“Son tiempos donde todos están contra todos, donde nadie escucha nadie, tiempos egoístas y mezquinos donde siempre estamos solos” Fito Páez

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viernes, 25 de noviembre de 2011

Defender lo público, sí. Pero creando conciencia de su significado y necesidad.


Asistimos estos días, y todo hace pensar que cada vez más, a fuertes movimientos reivindicativos en defensa de los servicios públicos, en particular la sanidad, la educación, los servicios sociales… amenazados de recortes y privatizaciones. Reivindicaciones que considero totalmente necesarias y justificadas.
Pero junto a esa necesidad de la defensa de los servicios públicos surge la necesidad de una revisión crítica de nuestra relación, en tanto que ciudadanos y usuarios, con esos servicios públicos, ya que me temo que con algunos comportamientos que se van generalizando estamos contribuyendo a su desvalorización y favoreciendo el caldo de cultivo para su privatización.  
En ese sentido parece que nos comportamos como nuevos ricos, como recién llegados al estado de bienestar (o “medioestar”, como lo definen algunos) como discípulos de esa nueva “cultura de la satisfacción” que nos lleva a despreciar lo público si cuando su uso es generalizado. Así, cada día resulta más corriente encontrarnos con vecinos, compañeros de trabajo, familiares, etc. que despotrican de nuestros consultorios, porque están llenos de emigrantes, porque acuden “moros” y acompañan a sus mujeres a la consulta, …; manifiestan su malestar con las urgencias de nuestros hospitales porque también acuden inmigrantes, con las escuelas, …. Estos inmigrantes son el espejo en que nos descubrimos, y descubrimos nuestras miserias: nuestro miedo a la pobreza, a compartir los mismos espacios, las mismas habitaciones, o que nuestros hijos se sienten en sus pupitres.
Malestar que llega a los transportes públicos, que con frecuencia van abarrotados y eso hace que tengamos que rozarnos con otras personas. Más lejos aún, escucho a una compañera decir que eso de ir a Madrid en autobús, aunque sea mucho más barato que el AVE, es un “mal rollo”. Que va lleno de moros que se descalzan y huele fatal.
Desde el clasismo y la “aporofobia” (esa forma de racismo que significa la aversión a los pobres) ¿qué servicios públicos vamos a defender? Tal vez estemos olvidando lo esencial, que en este caso significa qué son y para qué son los servicios públicos, el estado de bienestar.  
En ese sentido, conviene recordar, en primer lugar, que su sentido es el establecimiento de un sistema de protección social que evite que la población pueda caer en situaciones de pobreza absoluta. A renglón seguido conviene no olvidar que esa necesidad tiene que ver con el hecho de que el mercado es un mecanismo que asigna los recursos de forma cada vez más desigual; y con la globalización, esta asignación y desigualdad tenemos que entenderla en sentido planetario, mucho más que en épocas anteriores, en particular por esa dinámica a la que conduce el mercado dejado a su propia lógica (leyes de mercado) y que conduce a una centralización y concentración cada vez mayor del capital, es decir del poder, y por lo tanto del disfrute de la riqueza.
Para evitar una explosión social, fruto del funcionamiento del mercado, se han ido tejiendo ese  conjunto de redes sociales de protección, en forma de sistemas de salud, ayudas familiares, prestaciones por desempleo, pensiones de jubilación, atención a los ancianos y discapacitados... teniendo como característica esencial que son redes de carácter universal, es decir que se aplican a todos los ciudadanos independientemente de su capacidad de pago.
Esto es lo que hace que los servicios públicos no puedan ser suministrados (en tanto que redes de protección social) por el mercado, que se caracteriza por discriminar en función del dinero de que dispone cada persona. Y aquí es donde aquellos comportamientos individuales, clasistas y selectivos, ponen en peligro el sistema, abriendo la puerta para que el criterio con que se valora no sea su rentabilidad social (dado que se excluye a algunos, o se cree que unos por ser de aquí tienen más derechos que otros,…) sino su rentabilidad mercantil o económica.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Dime de qué presumes (Rajoy), y te diré de qué careces

