UNA ALTERNATIVA HUMANISTA (1)


Las próximas entradas (3) las dedico a comentar unas reflexiones de Erich Fromm en 1968. Un gran humanista qué –junto a otros- puede ofrecernos claves para repensar hoy en día la necesidad de una alternativa humanista, y que puede ser de utilidad a la hora de ayudar a concretar hoy compromisos liberadores, superando ese anquilosamiento de la conciencia social que tan caro estamos pagando, ¿Qué podemos hacer? Esa es hoy una cuestión clave a la que hay que encontrar respuestas… y a ello quieren contribuir este y las dos próximas entradas.
En los años en que escribe estas reflexiones (1968, EE.UU)  a Fromm le preocupa poner en marcha un “movimiento” humanista alternativo, y creía que, en ese momento, había una base suficiente entre la población.

a) ¿Adónde vamos?
Inicia su reflexión señalando las causas que exigen esa alternativa, en concreto:
i.            Los peligros que, en ese momento, amenazaban al mundo (y a EE.UU.): la guerra atómica, la brecha cada vez más grande entre los países ricos y los países pobres, la decadencia de nuestras ciudades y el no haber conseguido mejorar la situación de los sectores “subdesarrollados” de la población estadounidense…. Señalando insistiendo en cómo a pesar de saberse todo esto no hay ningún plan, no hay ninguna acción efectiva para variar un rumbo que, abandonados a él, puede llevarnos al hundimiento de la civilización, y quizá a la total aniquilación del hombre.
ii.            La nueva organización social que está apareciendo en los países más industrializados, y que define como “industrialismo totalmente burocratizado[1]”. En esta nueva sociedad (la de la segunda revolución industrial) el individuo desaparece; queda completamente enajenado. Está programado por los principios de la máxima producción, el máximo consumo y el mínimo roce. Y trata de aliviar su aburrimiento con toda clase de consumo, comprendido el consumo de sexualidad y estupefacientes.
A la hora de comprender la adaptación de las personas a este funcionamiento de la megamáquina, hay que tener en cuenta las posibilidades de utilizar la neurología y la fisiología para hacerle cambiar de sentimientos, además de manipular su pensamiento mediante las técnicas de sugestión. Fromm consideraba que esa nueva sociedad a la que nos encaminamos constituye un cambio en la existencia humana, cuya trascendencia es mayor que el paso de la sociedad medieval a la sociedad moderna o las mutaciones las provocadas por las revoluciones francesa y rusa.
Frente a los que aceptan esta evolución como inevitable o como esencialmente beneficiosa dice que no acaban de comprender que la persona no es una “cosa” pasiva, sin vida, y que el estado de crónica esquizofrenia leve (separación entre pensamiento y afecto) y la depresión que se está comenzando a vivir llevaran, o a estallidos de violencia desenfrenada, o al desfallecimiento de tales sociedades por falta de vitalidad.

Tras esa reflexión inicial se planta ¿Qué alternativas hay para escoger? Y señala las siguientes:
iii.            Dejar que las cosas marchen por sí solas y esperar que todo salga bien, Dice que es la que acepta la mayoría, incluso hombres y mujeres de buena voluntad e inteligencia. Esta alternativa puede evitar por el momento noches de insomnio, pero no hará cambiar el rumbo de los acontecimientos que nos llevan a la catástrofe.
iv.            Entender que el sistema va a la catástrofe y que ninguna reforma podrá hacerle cambiar de rumbo; que la única posibilidad de evitar la catástrofe es cambiar el sistema mismo y que este cambio sólo puede conseguirse mediante una revolución a escala internacional.  Cuando todos los países subdesarrollados se vuelvan contra los países industriales, especialmente contra su cabeza, Estados Unidos, podrán derribar el sistema del mismo modo que los campesinos chinos derribaron a sus gobernantes de las ciudades) por eso llamará a esta alternativa “maoísta”).
Dice que este punto de vista tiene mucha lógica y mucha audacia, pero que es una postura de desesperación, mezclada con mucha novelería, fraseología y temeridad. Un ataque mundial a Estados Unidos terminaría por establecer el fascismo en este país y quizá en los demás países industriales, así como las tiranías más despiadadas en el resto del mundo (incluso con ataques nucleares…).
Además, entiende que no hay nada que pudiera llamarse una situación revolucionaria en Estados Unidos, excepto en las fantasías de una minoría y, por consiguiente, el empleo de medios revolucionarios en una situación no revolucionaria es fraseología y temeridad.
v.            ¿Hay una tercera alternativa? Cree que sí, y que esa posibilidad, por mínima que sea, quizá se nos ofrezca ahora por última vez. Como alternativa, sólo será real mientras la sociedad (estadounidense) no haya perdido los elementos fundamentales de una sociedad democrática y mientras haya muchísimas personas que no estén todavía castradas sentimentalmente, que no se hayan convertido en robots y en hombres organizados.
La primera cuestión que hay que estudiar y discutir al hablar de una tercera alternativa es: ¿cuántos jóvenes y mayores forman parte de este grupo que todavía conserva bastante sustancia humana, que sigue guardando bastante de la tradición humanista para que se pueda recurrir a ellos intelectual y sentimentalmente? La cuestión es si hay muchísimas personas, desde conservadoras a radicales, a las que se pueda “mover”. Mover, en el doble sentido de la palabra: “tocados” en sus sentimientos y empujados a la acción.
Creía que este sector era considerable, y que lo que importaba no era si ese sector tenía conciencia clara de los peligros y de las alternativas. Lo que importaba es “que sienten la verdad y se los puede hacer conscientes de lo que sienten sólo oscuramente”. Si la conciencia del peligro de la sociedad megamecánica puede movilizar a conservadores y a radicales será por tratarse de una amenaza tan grave que afecta a los intereses vitales de todos aquellos que no estén todavía completamente enajenados y, en consecuencia, puedan sentir esta alarma.
Continuara...



[1] Sociedad semejante a la que Lewis Mumford denominó la “megamáquina” (1967), o a la que Aldous Huxley en “Un mundo feliz” (1946) definió de manera novelística.