Los refranes encierran mucho de esa sabiduría popular fruto de una larga experiencia. Y este me vino a la cabeza electoral y las horas siguientes cuando vi al futuro presidente y a sus colegas repetir hasta la sociedad que iban a ponerse a trabajar inmediatamente.
La “sospecha” obedece a varias razones. Primero, porque parece que solucionar los graves problemas que muchas personas padecen como consecuencia de la crisis es fruto de la mera voluntad y esfuerzo de los políticos y, por cuanto conlleva una crítica implícita al anterior gobierno, por su falta de esfuerzo.  En segundo lugar, porque tras una larga campaña de ambigüedad calculada, de colocar los intereses electorales por encima de la “verdad”, y de la necesaria información a los ciudadanos y trabajadores, resulta grotesca esa afirmación.
Además, porque es una visión que trata de esconder que los graves problemas que atraviesan las sociedades europeas no son fruto de la voluntad de los políticos, sino que son resultado de los conflictos sociales, en particular de ese conflicto entre capital y trabajo que en los últimos años se está inclinando a favor del capital, sometiendo no sólo a trabajadores y pequeños empresarios a una explotación que parecía ya desterrada de la historia, sino que a “secuestrado” a los propios políticos, sometiéndolos a sus intereses. Ya se sabe que el dinero es poder, y los políticos, a través de medidas que el PP ha venido y saludando desde los años 80, han permitido vía “desregulación” que los grupos financieros acumularan grandes cantidades de dinero/poder (al tiempo que trabajadores y pymes lo perdían) lo que, finalmente, se ha vuelto contra la propia clase política, que ha visto menguar su capacidad de poder.
Me inquietaron, desde esa perspectiva, otras insistencias del discurso, en concreto,  la permanente insistencia a “todos”, a que se trataba de un proyecto de todos, gobernará para todos... La experiencia nos dice que el anterior mandato fue fuertemente “sectario”: condena judicial de la manipulación informativa, apoyo  a grupos y  asociaciones afines,... O el recurso a que lo primero que iban a hacer era genera confianza en Europa: ¿olvida Rajoy que la actual crisis financiera tiene mucho que ver con las tensiones y conflictos de intereses entre la eurozona y Wall Street y la City (EEUU y Londres)? ¿Olvida que en su anterior etapa de gobierno, cuando era presidente Aznar, junto a quien aparece recientemente, se situó del lado del eje atlántico frente a Europa? ¿Cree que Europa tendrá tan poca memoria como el mismo? ¿Piensa que es la persona más adecuada para generar confianza en un contexto de guerra de intereses?
En fin, el tiempo nos irá descubriendo lo que nos depara. Y ojala que la sabiduría popular no funcione en esos dichos de “otros vendrán que bueno te harán”, o “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Por qué la llaman prima de riesgo si es prima de usura?

Reproduzco el siguiente artículo de José Ignacio Calleja(Vitoria-Gasteiz), experto en Moral Social Cristiana, por cunato nos ayuda de forma brece y sencilla a reflexionar sobre una de las cuestiones que más está colaborando a producir miedo en nuestra sociedad, requisito clave para que aceptemos pasivamente las medidas que nos están imponiendo. 
¿Por qué llaman “prima de riesgo” a lo que es “prima de usura? Es curiosa la perversión del lenguaje en la actividad económica normalizada. Con total inconsciencia, oímos repetir por doquier que la prima de riesgo española, el diferencial con el bono alemán, roza los 500 puntos básicos (496); eso se traduce en un interés del 6,975%, el mayor desde 1997, para el Tesoro español, es decir, nosotros. Cualquiera puede comprender lo que supone un 7%, en la formalización de un crédito por los particulares o por la hacienda pública. Tiene todas las características de la usura, Entonces, ¿por qué llaman “prima de riesgo” a lo que es “prima de usura?

Se dice que es fácil de entender de este modo: Nadie va a prestar su dinero a quien lo necesita, si tiene dudas razonables de que se lo pueda devolver. Lo entiendo. Pero, entonces, si el problema es de mínima confianza, ¿por qué al 7% se recupera la confianza en que un Estado lo pueda devolver? Todo lo contrario. Los prestamistas deberían pensar que superado el precio medio de mercado, mucho más difícil va a ser cobrar su préstamo a las economías nacionales más desequilibradas. Luego lo inteligente sería no prestar nada. Pero no es así, la lógica de los mercados es prestar cuando los intereses están bien primados por lo que llaman exposición al “riesgo”. 

Es evidente que estamos ante la simple y llana “usura”. Es muy sencillo explicarlo en su “verdad” económica y moral: Yo le cobro a usted unos intereses desorbitados por mi dinero porque usted no está en condiciones de exigir nada y de encontrarlo más barato; y yo me aprovecho. Es más, voy buscando el eslabón más débil del sistema del euro, y me concentro sobre él para primar el riesgo y cobrármelo usurariamente; potencio una situación de riesgo por insolvencia de un país, y le cobro el problema como un riesgo que yo tengo que correr. Después salen todos los expertos en tropel y explican con sencillez de tendero de barrio lo lógico que es mi proceder. ¿Por qué la llaman prima de riesgo si es prima de usura?

Es de chiste, si no fuera por la gente que lo sufre más cruelmente. Primero nos roban la propiedad de la riqueza creada entre todos, con mil artilugios de ingeniería financiera; después les pedimos que nos la presten, y nos ponen prima de usura por si no les devolvemos los intereses. Por fin, si usted les recuerda lo del 15M, apelan a que la propiedad privada es sagrada y nadie puede cuestionarla como primera libertad. Para pensárselo. 

José Ignacio Calleja, experto en Moral Social Cristiana

martes, 15 de noviembre de 2011

Golpes de estado financieros

El diccionario de uso del español, María Moliner, define “golpe de estado” como “acción de apoderarse violenta e ilegalmente del gobierno de un país alguno de los poderes del mismo, por ejemplo, el ejército”. Y es que hasta ahora, a lo largo de la historia, han sido los ejércitos quiénes se han encargado de materializarlos.
Esta usurpación ilegal y violenta de los poderes democráticos de una nación surgidos de las urnas, pero esta vez por parte de los mercados financieros, con el apoyo de las instituciones internacionales, y con una nueva forma de violencia, la imposición de políticas de ajuste que empobrecen a los trabajadores y a la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Estos golpes de estados, justificados por los grandes medios de comunicación y la cultura dominante, son un fenómeno que viene de largo, en concreto desde finales de los 80, donde el auge de las políticas neoliberales, de la mano de R. Reagan y M. Thatcher, uno de cuyos ejes básicos era la desregulación de los mercados, en particular de los financieros. Aquí encontramos una de las claves que posibilita que  los grandes grupos finacnieros fueran acumulando cada vez más poder, dando lugar a dos fenómenos que, aunque denunciados desde distintos ámbitos populares, es ahora cuando descubrimos con toda su gravedad: el progresivo secuestro de lo político por lo económico (nos repetían sin cesar que el mercado se autoregula, que el estado no debía interferir,...) y el pensamiento único (sólo había una visión de la realidad, la que favorecía los intereses del capital en el marco de la globalización).
Pensamiento único que, a fuerza de repetirse machaconamente, se ha convertido en la principal legitimación de esa violencia que sacude a Grecia, Italia, que amenaza a España y otros países  para imponber “gobiernos tecnocráticos” como solución a los problemas; hablando en plata: los principales responsables de la crisis, los poderes financieros, quieren gestionarla de forma todavía más favorable a sus intereses, y no les parece suficiente la sumisión que vienen manifestando los gobiernos europeos, sino que imponen a sus “hombres de confianza” (Lucas Papademos, en Grecia;  Mario Monti en Italia y Mario Draghi como presidente del Banco Central Europeo.  (Consultar el artículo “El ‘Inside Job’ europeo: la conexión Monti-Papademos-Draghi” para descubrir las conexiones entre los tres y los poderes financieros).  
La actuación de estos poderes está basada, por otra parte, en un “terrorismo psicológico, alimentado desde los medios de comunicación, propiedad y verdadero “ministerio de la propaganda” de estos poderes. Su actuación es suscitar el terror a fin de que trabajadores y ciudadanos acepten sus propuestas y medidas, aunque sea como “mal menor” para poder sobrevivir. Y ello se logra, por una parte, amenazando y poniendo realmente en peligro las condiciones básicas de supervivencia: trabajo, con la coacción del paro, la vivienda mediante embargos y desahucios, la falta de crédito, los recortes, el hambre, las permanentes amenazas sobre los elementos básicos el estado de bienestar (sanidad, educación, pensiones, servicios sociales). Por otra, mediante la continua difusión de malas noticias, vinculadas a conceptos  económicos que apenas entendemos pero que se han hecho de uso y preocupación cotidiana, como por ejemplo impago de la deuda soberana, prima de riesgo, rescate de los bancos, agencias de “rating” con sus enigmáticas  calificaciones (AAA, Aa+…)
 Se trata de terrorismo sutil y anónimo, que todo lo impregna, con un mensaje inequívoco: hay que acatar las imposiciones del mercado. Una violencia que  ya está teniendo resultados, con la imposición de una nueva esclavitud, cuyo eje principal es el mercado de trabajo, y que está logrando eliminar la libertad, sin que apenas nos demos cuenta.
Los costes de la crisis, para trabajadores y ciudadanos están siendo más grave de lo que nos creíamos, y nuestras respuestas apenas existen. Habrá que entonar con fuerza y poner en práctica la primera estrofa de la internacional: arribas parias de la tierra, en pié famélica legión...

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cajas, bancos y transeúntes: un claro signo de los tiempos.

Ibercaja, como otras muchas cajas de ahorros, se convierte en banco, y una de sus primeras medidas, que constituye un claro signo de los nuevos tiempos, es su decisión de arrancar las puertas de sus cajeros automáticos, a fin de que los transeúntes y los sin techo que podían encontrar cobijo en estos reducidos espacios dejen de hacerlo.
Así, las cajas de ahorro convertidas en bancos, abandonan una de las mejores obras sociales que prestaban, el de ofrecer alojo en las frías noches a estas personas que carecen de techo, y lo hacen en unos momentos en que ellas y ellos, cajas y bancos, se están convirtiendo en principales responsables de dejar a miles y miles de familias sin vivienda, mientras van acumulando un inmenso parque de viviendas vacías que mantendrán en espera de su revalorización, al tiempo que reciben inyecciones de enormes cantidades de dinero público para tapar sus deudas y sus vergüenzas, en tanto que ellos se lo niegan a pequeñas y medianas empresas, a familias hipotecadas en dificultades, ...
Una vez más vemos como el bien común cede a los intereses particulares; como unas entidades nacidas con una clara dimensión social, la abandonan para apuntarse al lado de los poderosos, de los aparentes triunfadores de la cuestión social, sin dudar en abandonar a su suerte a esos sin techo que a nadie molestaban, pero que se han convertido en la primera víctima de las cajas travestidas en bancos.